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LO MEJOR DE 2019 / ARTE NACIONAL

Un nuevo mapa para el arte en España

Este será recordado como un año de emergencia cultural frente a políticas que empujan a la precariedad

El Niño de Elche, durante su actuación en el Museo Thyssen-Bornemisza asociada a la exposición Más que humanas.
El Niño de Elche, durante su actuación en el Museo Thyssen-Bornemisza asociada a la exposición Más que humanas.iván hidalgo / tba21

Ocurría el jueves 31 de octubre en el auditorio del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. En el escenario, una araña de la especie Cyrtophora citricola dispuesta a bailar. En la voz, El Niño de Elche: experimental, expansivo, excepcional. La invitación de cantarle a un arácnido era una de las actividades al hilo de la exposición Más-que-humanas, donde se presentaron obras de Dominique Gonzalez-Foerster y Tomás Saraceno abriendo un diálogo sobre el poder de lo desconocido. Saraceno lleva tiempo interesado en el modo en que las arañas conocen el mundo a través de las vibraciones producidas en sus complejas telas por el sonido que las rodea, ruidismo que pasa absolutamente inadvertido para el oído humano. La idea de aquella comunicación interespecie, con un auditorio abarrotado, todo sea dicho, era doble: por un lado, amplificar las vibraciones de las telas y hacerlas audibles para nosotros, y por otro, traducir el sonido humano en vibraciones que actuaran sobre las cuerdas de las telas y que la araña pudiera percibir.

Tras un primer momento de duda escéptica, aquella jam session fue una revelación. Fuerza nueva y bizarra. No sólo por el diálogo animal con la exposición en la que se enmarca, seguramente una de las más interesantes que se han visto este año en Madrid. Ni únicamente por el estupendo proyecto que la promueve: el acuerdo entre TBA21 y el Thyssen-Bornemisza, que ha conseguido inyectar savia nueva al museo y trabajar en esa línea tan ansiada en el arte: la distancia cero entre áreas culturales. También con sus prejuicios asociados.

El caso es que El Niño de Elche cantó y la araña apenas se movió, aunque el alcance del aracno-concierto fue más allá. Tiene que ver con una actitud vital, la de mirar al diferente, el paso previo a todo acto compasivo. Poner el foco en un ser vivo al que solemos rechazar fue toda una declaración de intenciones sobre la necesidad de acercarse a lo distinto para, conociéndolo mejor, poder respetarlo más. Una metáfora global del interés último de lo artístico: hacer siempre el esfuerzo de pensar en lo que está ante ti, prestarle una atención real, no olvidar que viene de otro sitio que no tiene que ver con lo que crees, lo que temes, lo que esperas. Amarlo por ser como es: un enigma.

El Bicentenario del Museo del Prado deja un programa excepcional, un hito en su propia historia

Eso que parece tan obvio ha sido la gran piedra en el zapato de este 2019 en las artes plásticas. Un año que se recordará por su emergencia cultural, por sus injerencias extraartísticas y por políticas que llevan al sector del arte a la precariedad extrema. “Nuevas guerras culturales”, las define ADACE (Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España) en un comunicado enviado hace unos días. Se refieren a la destitución de directores nombrados siguiendo las reglas del Documento de Buenas Prácticas, aprobado hace ya 12 años, como el caso de Rafael Doctor en el Centro Andaluz de Fotografía de Almería. También el de Soledad Gutiérrez en CentroCentro de Madrid y el cinismo encerrado en llamar de “mutuo acuerdo” a la oferta de continuar como directora pero sin mantener su proyecto. Más casos: el de Isla Aguilar y Miguel Oyarzun en el Conde Duque de Madrid y la destitución de Belén Poole como directora del Centro de Arte de Alcobendas, que, pese a no ser nombrada mediante concurso, tenía entre manos un proyecto competente, con identidad propia.

Dice el último informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que estudia el panorama de las instituciones públicas, que España es el tercer país a la cola, tras Chile y Turquía, en el número de puestos directivos que son reemplazados con cada cambio de Gobierno. Tal vez haya que decir otra obviedad, que me quema en la palma de la lengua: las instituciones públicas no existen para dar votos a los partidos políticos en el poder, sino para cumplir una función pública: un acceso a las manifestaciones artísticas de calidad. Una calidad para la ciudadanía, pero también para el trabajo de los directores, que reclaman nuevas formas contractuales, recursos administrativos y de gestión que permitan una independencia real para desarrollar proyectos estables y a largo plazo.

Otro informe, el de MAV (Mujeres en las Artes Visuales) sobre exposiciones individuales entre 2014 y 2019, deja este año otro suspenso: solo 4 de los 20 museos y centros de arte más importantes de España cumplen con la Ley de Igualdad de 2007. Son el DA2 de Salamanca, el CA2M de la Comunidad de Madrid, La Panera en Lérida y el CAAC de Sevilla. Muchos otros se acercan a ese 40% de mujeres artistas en sus programaciones, como el Musac, el CAB, el Macba, el Museo Reina Sofía o Es Baluard, que este año, además, estrena directora: Inma Prieto. Un relevo generacional más que flagrante, ya que se expande a los fichajes de Tania Pardo en la subdirección del CA2M, Javier Hontoria en Patio Herreriano de Valladolid y Joana Hurtado en el Fabra i Coats de Barcelona. Maribel López también se ha puesto al mando de la feria española más internacional: Arco. Y un caso ejemplar, en cuanto a generación y género: el de Marti Manen al frente de Index Foundation, que cierra el año con el 100% de las exposiciones con artistas mujeres, también su plan para 2020.

El sector pide proyectos estables y la independencia real de las instituciones frente a los políticos

El arte es, a ratos, una manera de resistir el sinsentido de las cosas y, a ratos, también, de celebrarlo. Por eso, pese a todo, hay que decir que 2019 ha sido un año magnífico por sus exposiciones. Los programas públicos de museos y centros de arte cada vez tienen más peso, en muchísimos casos feminista, y expanden esa idea de cota asociada a lo expositivo. Un trabajo fundamental que no siempre se ve. Gracias a miradas como la de Marisa González empieza a funcionar una Wikipedia de mujeres artistas, y los dos premios más importantes, el Nacional de Artes Plásticas y el Velázquez, han ido también para ellas: Àngels Ribé y Cecilia Vicuña. El Bicentenario del Prado deja una programación excepcional, incluyendo esa habitación compartida de Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, convertida ya en un hito en la historia de la pinacoteca. ¡Enhorabuena! Sólo una duda: ¿por qué no una exposición propia para cada una?

Otra cosa tan insólita como hacer que baile una araña: Madrid se ha convertido en el reclamo para la apertura de galerías, de aquí y de allá. La idea de tejer una red de trabajo y contactos está clara, aunque bajo un centralismo acuciante. Las últimas en llegar han sido Aural y 1 Mira Madrid, el nuevo proyecto de Mira Bernabeu tras cerrar EspaiVisor en Valencia. Aunque antes lo hicieron The Ryder, con sede en Londres, y Carlier Gebauer y Kow con espacios en Berlín. Y hay más que abrirán el próximo año, engrosando la conocida calle del Doctor Fourquet en Madrid, a riesgo de colapso. La gran incógnita: ¿lo hará finalmente Hauser & Wirth en Menorca?

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