_
_
_
_

Bon Iver: “El negocio del ‘rock and roll’ es una enfermedad”

El artista que se hizo célebre en 2007 con un disco que grabó confinado en solitario en una montaña insiste en que su trabajo es resultado de un esfuerzo colectivo. El coronavirus ha obligado a aplazar su gira por España hasta enero del año que viene

Xavi Sancho
Justin Vernon, líder de Bon Iver, en un retrato de este año.
Justin Vernon, líder de Bon Iver, en un retrato de este año. Graham Tolbert & Crystal Quinn (Popstock)

"Nos vemos pronto en Madrid”. Así despedía esta entrevista telefónica el 20 de febrero Justin Vernon, convencido, como casi todo el mundo en aquel momento, de que esta primavera se iba a subir junto a su banda, Bon Iver, al escenario del madrileño WiZink Center. El concierto ha sido pospuesto hasta el 26 de enero del próximo año. Tres días antes el grupo actuará en el Palau Sant Jordi de Barcelona; tres después, en el Coliseum de A Coruña. “Perdonad, llego tarde. Pensaba que me llamabais vosotros, no que llamaba yo”, interrumpía a los cinco minutos la conversación Mike Noyce, guitarrista de la banda. Hay charlas que nacen malditas desde casi el arranque.

“Mira, Mike, te cuento. Me ha preguntado qué somos, si un grupo, un proyecto, un colectivo…, y esto es lo que le estaba contando”, interviene Vernon, quien se hizo célebre en 2007 con un disco titulado For Emma, Forever Ago, grabado en solitario en una cabaña en un remoto bosque. Han pasado más de 10 años y este tipo nacido en Eau Claire (Wisconsin, EE UU) en 1981 aún lucha por hacerle entender al mundo que realmente no le gusta estar solo. “Esto es un grupo, también un proyecto. Siempre va a cambiar, a eso ya me he resignado. Ahora somos una banda que sale de gira por el mundo dominándolo, pero a ver qué sale y cómo acaba. Es un proyecto, de alguna manera. Mira, yo qué sé. Solo sé que es el mejor grupo de gente con la que he estado. Relajados, buenos tipos”.

“Estoy dispuesto a trabajar con artistas con ideas distintas, pero Kanye West estaba cegado”

El éxito de su ejercicio de pornografía sentimental y aislamiento desajustó sobremanera al músico. Durante años había tratado de salir adelante con su grupo, tomando decisiones como mudarse desde Wisconsin hasta Raleigh, Carolina del Norte, para encontrar el éxito, algo que ni él mismo es hoy capaz de explicar. En 2011, la secuela de For Emma… salió a la venta y, para desgracia de la estabilidad emocional de Justin, también arrasó. Cimentada estaba su carrera como cantautor de éxito. Guitarra acústica, barba, camisa de cuadros y a llorar y a hacer llorar por los escenarios del mundo. Ambas cosas, cantautor y éxito, le explotaron en la cara. Lloró, pero sin sacar réditos de ello.

Nada de eso quiere ahora. Aunque los siguientes discos, 22, A Million (2016) e i,i (2019), han sido igual de exitosos, la aproximación a la música que hace, mucho más contemporánea, un cruce entre lo que era él y lo que están facturando desde Kanye West hasta James Blake, es más relajada, aunque conceptualmente mucho más barroca. “Aún me gusta que la gente entienda que esto no es algo que hago solo. He hecho música con gente casi toda mi vida, demonios”, insiste el hombre que se ha empecinado en que le acompañe un miembro de su proyecto en la entrevista, aunque este llegue tarde. “No me cansa explicar que lo que suena es producto de un esfuerzo común. Ahora hay otras cosas que me siguen preocupando y que aún me quedan por solventar”. Por ejemplo, equilibrar sus principios con la realidad de ser el líder de una banda de éxito que hace giras por grandes recintos con nombres de bebidas gaseosas, tarjetas de crédito o cadenas de comida. “Me jode esta pregunta. Mucho. No estoy haciendo lo suficiente para que todo esto tenga sentido en este aspecto. Cuando intentas jugar la liga del rock and roll y te encanta, crees hacer lo que quieres e invitas a la gente a liberarse y a que se dejen el pelo largo y abandonen su trabajo. Es falso. Es frustrante ver que tú eres parte de todo eso que les dices que deben dejar atrás para ser libres. El negocio es una enfermedad”.

“En este grupo no hay votantes de Trump, solo humanistas, no gente odiosa ni resentida”

Justin Vernon es un tipo de principios. Ahora mueve los engranajes de un colectivo formado por media docena de personas, es casi un empresario, el líder de una de las entidades que más música sorprendente ha lanzado el último lustro. Puede hacer concesiones, pero hasta cierto punto. ­Kanye West, con quien colaboró hace un tiempo y con quien ya no se habla, lo sabe. “A ver, estoy abierto a trabajar con gente que tiene ideas distintas a las mías. Pero el problema con Kanye es que ya no quería hablar de las cosas. Pensé que era mejor no verle más. Y ya. A veces, te topas con gente que se queda muy cegada por sus ideas, no quieren pensar en otras opciones. Ya no se puede razonar con ellos”. ¿Hay algún votante de Trump en Bon Iver? “¡No! Cero. Un cero muy sólido. Solo humanistas. No hay gente odiosa y resentida”, certifica Vernon. “El problema en nuestro país es que hay dos bandos y ninguno escucha al otro”, intenta apaciguar Mike. “Ya, ya, pero aquí no hay votantes de Trump”, insiste Justin. “Este es el mejor grupo en el que he estado, pero sé que si debo echar a alguien, el primero en irse será Mike”, bromea el líder. “Pues ya me fastidiaría, porque cuando viajamos siempre me fijo en el tipo de sándwich que pides en los aeropuertos para copiarte”, le responde el guitarrista.

Además de su fe en Bernie Sanders, para quien actuó en Iowa durante las accidentadas primarias del pasado febrero, Vernon se ha convertido recientemente también en un firme devoto de la religión de Grateful Dead, el colectivo musical hippy liderado por Jerry Garcia que significa toda una forma de entender la vida. ¿Qué es lo que más le interesa de Grateful Dead a Justin Vernon? ¿La filosofía? ¿La música? ¿Las drogas? “Sobre todo, las drogas. El año pasado tomé bastante LSD. Dos, tres veces a la semana. Fue genial, muy bueno para mí. Y caí entonces en que el concepto de los Dead siempre encajó conmigo. A veces, no los escucho porque me estresan y parecen un grupo malo, debo también admitir. Eso sí, creo que no se les reconoce suficiente que jamás siguieron las leyes del rock and roll. Era un proyecto de exploración del ser humano. Esa libertad los llevó a improvisar como locos. No uso mucho la palabra visionario, y en la música americana casi todos los visionarios han sido de raza negra, pero Grateful Dead sí lo fueron, por complicado que sea a veces escuchar su música”. Grateful Dead y la serie Doctor en Alaska, ahí se halla casi todo en lo que cree Vernon. “Esa serie. No me lo recuerdes, llegué a mudarme de ciudad por ella. Hay que ser imbécil”.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_