_
_
_
_
PURO TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tres cabalgan juntas

'Las bárbaras', de Lucía Carballal, es un multiacierto: una comedia crítica, ácida, con tres fenomenales actrices y muy bien dirigida

Una escena de 'Las bárbaras'.
Una escena de 'Las bárbaras'.MARCOS G. PUNTO
Marcos Ordóñez

Tres amigas “de toda la vida” se reúnen en un hotel fronterizo convocadas por una muchacha muerta. Pero Las bárbaras, de Lucía Carballal, que se está viendo en la sala Francisco Nieva del Valle-Inclán, no es un drama. Y por otro lado, definir a Encarna (Amparo Fernández), Carmen (Mona Martínez) y Susi (Ana Wagener) por sus profesiones es quedarse bastante corto. Hay que escucharlas hablar, lo que dicen y lo que no se han dicho en los últimos años. Hablar de cómo son sus vidas, de lo que han dejado atrás, de a lo que no quieren renunciar. Contra todo lo que tuvieron que luchar sin perder nunca del todo el sentido del humor. Carballal ha tratado de “observar sin imponer mi juicio a una generación crecida en el franquismo, que experimentaron una ruptura histórica con madres y padres”. Pero Las bárbaras tampoco es una proclama. De algún modo, la autora quiso escuchar a esa generación, tender un puente “pasando por encima de nuestras diferencias, que son muchísimas”. O, como apunta Carol López, su directora, quizá sea “una crítica del feminismo desde el feminismo” en clave de comedia de bulevar. Es singular, desde luego, pero diría que no es su tema central: la función es caleidoscópica y aborda muchos asuntos, con el paso del tiempo a la cabeza. Hay que celebrar también que los papeles principales se hayan escrito para estupendas actrices maduras, demasiadas veces relegadas a roles por debajo de su valía. Y, sobre todo, destacar esa mirada llena de humor y bonhomía (pero también con dardos) sobre unos personajes construidos, como dice la autora, “con el derecho a la contradicción: ese lugar donde una idea y su contraria conviven en la misma persona, en la misma frase, en la misma emoción”.

Las criaturas de Lucía Carballal (la indefinible familia de Una vida americana, la pareja de escritores de La resistencia) funcionan porque te las crees, por el equilibrio entre tonos. Por ejemplo, entre el perfil realista de las tres mujeres y el detonante de la historia: la herencia oculta, deliciosamente inverosímil, casi de cuento. O esos diálogos que te hacen reír mientras sueltan verdades como puños, que parecen muy sencillos y a la vez son sofisticados, de alta comedia. En Las bárbaras todo funciona, incluso lo que está al borde del tropezón, porque está muy pensado y parece fluir por sí solo. Otro ejemplo: la escenografía de José Novoa para la sala de ese hotel irónicamente llamado Juventud, donde tiene lugar la acción. Tiene algo de espacio onírico, como diseñado por un discípulo de Lynch tirando a listillo, pero cuela porque no pierde la toma de tierra, combina así realidad y misterio, y evoca el espacio adolescente de las protagonistas.

El espectáculo ha sido, pues, un multiacierto. El texto, siempre sorprendente, de la Carballal; el espacio de Novoa; la dirección de Carol López, no en vano responsable de aquel celebrado Hermanas. Y acierto grande haber elegido a las tres amigas: ves y escuchas a Encarna, Carmen y Susi y te resulta muy difícil (a mí por lo menos) imaginarlas interpretadas por otras que no fueran Amparo Fernández, Mona Martínez y Ana Wagener. Las tres están fantásticas y pautan su material de maravilla: clavan frases y tonos como suelen hacerlo, por ejemplo, quienes trabajan para Alfredo Sanzol. Sin buscar la risa, pero precisamente por eso haciendo que te partas. O como solía hacer su abuelo morganático Jaime de Armiñán. Y a ratos, sin que tenga nada que ver con sus mundos, me recuerdan el humor sarcástico de Susan Harris, la autora de Las chicas de oro. A Amparo Fernández me la descubrió Carol López en Hermanas y no ha parado de hacer comedia: hacía tiempo que no la veía en escena y ha sido de nuevo un auténtico placer. De hecho es un regalo ver y escuchar a las tres. Ana Wagener tiene algo alegremente pérfido en sus réplicas a lo Dorothy Parker, y Mona Martínez me recuerda el burbujeo risueño de Concha Velasco.

Hay un cuarto personaje: adivinaron que se trata de Bárbara, pero es difícil adivinar (y no seré yo quien lo cuente) que está y no está en escena. Se reparten al enigmático personaje dos estupendas cantantes: Maria Rodés (discazo: Maria canta copla) y Tulsa (Miren Iza, ultrapresente en Los exiliados románticos, de Jonás Trueba). Lo de “está y no está” digamos que podría referirse a la esencia del personaje, muy bien dibujado. Sus versiones funcionan perfectamente, desde Yo no soy esa, de Mari Trini, hasta A quién le importa, de Alaska y Dinarama. También se agradece que no hayan caído en la sorna a la hora de elegir las canciones, que nos llegan con emoción y una suave melancolía. Otra buena elección de tono. Yo creo que Las bárbaras va a ser un éxito en toda España. Se lo merece.

Las bárbaras Texto: Lucía Carballal. Dirección: Carol López Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 24 de noviembre

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_