Fernanda Orazi y la vida multiplicada
La actriz habla de su interpretación en 'Doña Rosita, anotada', en los Teatros del Canal, y 'Los días felices', el clásico de Beckett
Fernanda Orazi acaba Doña Rosita el 29 de diciembre y comienza los ensayos de Los días felices el 13 de enero. En las dos, una sorpresa: su compañero es y será Francesco Carril. “Es un regalo que en ambas obras, y tan distintas, esté Francesco. ¿No es alucinante hacer dos obras seguidas?”, me dice. “Yo creo mucho en los compañeros de camino: hay un crecimiento personal y un crecimiento con los otros. Enraiza mucho más. Francesco es joven, pero es como si hubiera vivido varias vidas”. Da gusto escuchar a Orazi: casi tanto como verla actuar. Ahí va uno de los mejores párrafos de la mañana: “El teatro, a diferencia de otras artes, necesita generar pertenencia, comunidad. Familia, incluso”. Piensa unos instantes. Dice, de golpe: “Y territorio. Reconocerse en los otros”.
También, le digo, una rara coincidencia: dos obras con el mismo actor, y con dos Pablos: Remón y Messiez. “Son muy distintos y con universos muy distintos, pero coinciden en que viven una enorme libertad para crear, sin prejuicios, y creen radicalmente en lo que hacen y quieren”. Con Remón hizo Cuarenta años de paz y Barbados, etcétera. Con Pablo Messiez llevan mucha vida y mucho teatro a las espaldas. “Somos casi hermanos. Los dos vinimos de Buenos Aires e hicimos familia aquí. Hace poco hicimos allá Cae la noche tropical, porque los dos adoramos a Manuel Puig, pero hacía mucho que no estrenábamos juntos en Madrid. Nuestra memoria emotiva del teatro está en Madrid”, añade. Así, tras Doña Rosita, anotada, de Remón, en los Teatros del Canal, llega Los días felices, el clásico de Beckett dirigido por Messiez. No sé quién dijo, le comento, que la clave de su obra es sostener la vida con las palabras. “Cierto. Mirá, no sé cómo va a salir eso, pero yo le decía a Messiez que el universo de Beckett tiene tanto que ver con esa relación y me conmueve tanto…Y me maravilla. Cuando Rumbo a peor cayó en mis manos, pensé que era lo más increíble que leí en mi vida”.
Otra buena noticia: Orazi va a publicar un libro sobre la interpretación en la editorial Con tinta me tienes. “Me di cuenta”, me dice, “de que de repente había escrito ya 100 notas, y salían de la actuación, de dónde si no. Todavía no tengo título, pero podría ser La vida multiplicada, porque para mí eso es el teatro. Esa es la idea central. Como la vida no se puede alargar, quizás se inventó el teatro para ensancharla. Por varios lados, porque parte de mi trabajo es el entrenamiento actoral”. Me habla de maestros, con Ciro Zorzoli a la cabeza, y de proyectos locos: “Quiero hacer Medea, por ejemplo, y luego una comedia reloca. Envidio a gente como Capusoto, al que tú conoces. Y pienso que Medea no está en el lugar solemne de algunas tragedias”. Buena mezcla, le digo: Medea y Capusoto. “Si me das a elegir, la risa. La risa es el summum de la vida”, se despide Orazi.
Babelia
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