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El Museo Reina Sofía refuerza la presencia del cartel en sus colecciones

La institución adquiere 61 piezas de finales del XIX y principios del XX y sigue la estela de otros museos como el MoMA y el MNAC, que lo incluyen como parte esencial del relato museográfico

'Tchapaief. El guerrillero rojo', litografía de Josep Renau adquirida por el Reina Sofía.
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El 17% de las 22.500 obras del Reina Sofía son donaciones

El Museo Nacional Reina Sofía ha adquirido en subasta 61 carteles publicitarios de finales del siglo XIX y principios del XX, por 38.000 euros, en la casa Soler y Llach de Barcelona. Además de la mítica imagen del niño de Freixenet, hay obras de Josep Renau, Josep Obiols y Ramón Casas, entre otros. “La incorporación de estas piezas forma parte de un proyecto de mayor envergadura del museo, cuyo objetivo es integrar dentro de la colección permanente el cartel como paradigma del objeto artístico al servicio de la sociedad”, explica Rosario Peiró, jefa del área de colecciones del Reina Sofía. Estos carteles serán parte esencial del nuevo relato museográfico, que sustituirá al creado en 2009 y cuya inauguración está prevista para marzo de 2021.

De momento, el Reina Sofía expone algunos ejemplos de los carteles que Josep Renau realizó durante la Guerra Civil como elementos de propaganda del ejército republicano. Pero la institución tenía un agujero en referentes de estos otros ejemplos fundamentales para el retrato de la sociedad y la política que emerge en el cambio de siglo. Peiró recuerda que se formó en el departamento de carteles del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, donde en 1937 se pudo ver una gran exposición de afiches de la Guerra Civil española. El Reina Sofía, como reconoce la jefa de colecciones, aspira a darle una importancia similar a este género artístico que rompió la barrera entre la alta y la baja cultura. “Esta compra es fundamental para mostrar la imaginería que configura la cultura española”, añade.

La oportunidad saltó hace unos meses, cuando salió a la venta la colección personal de Josep Torné, que se había dedicado a adquirir programas de cine, cromos, tebeos y carteles. A su muerte, la familia puso a la venta este tesoro, cuya pieza mayor fue un cartel del pintor Cassandre, vendida por 27.000 euros. Por él pujaron coleccionistas estadounidenses y el precio de remate desbordó las reservas del Reina Sofía, que tuvo que dejarlo escapar.

Cartel de Artiach de Emilio Ferrer (c. 1925).
Cartel de Artiach de Emilio Ferrer (c. 1925).

Refuerzo de la pintura

El cartel de la manola con mantón de Manila, que lleva de la mano al mono, mide dos metros de altura y está dividido en tres partes, para ser pegado con facilidad en las paredes. Con la incorporación de los dos famosos carteles de Anís del mono, hechos por Ramón Casas en 1898, el Reina Sofía arropa su pieza museística más importante de ese momento: La mujer en azul, que Picasso pintó en 1901. “Son esenciales para montar diferentes líneas de lectura y comprender la creación de esta pintura clave”, cuenta Peiró, que indica que las piezas de Casas muestran la presencia de lo francés, la imagen de la mujer y el ambiente de la noche. Son ejemplos esenciales para recrear ese instante decisivo en las artes plásticas.

El cartel inicia de esta manera un viaje paradójico. Nació para vivir y gritar pegado a los muros de las calles y fue concebido para impactar y desaparecer. Sin embargo ahora, en las salas de exposiciones, es una obra de arte. “Es absurdo negar la importancia del considerado arte del pueblo. El cartel llegaba a todos los públicos por su carácter popular y debe integrarse en el museo junto con el resto de las artes, como el grabado, el dibujo o el cine”, sostiene Francesc Quílez, conservador jefe del Gabinete de dibujos y grabados del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), el otro gran centro español que ha integrado el cartel en el relato de sus colecciones.

Hace cuatro años, con la reordenación de la colección realizada bajo dirección de José Lahuerta, el cartel subió a sala. Hace un año el MNAC ha reformado su narración museográfica y los carteles han salido reforzados, con casi un centenar expuestos. No tienen presupuesto de adquisiciones y desde hace cinco años no han comprado ningún cartel, pero tienen 1.500 piezas en sus fondos, gracias a las colecciones de Lluís Plandiura y Alexandre de Riquer. Sobre la Guerra Civil cuentan con los préstamos de la colección particular más importante del país, la del empresario Luis Carulla Canals, fallecido en 1990.

Quílez constata la pérdida de valor económico en las subastas de la pintura del XIX y la estabilidad de los carteles de la misma época. Desde la casa de subastas Soler y Llach, donde el Reina Sofía ha adquirido los 61 carteles de esta importante colección, aseguran que desde 2012 el interés por este género había caído hasta 2019, momento en que el cartel ha vuelto a renacer gracias a la atención que ya le prestan los museos.

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