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“La gente nos dice que le encanta ‘Vergüenza’ pero no aguanta verla: ese es el meollo de todo”

Juan Cavestany sabe cuánto miedo da el ridículo y cuánto puede triunfar una serie que lo explote, como la suya en Movistar +

Juan Cavestany (derecha),durante el rodaje de 'Vergüenza'.
Tom C. Avendaño

Vergüenza, la primera y más longeva serie de éxito de Movistar +, se basa en una imagen. Podría ser la de Jesús (Javier Gutiérrez), su supuestamente normal protagonista, el hombre con el que el pobre espectador está condenado a identificarse, intentando cubrir una humillante metedura de pata con una serie de largas e infructuosas mentiras. O podría ser el gesto de Núria (Malena Alterio), su esposa en la ficción, a su lado, humanizando el desastre con su mirada.

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Pero Juan Cavestany tiene otra. Para el hombre que, junto con Álvaro Fernández-Armero, ideó, escribió y dirigió la serie, la clave de todo está en el otro lado: “Es el contraplano”, anuncia en una sala en lo alto del edificio Telefónica, en el centro de Madrid: no el encuadre de quien habla sino su reverso, el de quién escucha. “Algo que buscamos desde la primera temporada [en 2017] es ese plano de gente mirando fijamente, con una cara impasible, como una máscara, a alguien. Los kaurismakis, los llamamos [en referencia al cineasta finlandés de gesto estático Aki Kaurismäki]. Tres, cuatro, 12 personas mirando. Nuestra consigna a los actores en ese papel era: no hagas nada. Ni un gesto de incomodidad, ni fruncir el entrecejo. Nada. Solo mantén la mirada”.

Así es como Jesús ha sufrido durante dos temporadas las peores pesadillas de la vida en sociedad, de airear por error un calzoncillo con manchas de mierda a mirar delante de todos las tetas de tu suegra. Pero en la nueva temporada, que se estrena el viernes, se encuentra en un mundo nuevo: “Queríamos hacer ese plano a escala nacional. Que quien devuelve la mirada fuera el país entero”, explica Cavestany. Gracias a los móviles y las redes sociales, Jesús se hace famoso en su nueva metedura de pata, en el primer capítulo y, a partir de ahí, inicia un periplo que rompe con lo que hasta ahora ha sido Vergüenza. La serie abandona las escenas bochornosas levemente hiladas y se enzarza en una larga trama que acaba jugando al thriller.

“Después de dos temporadas, se nos acababan las ideas de situaciones estrictamente vergonzosas, acumulables en formato gag. Había que ir a un sitio”, admite Cavestany. En cuanto al tonteo con otros géneros, el cineasta y dramaturgo, ganador del premio Max en 2010 por Urtain, añade: “A mí, como escritor, siempre me han dado envidia los actores. Tocan todos los palos. Como guionista, siempre he querido hacer eso”.

La historia es más grande, pero Cavestany y Fernández-Armero mantienen, para desgracia del espectador sensible, su mismo objetivo: explorar el mundo exclusivamente a través de la sensación de vergüenza, la que se intenta ocultar en pantalla y que siente inevitablemente el espectador. “Es relacionarse con las cosas sin infantilismos ni prejuicios y desde el miedo. Miedo a que te vean, o a que no lo hagan”, explica él. Desde ese prisma se ve toda el alma humana. No es revelador que alguien sufra vergüenza, pero sí ver qué se la provoca. “Esos son los temas de la serie”, prosigue Cavestany. “La autoestima, las relaciones con los demás, lo que uno fantasea sobre sí mismo, con los demás”. Si algo nos conecta con Jesús es que le mueven deseos que jamás admitiría en público, de avaricia, vanidad, complejo de clase y, especialmente, el pecado capital español, como decía Josep Pla: la soberbia.

“La confianza ciega”, enuncia el escritor, dedo índice en alto. “Uno de los recursos más tratados de la literatura, sobre todo de la tragedia, es la ambición desmedida, la creencia de que uno no tiene límites, que está llamado a más. Albert Rivera en los debates electorales sacando cosas, por ejemplo, mientras los demás vemos desde fuera que no puede ser: eso en Grecia era la hybris, algo que siempre lleva al castigo. Un rasgo de la serie es ver a alguien que evidentemente confía más en sí mismo de lo que la naturaleza le ha dado mientras todos ven cómo es realmente”.

¿Debería sorprendernos que en un país católico, tan de guardar los trapos sucios, como España esta serie haya sido un éxito? Aquí Cavestany recuerda que los ingleses también tuvieron su The Office (2001-2003) y los estadounidenses, The Comeback (2005-2014), dos grandes entretenimientos del bochorno. Le encuentra su lado positivo. “Todo el mundo nos dice que le encanta la serie, pero que no la puede ver. Esa contradicción visceral es el meollo de todo. Provoca vergüenza ajena, porque simpatizas, sientes lo que crees que debe estar sintiendo el otro. Y eso es solidaridad. Un sentimiento muy noble. Muy humano. La vergüenza es un sentimiento superinteresante”.

El hombre más odiado también tiene sus fans

Consecuencia de la fama de Jesús, convertido ya en "el hombre más odiado de España", es que le surge un grupo de admiradores, precisamente porque va contra "lo políticamente correcto". Cavestany recuerda una idea de Los asquerosos, de Santiago Lorenzo: "La reivindicación de la mochufa, la gentuza", sostiene. "Es como El Pequeño Nicolás. Un fenómeno viral atrae siempre a unos freaks que te reivindican".

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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