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ARQUITECTURA

Rem Koolhaas, un hombre de campo 

El paisajista Joan Roig analiza la última propuesta teórica del gran arquitecto holandés, que dio lugar a su exposición 'Countryside. The Future' en el Guggenheim de Nueva York, donde propone un regreso al medio rural

Vista de la muestra de Rem Koolhaas en la espiral de Museo Guggenheim de Nueva York.
Vista de la muestra de Rem Koolhaas en la espiral de Museo Guggenheim de Nueva York.Laurian Ghinitoiu / AMO

Es difícil ser objetivo con Rem Koolhaas. No solo es uno de los grandes arquitectos contemporáneos sino también un sagaz analista de la realidad que nos rodea. Sus mejores textos- que como les ocurría a Robert Venturi y a Aldo Rossi, suelen ser mejores que sus mejores edificios- siempre han ayudado a los arquitectos a ver más allá de sus narices y les han mostrado lo que ocurría en su entorno antes de que pudieran percibirlo. Lo hizo de joven y lo sigue haciendo ahora con 75 años. Es en esos textos, a veces libros, a veces catálogos de exposiciones, donde ha venido desarrollando sus ideas sobre arquitectura y especialmente sobre ciudad. Así, hemos asistido a la lectura revisionista y pop de la metrópolis histórica en Delirious New York, al desglose de las tipologías según su escala en S,M,X,XL, y a su interés por los no-lugares en las periferias de las macro urbes en Content.

Hasta la fecha, Koolhaas había circunscrito su ámbito de pensamiento casi exclusivamente a la ciudad, hablándonos desde el Berlín dividido por el muro en los sesenta al Lagos superpoblado en la actualidad, pero también lo ha hecho en su obra construida, que ha acompañado a sus ideas en ese proceso de exploración urbana, tanto en sus primeros edificios en Rotterdam como en los más recientes en China y Catar.

Tractor aparcado a las puertas del Museo Guggenheim de Nueva York durante la exposición 'Countryside. The Future', de Rem Koolhaas.
Tractor aparcado a las puertas del Museo Guggenheim de Nueva York durante la exposición 'Countryside. The Future', de Rem Koolhaas.AMO

Pues bien, Rem Koolhaas nos ha vuelto a sorprender: cuando esperábamos que siguiera hablando de la ciudad, ha decidido hablarnos del campo. En Febrero, AMO-Rem Koolhaas inauguró en el Guggenheim de Nueva York -cuarenta años después de presentar en el mismo museo The Sparkling Metropolis, una mirada pop sobre la ciudad-, la exposición Countryside, The Future sobre el campo como lugar de futuro, que se abre con un tractor teledirigido y manejado desde un IPad aparcado frente al museo, en la Quinta Avenida de Nueva York.

Hace tiempo que Koolhaas mira más allá de la ciudad y su periferia. En su intervención de 2016 en el Congreso organizado en Pamplona por la Fundación Arquitectura y Sociedad, avanzó su interés por las nuevas e inmensas implantaciones logísticas en áreas desiertas de EEUU y las desconcertantes tipologías que Tesla, Google o Switch estaban desarrollando allí. Ahora, en la exposición en el Guggenheim, va más allá y directamente nos habla del campo como el espacio donde se construye nuestro futuro. Explica que nuestro actual modo de vida urbana solo ha sido posible a partir de la organización, abstracción y automatización del campo a una escala sin precedentes. Koolhaas reflexiona sobre la utilización de las áreas rurales en el desarrollo de la ciudad, no solo desde las innovaciones, a partir de la ausencia de contexto y la pérdida de escala, sino también, como escribe en el catalogo, “en el almacenamiento de datos, los centros de producción, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la automatización robótica, la innovación económica, la emigración de trabajadores y la compra de tierras para la preservación ecológica”.

Laurian Ghinitoiu / AMO

En su opinión, estas situaciones “se exploran y experimentan más activamente en el campo que en la ciudad”. Como suele ocurrir en las tesis de Koolhaas, estas van de los aspectos más ligados al hecho arquitectónico en sí -escalas, tipologías o incluso texturas- a las cuestiones sociales, siempre con una mirada transversal y sorprendente y en este caso optimista, que contrastaría con las consabidas proclamas inmovilistas que abogan por la preservación a ultranza del territorio y las opiniones pesimistas sobre los espacios rurales vaciados.

Como hiciera con la defensa del caos urbano, Koolhaas aboga por un campo productivo en el sentido más amplio, vivo y cambiante, como la propia sociedad en la que está insertado. Alguien podría pensar que Koolhaas nos ha vuelto a embarcar en una de sus historias personales y que de nuevo nos va a hacer bailar por dónde y cómo él quiera, como cuando decidió que había que mirar a Asia, luego a África y más tarde a Oriente Medio. El desarrollo de la exposición se encarga de desmentirlo con su bien argumentada tesis y su exhibición de ejemplos prácticos: las superestructuras industriales del desierto de Nevada en EEUU, los extensos invernaderos de Koppert Cress en Holanda, la historia de John Boyd Jr. –el vaquero negro que fundó la National Black Farmers Association-, los colectivos agrícolas ucranianos -que posan para las fotos vestidos de Comme des Garçons y Loewe- o las mega granjas de vacas para producción láctea de Catar.

Profusamente argumentado, el discurso de Koolhaas sobre el campo se amplía a veces con su particular manera de exponer los temas, mezclando reflexiones sociales con hilarantes comparaciones arquitectónicas, fruto de su particular vinculación con la cultura pop. Aun así queda claro que para el holandés el campo es en este momento lugar de optimismo y vitalidad. El campo es el futuro, el espacio para la invención y las oportunidades, las nuevas tecnologías y la naturaleza perfeccionada. Las estructuras agrícolas de Koppert Cress en Holanda -que él define como edificios “post-humanos”- o las oficinas principales de Tesla en el desierto de Nevada, en EEUU, son ejemplos de cómo en lo rural se pueden explorar y experimentar situaciones industriales con mayor libertad y creatividad que en las ciudades. La tesis de Rem Koolhaas queda clara: es en el campo donde los cambios del futuro se van a producir de forma más radical.

La exposición -que obviamente ha tenido que suspenderse por efecto de la Covid-19- recibió de inmediato buenas críticas, no solo entre la prensa especializada sino también en medios generalistas como The Guardian o The New York Times, que pusieron de relieve el cambio de foco de la ciudad al campo y la designación de éste como área primordial para nuestro futuro.

Casualmente Koolhaas fue designado como editor invitado del número de primavera-verano 2020 de la revista Fantastic Man, una publicación de moda con sede en Londres y Ámsterdam. Suele ser su interés por la moda y también su arraigo en la cultura popular lo que le lleva a acercarse a medios como Fantastic Man y aprovechar la ocasión para desarrollar más ampliamente y para un público más amplio su relato sobre el campo como área de futuro. Solo él con esa versatilidad admirable puede conseguir que el Museo Guggenheim y Fantastic Man, dos polos culturales tan diversos, se unan para mandarnos el que seguramente sea el mensaje más sugerente de los últimos tiempos: que el futuro de la supervivencia de las urbes de nuestro planeta se está construyendo en el campo y al mismo tiempo, que el campo no puede sobrevivir tan solo como patio trasero de las ciudades.

Joan Roig es cofundador del estudio de arquitectura y paisajismo Battle i Roig.

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