Alberto Manguel dona a Lisboa los 40.000 libros de su biblioteca
La capital portuguesa rehabilitará un palacete para acoger la valiosa colección del escritor argentino, que permanecía almacenada en Montreal desde 2015
El tesoro bibliográfico de Alberto Manguel (Buenos Aires, 72 años), formado por unos 40.000 volúmenes, llevaba cinco años encerrado en cajas en un depósito de Montreal. Tras su abrupta salida de Francia, su propietario recibió varias ofertas para acoger la colección —ninguna de ellas procedente de España—. Ninguna llegó tan lejos ni le agradó tanto como la formulada a principios de este año por el alcalde de Lisboa, el socialista Fernando Medina. La propuesta incluía la creación del Centro para el Estudio de la Historia de la Lectura, a partir de la colección, en el palacete de los marqueses de Pombal, un predio del siglo XIX de arquitectura tardo barroca y neoclásica que se encontraba vacío y que requiere una restauración, que también se sufragará con fondos municipales.
Además de pagar los salarios de cuatro bibliotecarios, el Ayuntamiento le ofreció al propio Manguel la dirección del futuro centro. “Yo no podía creer que realmente me estuviera haciendo la oferta”, señaló a EL PAÍS el escritor por correo electrónico. En contrapartida, donará a la ciudad el conjunto bibliográfico, donde existen valiosos ejemplares como una Biblia del siglo XIII o una historia de la literatura donde Borges esquematizó su futuro cuento La busca de Averroes.
“Después de dar sepultura a mis libros cuando me fui de mi paraíso en Francia, no soñé con otra cosa que con su resurrección”, cuenta Manguel. Hasta 2015 vivió en un antiguo presbiterio en el valle del Loira, en cuyo granero había instalado su biblioteca. El escritor atribuye a sus opiniones contra el presidente conservador Nicolas Sarkozy (2007-2012) la persecución burocrática —le exigían documentos de la compra de cada volumen— de la que empezó a ser víctima, que le forzaría a marcharse a Nueva York. Entre 2016 y 2018 se ocupó de la dirección de la Biblioteca Nacional de Argentina durante el Gobierno de Macri.
Desinterés español
“Hubo muchos intentos de volver mis libros a la vida”, continúa por vía electrónica Manguel. “Una fundación fue creada en Nueva York para traerlos a Manhattan, pero los organizadores no pudieron convencer a los propietarios de que cediesen un edificio para alojarlos; luego hubo planes para instalar la biblioteca en Montreal y también en la ciudad de Quebec, y también estos fallaron. Las ciudades de México, Estambul, una aldea cerca de Nápoles también fueron propuestas”.
Para sorpresa del propietario, ninguna de las ofertas llegó de España. “Yo pensé que quizás la Casa del Lector en Madrid o alguna universidad amiga como Salamanca o Granada se interesarían por el proyecto, pero a mi gran pesar no hubo ninguna oferta”, señala. “Ninguna biblioteca es neutra”, afirma el alcalde Fernando Medina, “esta va a ser un símbolo de apertura, muy necesario para los tiempos sombríos que vivimos”. El regidor estima que en dos años la institución estará en pleno funcionamiento, aunque la idea es que se vaya abriendo progresivamente. El centro contará además con un consejo honorario en el que participarán escritores como Margaret Atwood y Salman Rushdie.
“La ciudad tiene un excelente sistema de bibliotecas, pero todas en portugués”, opina Alberto Manguel, premio Formentor en 2017. “Mi biblioteca representa varios otros idiomas europeos, así como un buen material de investigación sobre la historia de la lectura (mi tema, por supuesto)”, precisa.
El regalo de Borges
En Mientras embalo mi biblioteca (Alianza, 2017), la elegía que escribió sobre las decenas de miles de volúmenes que envió a Montreal tras verse obligado a dejar su casa en Francia, enumera algunos de los miembros más queridos de su santuario: una antología de bolsillo de Tennyson que subrayó cuando era niño; un ejemplar del De rerum natura de Lucrecio que usaba en sus clases de latín; una edición española del tratado De la guerra, de Claussewitz, que perteneció a su padre; un Quijote cuya editorial cerraron los militares en Argentina y cuyo editor, Isaías Lerner, tuvo que exiliarse; un libro de Kipling, Stalky & Co, que Borges leyó en su adolescencia en Suiza y que le regaló en 1969 al joven Manguel, que le ayudaba a leer en Buenos Aires cuando perdió la vista.
—¿Piensa conservar alguno de ellos?
—Quizás. Pero donaré muchos de mis ejemplares más queridos, como una Biblia manuscrita e iluminada, compuesta en el siglo XIII en un scriptorium alemán, y una Historia de la literatura arábigo-andaluza, de González Palencia, firmada por Borges en 1934, con el esquema detallado, en la diminuta caligrafía borgesiana, de lo que sería, años después, su ficción La busca de Averroes. Este fue el último libro que encontré por azar en Buenos Aires el día antes de irme [en 1969, a vivir a Europa], como otro regalo de Borges o de su fantasma.
“A lo largo de estos cinco años”, recuerda Manguel, “visité mis libros en su depósito de Montreal, como uno visita a sus queridos difuntos en el cementerio, y abrí unas pocas cajas para tener en mis manos una vez más algunos de los libros, al menos por unos minutos. Ahora, felizmente, están todos embarcados rumbo a Lisboa”. El escritor y traductor se siente unido por algunos hilos a la capital portuguesa, donde presentará oficialmente la donación el próximo sábado durante una firma de libros en la Feria. “Lisboa me eligió a mí. Pero yo la hubiese elegido por su tranquilo encanto y su cultura. Y recordemos que fueron portugueses los antepasados de Jorge Luis Borges”.
La biblioteca que une todas las demás
“Cuando a fines de los años ochenta empecé a concebir lo que acabaría siendo 'Una historia de la lectura' (Alianza, 1998), me di cuenta de que mi biblioteca —el conjunto de todas mis bibliotecas reunidas— estaba convirtiéndose en un archivo de fuentes para mi vasto proyecto”, explica Alberto Manguel. “Libros sobre la historia del libro, memorias de lectores, estudios sociológicos sobre la influencia de la imprenta, biografías de bibliotecas, y muchos temas más, empezaron a constituir el núcleo central. Y las otras secciones —desde la literatura española del Siglo de Oro hasta los libros de cocina, de teología, de misterio— se convirtieron en ejemplos de diversos tipos de lectura, contribuyendo a mi historia”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.