_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La distancia

Solo la irredenta habilidad de los abogados de los fugados y la necesidad de los informativos y tertulianos de rellenar su tiempo explicarían las ansias de marear a la perdiz y a la ciudadanía

Ángel S. Harguindey
Carles Puigdemont atiende a la prensa en Bruselas el pasado 26 de mayo.
Carles Puigdemont atiende a la prensa en Bruselas el pasado 26 de mayo.Yves Herman (REUTERS)

Los informativos y programas de tertulianos dejan sobrada constancia de ese fenómeno paranormal —lo que se encuentra al margen del campo de las experiencias normales— que es el caso de Puigdemont, un expresidente de una autonomía fugado de la justicia con nocturnidad y alevosía que se ha investido presidente, que reside a algo más de 1.340 kilómetros de la capital catalana en donde, al parecer, tiene un despacho vacío por decisión de su hooligan y sucesor en el cargo.

Más información
Hollywood
La isla
Homosexualidad

Para los legos en materia de Derecho, el mencionado caso es una caja de sorpresas permanente debido, fundamentalmente, a la habilidad de sus abogados defensores para embrollar lo simple, al tratamiento exhaustivo de las televisiones de todo lo relacionado con él y a la constancia de sus votantes a sabiendas de que solo le podrán ver a través de videoconferencia o en esa modalidad laica de peregrinaje a Bélgica.

Lo último, que dará que hablar durante días o semanas en las televisiones, es esa pura contradicción de querer recoger su acta de eurodiputado por delegación, es decir, de nuevo a distancia —lo que se sabe que no es legal, según los servicios jurídicos del Parlamento Europeo—, y acatar la Constitución en un despacho notarial de Bruselas. ¿Cómo se puede acatar la Constitución y negarse a venir al país que la votó mayoritariamente y bajo la que se ampara todo el armazón jurídico, entre otras disposiciones la de la obligatoriedad de su presencia ante la Junta Electoral Central?

Solo la irredenta habilidad de los abogados de los fugados y la necesidad de los informativos y tertulianos de rellenar su tiempo explicarían las ansias de marear a la perdiz y a la ciudadanía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_