Cuando Blockbuster rechazó un futuro junto a Netflix
Un libro narra la negativa del gigante de los videoclubes a unirse a la empresa online y que terminó por marcar el destino contrario de ambos
Decir Netflix es pensar en ver series y películas al instante y a la carta, pero una vez fue un videoclub. Aunque se gestionaba por Internet, entregaba formatos tangibles. Y tuvo que competir con otros servicios, en especial con el coloso Blockbuster. Uno de los fundadores de Netflix, Marc Randolph, explica ahora en el libro That Will Never Work: The Birth of Netflix and the Amazing Life of an Idea (que en España publicará el 15 de octubre la editorial Planeta con el título Eso nunca funcionará) cómo fueron desdeñados cuando acudieron a lo que entonces era el gigante indiscutible de los videoclubs en busca de una alianza de 45 millones de euros. “Les costaba no reírse”, cuenta Randolph.
20.000 dólares (18.000 euros) y un sentimiento de rechazo convertido en actitud positiva fueron el punto de partida de Netflix para convertirse en uno de los actores principales del entretenimiento global. Ese dinero es lo que costó en 2000 a Randolph, según cuenta en el libro, y a su socio Reed Hastings contratar un avión privado para volar a Dallas de madrugada y llegar a tiempo a una nefasta cita con los jefes de Blockbuster que selló el destino de ambas empresas. El director financiero de la maltrecha Netflix, Barry McCarthy, dudaba, pero Reed fue tajante: "Barry, hemos esperado meses para lograr esta reunión. Vamos camino de perder 50 millones este año. Tanto si sacamos esto adelante como si no, otros 20.000 no marcarán la diferencia". Y a Dallas volaron.
Fundada en 1997, Netflix era entonces un videoclub online que enviaba por correo películas en formato DVD. Blockbuster, creada en 1985, estaba en el final de su esplendor. Tenía presencia mundial, con miles de establecimientos comiéndole el terreno a los videoclubes locales. Netflix se ofreció a ser la encargada de la parte digital, pero en Blockbuster les dijeron que cuando llegara el momento de dedicarse a Internet, ya lo harían ellos, que sabían lo que hacían. Eso no ocurrió. Nunca se adaptaron bien y la empresa quebró en 2010 con una deuda de 900 millones de euros. En 2014 cerró todas sus tiendas excepto una, que sigue abierta en Bend, Oregón.
“Vi [en el consejero delegado, John Antioco] algo que no sabía reconocer, su semblante serio se desequilibró ligeramente en la comisura de su boca. Fue algo pequeño, involuntario, y se desvaneció casi de inmediato. En cuanto lo vi, sabía lo que estaba pasando: Les costaba no reírse, escribe Randolph sobre el final de la reunión tras escuchar la oferta de Netflix. En el avión de vuelta, hicieron una reflexión: “Es obvio lo que hay que hacer”, les dijo a sus compañeros. “Ahora vamos a tener que patearles el culo”.
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