El milagro de exponer a Mondrian en el Reina Sofía
El museo inaugura una gran muestra sobre el artista pese a los obstáculos derivados de la crisis del coronavirus: desde préstamos cancelados a correos que se negaban a viajar a Madrid
Con las grandes exposiciones europeas canceladas y mientras los más importantes museos españoles se han visto obligados a reinventarse a golpe de fondos propios (El Prado con Invitadas o el Thyssen con Expresionismo alemán), el Reina Sofía inaugura una muestra internacional de altos vuelos prepandémicos: Mondrian y De Stijl (hasta el 1 de marzo). El montaje corona una aventura que empezó hace tres años y que ha tenido que sortear la negativa de algunas colecciones internacionales a cumplir sus compromisos, así como la imposibilidad de conseguir correos (esos restauradores que viajan con las obras prestadas) dispuestos a jugársela en plena segunda ola con destino a una ciudad que hace unas semanas ocupaba los titulares de todo el mundo por su situación epidemiológica.
Finalmente, la solidaridad entre museos y la colaboración de expertos desinteresados han hecho posible que en el edificio Sabatini se muestren 93 de las 100 obras previstas. Los seguros no se han visto afectados por contar con la garantía del Estado. Total: 625.275.710,94 euros.
La ocasión lo merecía. La exposición es el plato fuerte de la celebración del 30º aniversario del Reina Sofía. Su presentación estaba prevista para abril e iba a ser la gran exposición de primavera-verano del museo. Manuel Borja-Villel, su director, cuenta que, con ella, trataba de reconocer la influencia de Mondrian (Amersfoort, 1872–Nueva York, 1944) en el siglo XX. Para ello, contaba con la colaboración del Kunstmuseum de La Haya. Prestaban unas 60 obras, y el resto vendría de colecciones internacionales públicas y privadas, muchas de ellas holandesas. “En España”, explica, “no hay obra de este artista salvo en el Thyssen, quienes generosamente nos han prestado tres cuadros”.
La primera dificultad vino con los cambios de fechas para los préstamos comprometidos. De primavera había que pasar al otoño, y la vuelta del verano puso a España a la cabeza de infectados. Se multiplicaron las reticencias a mantener los compromisos y nadie quería viajar a Madrid. El director del museo recuerda que fueron incontables las llamadas a responsables de colecciones que él conoce personalmente. Con la ayuda de Hans Janssen, comisario de la exposición, casi todos los acuerdos se reafirmaron. La excepción fue el MoMA. El museo neoyorquino había accedido a prestar dos cuadros de Mondrian y cinco de Theo van Doesburg, del grupo De Stijl. La situación excepcional que vivía la ciudad estadounidense, entre la pandemia y las vísperas electorales, unida a la falta de personal, fueron argumentos inamovibles para la negativa. En el resto de museos colaboradores se planteó un nuevo problema: ¿quién se prestaría a ser correo en una situación como la actual? En el caso de Mondrian, ese papel, esencial en cualquier exposición, es, si cabe, más importante, debido a las finas capas de pintura que utilizaba en su trabajo. En el museo de la Haya decían: prestar, sí; viajar a Madrid, imposible. Y entonces apareció Beatriz Lorente, madrileña residente en Holanda desde hace décadas. Trabaja como restauradora independiente para el museo de la Haya. Ella se ofreció a ejercer de correo para todos los cuadros procedentes de Holanda que viajaron juntos por carretera en las condiciones que pactaron los dos museos.
Una fórmula inédita
Para otros préstamos dispersos por el mundo se ha recurrido a una fórmula inédita hasta ahora en una exposición de estas características, y que viene avalada por el grupo Bizot (Grupo Internacional de Organizadores de Grandes Exposiciones): un seguimiento virtual del viaje de cada una de las piezas, de manera que se controla al detalle tanto la obra como su movimiento. De esta manera, han viajado piezas prestadas por el Museo de Arte de Cleveland, la Curtis Gallery de Monterrey (California), el Wadsworth Atheneum de Connecticut, el Moderna Museet de Estocolmo o la Fundación Beyeler de Basilea.
Así, batalla a batalla, los cuadros han ido llegando durante las dos últimas semanas al Reina Sofía. “La decisión del grupo Bizot ha sido esencial para conseguirlo”, afirma Borja-Villel. “Los acuerdos de los museos se fueron emitiendo uno tras otro y han venido para quedarse y facilitar las cosas en estos tiempos de dificultades inimaginables”.
La solución no ha encarecido la exposición, unos 650.000 euros en total, cifra similar a la de otras grandes, realizadas con préstamos extranjeros. El director del museo precisa que el transporte ha sido lo más costoso, unos 500.000 euros pese a que la licitación permitía llegar a los 700.000. El resultado es una reconstrucción completa y cronológica de la obra de Mondrian y del grupo De Stijl (El estilo).
En ausencia del comisario titular, Hans Janssen, ha sido Borja-Villel el encargado de dirigir el montaje. Las dos primeras salas muestran obras del joven Mondrian en las que exhibe su dominio de la pintura y la influencia de maestros holandeses determinantes, como Frans Hals o Van Gogh. Durante la Primera Guerra Mundial, conoció en la Holanda neutral a Van Doesburg y, junto a él y otros dos artistas (Van der Leck y Huszár), fundan en 1917 la revista y el movimiento De Stijl. Con ellos rechazó la realidad como referente de la obra y simplificó el lenguaje pictórico a sus elementos básicos, conocidos como neoplasticismo. Los preceptos del grupo extendían también los principios de la abstracción de la pintura y la escultura a la arquitectura y el diseño gráfico e industrial.
La exposición avanza entonces hacia su abandono del grupo, en 1925, y a su decisión de depurar las líneas geométricas en torno a tres colores: rojo, azul y amarillo. Con la Segunda Guerra Mundial, Mondrian se trasladó a Londres, y desde allí a Nueva York, ciudad en la que murió.
Babelia
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