Andreu Buenafuente: “Haremos los Goya con autocrítica y cariñito. Esto no es Hollywood”
El cómico dice ser "más de Billy Crystal que de Ricky Gervais"
Las oficinas de Buenafuente en Madrid ocupan un piso alto en medio del caos de la plaza del Callao. Llueve, hay atascazo, llego tarde, he perdido el móvil y no puedo avisar del retraso. Él me espera abajo fumando un pitillo entre un follón de andamios y contenedores de obra. El día que nos vemos acaba de volver de su baja por una operación de espalda, en unos días se hará pública la venta de su productora, y en otros pocos presentará la gala de los Goya, pero el jefe del cotarro luce serenísimo. Zen, inclusive. En parte para excusarme, en parte para romper el hielo, le confieso mi drama matutino. ¿Hielo? ¿Qué hielo?
Llego histérica por ir sin móvil ¿Estamos tontos o qué nos pasa?
Sí. Absolutamente. Y fíjate que en este momento, sin móvil, eres libre. Estás gozando de una libertad que a la vez te está atormentando, eso es lo paradójico. La libertad empieza a ser apagar el móvil, no estar geolocalizado. ¿Te acuerdas cuando te ibas y decías ya llegaré? Lo echo de menos.
Creo que en su convalecencia ha estado a dieta digital.
Pues chica, un poquito. Me propuse no estar en redes sociales, con las que tengo una relación un poquito de hartazgo. Una de las cosas que he descubierto es que leer está retomando un valor que creíamos olvidado. He recuperado ese placer que parecía antiguo, viejuno. Tiene algo de antisistema. Estoy leyendo como nunca.
Entre su operación de espalda y la venta de su empresa, empieza 2020 soltando lastres.
Bueno, digamos que he recogido los frutos de tantos años, pero tampoco puedo retirarme al Caribe, porque al final la empresa eres tú y tienes que seguir trabajando. Tengo el destino de ser clase obrera. Ahora puedo trabajar tranquilo, amparado. Si el mundo se hunde, yo no me hundo.
¿Como presentador de premios de cine es más de Billy Crystal o de Ricky Gervais?
Pues mira, de Cristal. No podemos mirarnos en el espejo deformado de los Oscar. Esto no es Hollywood. No puedes decirle lo mismo a Antonio de la Torre que a Johnny Depp. Aquí hay un 80% de paro en la profesión. Haremos unos Goya con autocrítica y parodia, pero también cariñito y apoyo. Me han llamado cagao por decir esto. Pues mira: para ti la perra gorda.
Évole, Berto, Broncano, Bob Pop. ¿Cuántos discípulos le faltan para los 12?
Tengo más. Cuando me retire me van a conocer, más que por lo que hice, por lo que ayudé a que se hiciera. En el fondo es egoísmo sano. Me hice productor por obligación. Me gusta rodearme de gente con talento. Igual he sido un tontín, pero si he podido ayudarles a desarrollar sus ideas, lo he hecho. Así construí mi carrera desde hace 30 años. De repente, un día me giré, como en Forrest Gump y había detrás de mí como 100 tipos y tipas geniales haciendo reír, en el fondo porque yo lo he propiciado. Y me encanta.
¿No tiene celos profesionales?
Tengo lado oscuro, no soy un ángel de la guarda. No sé si son celos, pero lo intento reconducir en motivación. Aprendo mucho de mis compañeros, lo digo con honestidad y sin falsa modestia. Si les va bien y son mis amigos, a mí me va bien. Hombre, a veces pienso que podría haber hecho películas de prota, esas veleidades que tenemos en el artisteo, nada grave.
Con 54 años y 30 de oficio. ¿Le han dicho ya lo de 'ok, boomer'?
No, pero a veces les veo la mirada de 'ay, el veterano', y no sé cómo combatirlo. No eres viejo ni joven: ser joven es tener 18 años. Por un lado, me jode un poco. Estoy más feliz y pleno que cuando estaba todo el rato intentando demostrar cosas. Noto algo parecido a la serenidad, y creo estar al día. De mayor no quiero ser moderno ni importante, sino actual.
Ahora que le ve menos gente, es quizá más popular que nunca.
Tuve un tramo jodido. Me sentí descabalgado de la tele de gran consumo. Y fue bonito porque me planté en Madrid con mi carpetita en 2015 y en Movistar me dejaron hacer un late, tuve que pellizcarme para creérmelo. Decían que me iba a estrellar, que iba a desaparecer. Pero siempre he seguido mi intuición. Y el pago, sin ser yo un supremacista del pago, que los hay, me pareció un buen refugio para los buenos contenidos. Ya no tenía éxito en la tele en abierto, y me ha tocado un poco la lotería, también te digo.
De entrevistadora a entrevistador, ¿cuáles son sus trucos?
Ninguno. Eso es como el Santo Grial. Si lo descubro, lo patento y me retiro. Yo nunca me gusto, con el tiempo solo he aprendido a conformarme. Lo que sí sé es cuando alguien interesa y cuándo no. La gente dice que son patrañas mías, pero sé leer el silencio en plató, que a veces es concentración, y otras, desinterés. Un tipo que generaba un silencio que se cortaba era Eduard Punset. Tenía un lago mágico que conseguía que, de repente, 150 personas estuvieran conectadas con él. Otros, no.
¿Como quiénes?
No lo diré, por elegancia, pero notar el desinterés en directo es terrible. La otra persona igual piensa que está en el cénit de su carrera y tú sabes que no está conectando, tienes que sacar adelante 12 minutos de entrevista, y es muy duro. Ahí el entrevistado perfecto es Ricardo Darín. Divierte, interesa, juega contigo. Cuando viene gente así digo: ya no trabajo, lo haces todo tú solito.
¿Quién le cuesta más que se ría?
Mi hija, me cuesta horrores sacarle una sonrisa. Es muy seria, mi público más exigente. Llego a casa después de intentar que no se duerman y que se rían 150 personas, y me meto en una habitación a intentar que una sola persona se duerma y no se ría. A veces ni se duerme ni se ríe. Me pone en mi sitio. Yo me parto con ella. Soy su fan. Los niños son el humor en estado puro.
Santiago Abascal ha rechazado la invitación a los Goya. ¿Él se lo pierde?
Tengo por costumbre no hablar de Vox en serio, y me va de miedo.
Señor (y señora) Goya
Andreu Buenafuente (Barcelona, 54 años) y la actriz Silvia Abril, su pareja, presentarán por segundo año consecutivo la gala de los Goya. El director de 'Late motiv' (Movistar) acaba de vender su productora y a partir de ahora se dedicará en exclusiva a lo suyo: hacer reír al prójimo.
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