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Stephen Shore: la belleza distraída de América

Dos libros reúnen fotografías inéditas de este pionero del color, que redefinió la cultura visual del siglo XX con sus poderosas imágenes

Una imagen del volumen 'Transparencies', de Stephen Shore.
Una imagen del volumen 'Transparencies', de Stephen Shore.Stephen Shore/Mack

“Hasta que tuve 23, viví sobre todo en unos pocos metros cuadrados en Manhattan. En 1972, me puse en camino con un amigo hacía Amarillo, Tejas. No conducía, de manera que mi primera visión de América quedó enmarcada dentro de la ventanilla del copiloto. Fue un shock”, recordaba una década más tarde Stephen Shore (Nueva York, 1947). Era este el viaje iniciático del autor que durante los años setenta y ochenta se predispuso a capturar la quintaesencia de su país a través de sendas prácticamente inexploradas: haciendo uso del color (aceptado dentro de la fotografía de moda y la publicidad) y centrando su atención en los momentos más banales de lo cotidiano. Su obra supondría un punto de inflexión en la cultura visual americana.

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“Ver algo espectacular y reconocerlo como una posibilidad fotográfica no es dar un gran salto. Pero ver algo ordinario, algo que uno ve a diario, y reconocerlo como una posibilidad fotográfica, eso es lo que me interesa”, diría el artista. Así, la comida servida a la hora del desayuno, la doblez en la pernera de un pantalón, los solitarios moteles de carretera, el viejo felpudo de una casa y las desangeladas avenidas de las ciudades, se convertían en objeto de su mirada. Daban forma a una especie de diario visual compuesto por imágenes repetitivas, neutras y sin emoción, la misma que en un principio suscitaba el tema. Emulaban conscientemente las características de la estética amateur y debían resultar ‘naturales’, como si fueran fruto del proceso de observar y no del proceso de disparar con una cámara, condicionado por múltiples cánones visuales. “Creo que todo el mundo es consciente de que a menudo escribe de manera distinta a como habla y de que sus textos a veces pueden resultar más afectados e incluso utilizar un vocabulario diferente. Y yo quería fotos que fueran tan naturales como hablar. En momentos aleatorios, cuando se me ocurría, hacía lo que hoy denominaríamos una captura de pantalla de mi campo de visión”, señalaba el fotógrafo. El resultado quedó recogido en dos de sus series referenciales: American Surfaces y Uncommmon Places. Sería esta última, publicada por Aperture en 1982, la que consagró su fama como un renovador de la fotografía documental.

Sin enmarcar, pegada a la pared con cinta adhesiva de doble cara, se exhibió por primera vez,en octubre de 1972, American Surfaces, en la LIGHT Gallery de Nueva York. El título aludía tanto a la superficialidad de los breves encuentros en la carretera, como al carácter subyacente de las imágenes en color capturadas con una cámara Rollei 35. Las críticas fueron duras. En tono paternalista de Paul Strand argumentaba que “las grandes emociones no pueden ser comunicadas en color” —habría que destacar que todo ello ocurría cuatro años antes de que William Eggleston hiciera su hoy ponderado debut en color en el MoMA—. Tuvieron que pasar casi dos décadas hasta que la innovadora serie fue reunida en un libro editado por Phaidon Press. La editorial publica ahora una edición revisada, donde se incluyen cuarenta fotografías inéditas acompañadas por un texto del escritor y fotógrafo Teju Cole.

Portada de 'American Surfaces'.
Portada de 'American Surfaces'.

Las malas críticas no consiguieron empequeñecer la ya consabida determinación del artista. Con tan solo 14 años se había atrevido a pedir una cita al mismísimo Edward Steichen (entonces al frente del departamento de fotografía de MoMA) con el fin de que visionara algunas de su obra. El célebre fotógrafo terminó por comprarle tres fotografías. Cinco años más tarde Shore llamaría a la puerta de la Factory. Andy Warhol lo admitiría dentro de su exclusiva y variopinta cohorte. Allí cambiaría su manera de mirar el mundo. En 1971 se convirtió en el primer fotógrafo vivo al que el Metropolitan Museum dedicaba una exposición individual desde aquella dedicada a Alfred Stieglitz, 40 años antes. Allí mostraba una serie de imágenes en blanco y negro de base conceptual, pero a la inauguración tan solo acudieron sus padres y algunos amigos, tal y como narraba entonces The New Yorker.

Su éxito no llegaría hasta la publicación de Uncommon Places, en 1982. Es esta la serie más conocida del autor, que hoy ya cuenta con 25 libros publicados. Fue realizada entre 1973 y 1978. Regresaba a la carretera cargado con una cámara de gran formato de 8X10 pulgadas, cuya capacidad descriptiva le permitía en cada disparo crear un pequeño mundo; acotaba un espacio con gran densidad de información, invitando al espectador a explorarlo con sus propios ojos en vez de con los del fotógrafo. El peso y tamaño de la cámara forzaba al autor a tomar decisiones conscientemente, “la cámara había dejado de ser una extensión del ojo”, reconocía a The Guardian. De ahí que decidiese llevar también una ligera y manejable Leica que le permitiera disparar de forma más instintiva y complementar su visión.

Portada de 'Transparencies: Small CameraWorks 1971–1979'.
Portada de 'Transparencies: Small CameraWorks 1971–1979'.

Desde su publicación inicial, Uncommon Places ha sido reeditado y revisado en varios formatos sumando nuevas imágenes, pero todas ellas realizadas con la cámara de gran formato. Publicado por la editorial británica Mack, Transparencies: Small Camera Works 1971-1979, ofrece un relato alternativo y reúne por primera vez las imágenes que Shore tomó con la Leica durante su periplo. Son imágenes más íntimas y espontaneas, menos formales donde resuena la denominada estética instantánea o de snapshot, perseguida en American Surfaces, “Si uno prescinde todo lo que puede de las convenciones fotográficas, lo que queda es uno mismo y su manera de mirar”, diría en una entrevista.

Una imagen no siempre vale más que mil palabras para Shore, como recordaba en una entrevista con el San Francisco Museum Modern of Art. “Hay pensamientos que no pueden ser expresados en una imagen, y no hay número de palabras que pueda comunicar la experiencia que implica mirar ciertas fotografías. Cuantas más palabras, más se tarda en leerlas; se pierde la simultaneidad de la experiencia y especificidad de la descripción. Por eso tomo esa fotografía. Si pudiera ponerla en palabras con la misma calidad y complejidad me ahorraría dinero y tiempo”.

Transparencies: Small Camera Works 1971-1979. Mack Books. 192 páginas. 57,18 euros.

Stephen Shore. American Surfaces. Phaidon Press. 256 páginas. 59,95 euros.

Puedes ver aquí una fotogalería con imágenes de los dos libros

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