De la máscara de gas a la lavadora: un fascinante archivo de inventos
Un libro reúne las fotografías realizadas a principios del siglo XX en Francia, como parte de una iniciativa para fomentar la innovación científica e industrial
En una acera, un hombre sostiene un artefacto que se asemeja a un estetoscopio de gran tamaño. La puntera de su zapato mira hacia arriba, indicando cierta impaciencia. Vestido con uniforme militar, de la misma forma que un doctor escucha el latir del corazón de su paciente, muy concentrado espera oír a través de los auriculares los sonidos captados por un detector posicionado en el suelo. Bajo el título Disposition pratique des appareils pour l’ecoute terrestre ("Disposición práctica de aparatos para la escucha terrestre") la fotografía fue tomada entre 1917 y 1918 por la antigua Oficina Nacional de Investigación Científica e Industrial y de Invenciones (hoy CNRS) como parte de su política por estimular la innovación durante los comienzos del siglo XX.
La fotografía invita al humor y al absurdo, ya que el lugar elegido para la escucha no concuerda con el uso de un instrumento ideado para localizar minas terrestres, Forma parte del libro Inventions 1918- 1935, que publicado por RVB Books reúne “lo que se podría llamar la prehistoria del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS)”, tal y como explica Luce Lebart, su autora. (La exposición organizada bajo el mismo título podrá verse el próximo otoño en la Fundación MAST de Bolonia).
Entre 1915 y 1938 se produjeron cientos de fotografías y películas en Francia con el fin de estimular los avances científicos e industriales. Esta serie de imágenes, en su mayoría desconocidas, componen una historia entrelazada por el diseño donde la ciencia confluye con la tecnología y la industria. Documentan dos decenios de innovación en un principio destinada a la defensa nacional para más tarde adecuarse a las distintas facetas de la vida doméstica. Las invenciones con frecuencia aparecen centradas sobre un fondo neutro, vistas de frente o de forma lateral, como en las fotos policiales. A veces aparece el propio inventor, o una figura humana manipulando el invento.
“Hace cinco años, comencé un estudio para la preservación de unas placas de vidrio encontradas en los archivos del CNRS”, cuenta Lebart. “Me sorprendió que estas imágenes fueran totalmente desconocidas dado su poderío estético y también su tono humorístico como documentos de la historia social, del diseño y del consumo”. A medida que proseguía su investigación la autora se topó con la figura de Jules-Louis Breton. Político e inventor (acreditado con invenciones como un prototipo de tanque blindado y una lavadora), se encontraba al frente de la ORNI en 1915. Apasionado del cine, sistematizará desde 1917 su uso así como el de la fotografía al servicio de los inventos. “Su propósito era generar un archivo —aunque al tratarse de secretos nacionales, no estaban accesible al público— que sirviera para aligerar los tan odiados trámites burocráticos, asegurándose de que cualquier idea quedara emparejada a un científico o productor antes de ver la luz”, explica la autora.
A pesar de los fines utilitarios de las imágenes y de, en principio, carecer de cualquier ambición artística, son estéticamente sorprendentes y revelan el talento de aquellos visionarios y pioneros que dentro de estas instituciones experimentaban con el poder de la imagen estática y en movimiento. "Me llamó la atención su vínculo con el surrealismo y en ocasiones su cercanía a la Nueva Visión alemana, ya que son previas a las vanguardias. Me interesó también su banalidad, la belleza de los objetos cotidianos. Me sentía como una arqueóloga exhumando los vestigios del comienzo de nuestra sociedad de consumo. Como la imagen de una arcaica lavadora. A principios del siglo XX no era común fotografiar ese tipo de artículos domésticos. Karl Blossfeldt fotografió plantas, August Sander fotografió gente, sin embargo esta colección se centra en los objetos de guerra y en los objetos que vinieron después. Pasamos de la máscara de gas a la lavadora”. Así la colección establece una conexión entre los objetos de la sociedad de consumo y la guerra. Es a través de la contraposición de dos de las imágenes donde mejor se observa esta relación que nos lleva de la tragedia de la guerra al consumismo y a la producción en masa: una de ellas muestra a un hombre con un cepillo de barrer, otra, tomada antes de la guerra, muestra a un hombre sujetando un arma. Las separan 20 años pero se utiliza el mismo recurso iconográfico para mostrar el cepillo para barrer que el fusil utilizado en la guerra. Los objetos aparecen en el centro y quienes los sostienen posan de forma similar. “Eso me sorprendió”, destaca Lebart. Establece una evolución de la guerra a la paz a través de los objetos. Es a partir de la Primera Guerra Mundial cuando se crea una dinámica para la producción de masas. Hoy conviene recordar cómo en Francia se estableció una movilización general al comienzo de la contienda y se creó la Comisión superior de examen de invenciones a beneficio de la defensa nacional. Como resultado, entre otras cosas se incrementó la producción de distintos tipos de máscaras.
En estas imágenes destinadas a ilustrar la efectividad del objeto, destaca una poética ligada tanto a su manifiesto poder estético como al lado más cómico que aparece cuando incorporan la figura humana.
“Reflejan una estética militar cómica burlesca que revela que detrás de ellas se esconde un director de cine tan imaginativo y original como Alfred Machin”, apunta Lebart. Las imágenes no llevan firma, solo aparece el nombre del inventor. Pero fue una imagen de un hombre posando en un estudio la que condujo a la autora a desvelar la autoría del cineasta. Autor de la profética y pacifista Maudite soit la guerre, estrenada en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Machin fue contratado por Breton para la realización de las imágenes. “En muchas de ellas se aprecia como pone en práctica todas las claves de su imaginario cinematográfico: se acerca mucho en las tomas, como si estuviera utilizando un zoom. En la forma en la que hace a la gente posar —como ejemplo en las imágenes en las que nos enseña cómo beber con una máscara— se enfatiza el gesto, lo que la vincula al cine mudo. Es de ahí de donde procede ese toque cómico que daba al conjunto un aire muy intrigante y se manifiesta su libertad para burlar los códigos de la objetividad fotográfica. A diferencia del cine mudo, la fotografía rara vez se había destinado a hacer reír a la gente. Me llamó la atención la imagen de un soldado que posa a gatas para demostrar como portar un rifle. Machin había sido un especialista en buslesque, y también durante un tiempo se dedicó a filmar animales salvajes en África”.
El archivo se asemeja a un gran libro de apuntes visual de laboratorio donde quedan detalladas las etapas de la creación de los distintos inventos. “Lo que más me conmovió fue la relación de la invención con el fracaso; cómo la investigación progresa a través de la prueba y el error”, concluye Lebart. “Nada ocurre de forma inmediata. Muchos procesos requieren de la participación de mucha gente, paso a paso. Y es algo que pretendo que quede claro en el libro. La prueba y el error podrían dar lugar a objetos inútiles, o de la misma forma generar algo que décadas más tarde destaque como algo claramente notable. Creo que tanto los científicos como los artistas son muy conscientes de esto. Siempre estamos intentando, fracasando, comenzando de nuevo sin dejarnos vencer por el desánimo. La innovación está relacionada con el fracaso y Breton lo sabía”. ‘Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor’, escribía Samuel Beckett.
Inventions 1915-1938. Luce Lebart. RVB Books. 304 páginas. 39 euros.
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