Hijos de Caín: mitos y realidad sobre los asesinos en serie
El investigador Peter Vronsky traza en este libro una exhaustiva y desmitificadora historia de un fenómeno que ha atormentado y fascinado a las sociedades occidentales en las últimas décadas
Los asesinos en serie han obsesionado a nuestra sociedad desde hace tiempo. Psicópatas como Ted Bundy se convirtieron en la imagen del mal y la cultura popular se lanzó en masa a por el jugoso pastel, un proceso que sigue hasta nuestros días y del que el mejor ejemplo es la serie de Netflix Mindhunters, dirigida por el oscuro y genial David Fincher.
Pero también es un submundo criminal que ha sufrido vaivenes, al que la tecnología ha sumido en una nueva etapa, el más presente en los medios de comunicación de masas y, por eso también, aquel que más se ha manipulado. Hay que decir antes de nada que Hijos de Caín. Una historia de los asesinos en serie (Ariel, traducción de Joan Andreano) es un libro único por muchas razones. El texto de Peter Vronsky es una revisión definitiva de los mitos, las causas, los orígenes y las particularidades del fenómeno. Historiador, investigador y académico, Vronsky busca las raíces del mal más allá de lo habitual y llega a trazar una línea directa, por ejemplo, entre la destrucción de comunidades urbanas con sólidas raíces para construir grandes autopistas y el aumento de los asesinatos en Estados Unidos en la década de los setenta. O nos muestra cómo en Francia a finales del siglo XIX había algún fiscal aplicando modernas técnicas de interrogatorio luego olvidadas. O pone el dedo en la llaga y prueba con cifras que hay víctimas que son “menos muertas” porque su extracto social o su origen étnico hace que la sociedad las ignore.
El libro puede llegar a parecer demasiado exhaustivo en algunos momentos de sus más de 500 páginas, pero el oficio de Vronsky, su tono y su capacidad didáctica hacen que se lea de una vez. Su pasión de historiador le lleva a mirar en la licantropía y en los relatos y las persecuciones reales de brujas los antecedentes de lo que luego ha ocurrido. Es muy interesante, por ejemplo, dentro de este repaso histórico, el caso de Martin Dumollard en Lyon y cómo sus crímenes - contra mujeres del servicio doméstico y mujeres urbanas independientes- puso de relieve ya en el siglo XIX algo que seguro les suena: los reparos de la sociedad a las mujeres emancipadas, a las que poco menos se las culpaba del crimen por andar solas por la calle o vivir sin marido.
El gran mito: Jack el Destripador
El camino que recorre en este caso es muy interesante. Aplicando el rigor científico repasa las ideas más cabales sobre quién era el asesino más famoso de la historia, aunque no apuesta por ninguna; descarta teorías absurdas y conspiranoicas y hace un viaje de ida y vuelta por otros casos similares, anteriores y posteriores. Todo un ejercicio de arqueología criminal resuelto con sabiduría, como le ocurre en otros casos complejos, en una veintena de páginas. “Aunque no es cierto lo que aún dicen muchos: que fue el primer asesino en serie del mundo, Jack el Destripador sigue siendo el monte Everest de esos asesinos. Se trata de un asesino en serie paradigmático que ha tenido muchos imitadores que se forjaron teniendo como modelo lo que ellos pensaban que era Jack el Destripador”, comenta Vronsky, que aplica algoritmos de geoperfilación y otras técnicas modernas no para resolverlo sino para dejar claras algunas cosas. El autor de obras de referencia como Serial Killers, the Method and Madness of Monsters, siempre ofrece un contexto. En este caso explica cómo el cambio de paradigma en la concepción que la sociedad victoriana tenía del sexo (relacionado con la culpa y el pecado) y la gran cantidad de mujeres empobrecidas y alcoholizadas que vagaban por White Chapell fruto de la crisis y el desarraigo, son esenciales para entender los crímenes (al menos cuatro, posiblemente cinco, como máximo siete) del Destripador.
Pero si alejamos la lupa de este caso que puede absorberlo todo, vemos otras historias interesantes. Antes de 1888, antes del Destripador, tenemos una galería alucinante formada por Giorgio Orsolano (1835, el primero de Italia) o Juan Díaz de Garayo, el Sacamantecas (1879) y Manuel Blanco Romasanta (1852) en España. Pero el más interesante de todos, protagonista él mismo de varios libros, sospechoso en las teorías más locas de ser el propio Destripador, es H. H. Holmes (1895), un mito creado y engordado por los medios en Estados Unidos, un asesino, sí, pero sobre el que se ha creado tanta ficción que ya es muy difícil distinguir lo real. Vronsky, sin embargo, separa una cosa de otra en un trabajo minucioso y encomiable.
Ahora, la más increíble de las historias de un libro lleno de ellas es la de Joseph Vacher, el destripador francés, uno de los primeros casos de asesinos en serie resueltos. De hecho, el haber sido capturado y guillotinado puede que haya restado popularidad a Vacher frente a Jack, pero el caso es muy importante. Veamos. Émile Fourguet era el investigador encargado y utilizó en 1897 mapas superpuestos que luego el FBI no usó hasta la década de los 50 (propuestos por Pierce Brooks, conocido gracias a James Ellroy como “el filósofo del LAPD” y al que se ignoró durante décadas); fue también quien vio la importancia de tener la prensa a su favor y usarla para su causa; también aplicó técnicas de interrogatorio (no invasivas, basadas en adaptarse a la psicología del criminal y hacerle hablar) que luego el FBI ha adoptado casi un siglo después.
Orwell y la nueva era
La descripción del llamado Gótico americano, la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos, ocupa la parte final del libro, especialmente centrada en la edad de oro (de 1970 a 1999, cuando se registraron 1.840 asesinos en serie nuevos) inaugurada por Ted Bundy. Es quizás la parte del libro que habla más de aspectos conocidos, de criminales que han formado parte de nuestras vidas y ficciones, pero no por ello abandona el tono desmitificador y científico. En este caso busca las causas del auge de los setenta con un esquema temporal que da mucho de sí.
El pequeño gran estado orwelliano en el que nos hemos instalado, el hecho de que los niños hayan cambiado el juego en la calle por los móviles e internet son, paradójicamente, dos factores que han hecho descender dramáticamente el número de víctimas de los asesinos en serie en Estados Unidos. También es verdad que el FBI y el resto de fuerzas del orden conocen mejor, conocen por fin, una realidad que ha sido ignorada durante mucho tiempo y que la tecnología, el ADN y otros factores han ayudado a detener a muchos criminales antes de que iniciaran su carrera homicida o en medio de ella. Pero no se confíen: los asesinos han aprendido, tienen acceso a la misma información que los expertos, se aprenden su metodología, se ocultan mejor. Quién sabe si dentro de 20 años no estaremos ante una nueva oleada de asesinos en serie que se esté gestando ahora, en un mundo con nuevas amenazas cada día. Y, mientras, seguiremos preguntándonos por lo que Vronsky llama el factor X, qué convierte a una persona en un asesino en serie, en un monstruo.
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