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Un boceto de Goya cuadruplica su precio en Nueva York

Uno de los dos apuntes que se conservan de un cuadro decisivo en la trayectoria del pintor rompe las expectativas de Sotheby's y se vende por 1,6 millones de euros

Fragmento del boceto realizado por Goya, en 1770, para el cuadro “Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes”.
Fragmento del boceto realizado por Goya, en 1770, para el cuadro “Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes”.Sotheby's

El segundo boceto del cuadro Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes, que Francisco de Goya (1746-1828) presentó al concurso de la Academia de Bellas Artes de Parma, en 1771 -y que perdió ante el local Paolo Borroni- se ha vendido este miércoles en Sotheby’s Nueva York por 1,6 millones de euros. El precio final ha desbordado las estimaciones de la casa de subastas, que aseguraban no pasaría de los 700.000 euros. Ha sido adquirida por un coleccionista privado de Nueva York, ciudad en la que para desde enero de 2000. Ese año se vendió en la misma sala por poco más de 400.000 euros. Salió de España tras pertenecer a una familia del País Vasco. Solo ha vuelto para una exposición temporal, en 2008, en Zaragoza.

El motivo de tanta atención quizá haya sido que en el catálogo de Sotheby’s se asegura que es la referencia más antigua que existe de Goya. Sin embargo, Arturo Ansón, especialista en Goya y en sus períodos formativos, lo niega. En el Museo de Bellas Artes de Zaragoza se conserva un boceto anterior al subastado, entre otras piezas. En el apunte de Nueva York las facciones de los rostros, la iconografía, las actitudes y los colores están más detalladas y fijados. Es un boceto previo al cuadro pero muy avanzado, que se conserva en la colección de la Fundación Selgas-Fagalde de Asturias tras ser descubierto por Jesús Urrea, en 1993. En el Museo del Prado también se conserva el Cuaderno de Italia, donde el pintor realizó los estudios de armaduras y apuntes de figuras. Pero, tras la derrota en Parma, el cuadro cayó en el silencio.

Goya viajó a Italia, entre 1769 y 1771. Acababa de cumplir 23 años y quería regresar a España convertido en gran pintor. Vio en el concurso de Parma la oportunidad de volver con un galardón que le abriera las puertas de Madrid, pero no pudo ser. “Obtuvo seis votos, es decir, no lo perdió por goleada, pero lo perdió ante un alumno de la casa. Le reprocharon cuestiones sobre el color, una excusa de mal pagador”, dice al otro lado del teléfono Ansón, que ultima un volumen sobre los años de formación del pintor aragonés para el Queens College de Nueva York. El historiador ve la herencia del pintor barroco italiano Corrado Giaquinto (1703-1765) en este boceto, sobre todo en la alegoría del río Po, ese ser en primer término que da la espalda al público, “y que vuelve a repetir en otras composiciones, como en la de El Coloso”.

Entre el éxito y la decepción

No es difícil establecer una comparación entre Aníbal y Goya en el instante retratado, un momento en el que el general cartaginés observa la llanura italiana y su triunfo, mientras atraviesa los Alpes. El pintor atraviesa su periodo más delicado en ese viaje previo a sus conquistas, cuando Antón Rafael Mengs (1728-1779) lo llama para hacerse cargo de los cartones para tapiz, en enero de 1775, cuatro años después. “Volvió muy decepcionado con la derrota. Para él presentarse con el premio habría sido la culminación a su viaje. Le habría abierto antes las puertas de la Academia de San Fernando y su éxito en Madrid. Estos cuatro años en Zaragoza fue un pequeño parón en su trayectoria”, explica Ansón.

Tanto los dos bocetos como el cuadro suponen un paso determinante en la carrera de Goya. En Roma cuaja como gran pintor y se descubre en sus toques de luz, en las expresiones y en la composición. Todavía predominan los tonos rosa, azul y amarillo. Maneja los contrastes de luz y sombra para destacar el grupo central en torno al protagonista. Como escribió Nigel Glendinning: “Está muy meditada la expresión de energía, resolución y anhelo o ansiedad en la cara del general”. Sorprenden los dotes de ilusionista prematuro, al enfrentar la tropa oscura a la izquierda y el grupo de soldados de la derecha. Pero el esfuerzo no le reporta los beneficios y esperanzas que había puesto en el cuadro. “En ese Goya ya hay notas de modernidad. Cuando regresa de Italia ya es un excelente pintor y, sobre todo, tiene una mucha capacidad de imaginar y de componer modelos propios”, añade Arturo Ansón.

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