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ARTE

Precursoras de la ruptura

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona ofrece una amplia revisión sobre la vanguardia feminista de los setenta en diálogo con la de hoy

Ana Mendieta en una fotografía de su serie 'Glass on Body Imprints' (1972-1997).
Ana Mendieta en una fotografía de su serie 'Glass on Body Imprints' (1972-1997).verbund collection

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona reúne varias obras de la Verbund Collection sobre el arte feminista de los años setenta, a la vez que actualiza su legado en una segunda muestra, integrada por artistas de la siguiente ola y que hoy siguen en activo. Dicho esto, no esperen atravesar escenarios distópicos, perderse en laberintos o entre camas redondas, como viene siendo costumbre. El peso de ¡Feminismos! —­escrito así, entre exclamaciones— no está en el montaje. Tampoco en un giro curatorial inédito, sino en su programa de actividades y en la calidad de las obras que expone. Algunas son tan contundentes que casi hablan por sí solas. Otras no han perdido su complejidad y siguen fascinando; y finalmente están las que, sin envejecer tan bien, ilustran un periodo. Son hijas de su época… ¡y qué época!

Para Gabriele Schor, directora de la citada colección y comisaria de la primera parte, en los setenta el feminismo dio pie a un movimiento de vanguardia con sus afinidades temáticas y de lenguaje y, sobre todo, con una vocación rupturista, que es lo que se espera de toda vanguardia, que rompa con lo anterior. En este caso, con la visión de la mujer impuesta por la cultura hegemónica, como esposa y madre, objeto de deseo y consumo. Por eso no debe extrañar que en la selección se vean tantos rostros. Sus precursoras fueron de cara, como lo hicieron los estudiantes, pacifistas y miembros de la comunidad negra que protestaron en aquella década.

Obra de Auguste Kronheim.
Obra de Auguste Kronheim.verbund collection

La cuestión era reivindicarse, poner el cuerpo. Se ve en las Body Configurations, de VALIE EXPORT, sin duda una de las mejores obras de la exposición, o en el enigmático Estudo para dois espaços, de Helena Almeida. Es más, las feministas de aquel periodo no solo pusieron el cuerpo, sino que discutieron su representación, apoyándose en “nuevos medios”, y aquí entraría la fotografía, el vídeo o la performance. A veces, de manera poética, como es evidente en las imágenes espectrales de Francesca Woodman. Otras, parodiando su rol como amas de casa, y aquí se puede pensar en los dibujos y retratos de Birgit Jürgenssen. O tergiversando códigos, como en el genial Semiotics of the Kitchen, de Martha Rosler, vídeo inspirado en la cultura televisiva y con el que se abre la exposición.

En esa misma línea, también hay varios guiños a las madonnas y venus de los grandes museos (­ORLAN y Hannah Wilke), y más de una crítica al lenguaje publicitario. En este sentido es llamativa la imagen de Lynda Benglis por la que pagó 3.000 dólares, comprando un espacio en la revista Artforum, para poder anunciar su exposición. Gesto polémico con el que sacaba a relucir las miserias del arte y que en la sala se expone junto al caso de un violador múltiple cuya cobertura mediática dio pie a la performance In Mourning and In Rage, de Suzanne Lacy y Leslie Labowitz, por citar otra de las obras que pueden verse hasta el 1 de diciembre.

Las artistas de aquel periodo fueron de cara. No solo reivindicaron su cuerpo, sino que discutieron su representación

En total hay más de 200. Algunas ya se consideran hitos, que es uno de los objetivos de la colección: reunir lo que en inglés llaman land­marks o grandes referentes y exponerlos junto al trabajo de artistas menos conocidas, con la voluntad de reescribir la historia del arte, pues, si se han hecho lecturas feministas de otras épocas y colecciones, no se ha reconocido una vanguardia propiamente feminista, con sus rasgos y programa. Eso explicaría el carácter antológico de esta exposición y el riesgo que conlleva al construirla con criterios sólidos pero que a veces pueden resultar predecibles. En este caso, el material se ordena en cuatro ejes temáticos: del encasillamiento en el hogar a los dictados de la belleza, pero ¿por qué no ensayar otros menos evidentes o potenciar nuevos cruces?

Juega a su favor el que muchas de las artistas aún sean desconocidas. Lo curioso es que entre ellas también lo fueron, pese a la coincidencia de gestos, y esto quizá sea lo más excitante: descubrir que en la serie Poemim, Katalin Ladik rehace lo que Ana Mendieta presionando su rostro contra el cristal. O que en Martha Wilson hay un claro eco a Cindy Sherman que a su vez recuerda a otra obra de Marcella Campagnano. Asimismo, al ver el vídeo de Lydia Schouten cuesta no pensar en Silvia Gubern y Zoo, su performance en la Sala Vinçon, aunque esta no figure en la muestra. Sí lo hacen Eulàlia Grau, Fina Miralles o Àngels Ribé y otras cinco artistas nacionales que no estaban en la colección. Es un “rescate” digno de mencionarse, pues al verlas expuestas junto a sus coetáneas, una entiende que esta genealogía no está completa, que aún está por armarse, aunque su recepción haya sido irregular por la disparidad de contextos.

Renate Eisenegger en 'Hochhaus (Nr. 1)'.
Renate Eisenegger en 'Hochhaus (Nr. 1)'.verbund collection

La preeminencia del vector anglosajón y blanco es un hecho que la colección no oculta pese a representar a artistas de 73 países, lo que nos lleva a la segunda exposición. En Coreografías del género, el feminismo se pluraliza. En este contexto, la idea de “mujer” pierde su centralidad en favor del “género”, entendido no como un hecho biológico, sino como una construcción cultural y discursiva atravesada por varios factores. Por eso, en varias obras lo esencial es la palabra (Cabello/Carceller, Mireia Sallarès, Linda Porn) y se muestran prácticas que a su vez han tenido y tienen un importante desarrollo intelectual: de las teorías decoloniales al posporno, el queer o lo que hoy llamamos el poshumanismo.

El perfil de Marta Segarra, su comisaria, ya nos indica que en este caso el énfasis está en los contenidos, lo que tampoco es extraño: como cualquier vanguardia, la feminista brilló durante una época. En cuanto se la reclamó en otras batallas, perdió su carácter unitario, desvelando sus contradicciones y mezclándose con nuevas estéticas. De ahí que sea tan difícil seguirle el rastro pese al esfuerzo de esta y otras exposiciones parecidas por medir su alcance. Quizá ya no pueda abarcarse. En realidad, sería lo deseable.

‘¡Feminismos!’: ‘La vanguardia feminista de los años 70. Obras de la Verbund Collection, Viena’ y ‘Coreografías del género’. CCCB. Barcelona. Hasta el 1 de diciembre.

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