La última patrulla
Hubert Mingarelli logra narrar una historia de guerra sin que nadie dispare un solo tiro


Es posible contar una historia de guerra sin que nadie dispare un solo tiro, trazar un relato de violencia y horror en el que no aparezcan muertos, ni escenas de combate. Eso es lo que consigue el francés Hubert Mingarelli (Mont-Saint-Martin, 1956) en su novela Una comida en invierno, estupendamente traducida por Laura Salas. Se trata de un relato corto, que apenas supera las 100 páginas, que transcurre en una helada Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Conviene desvelar lo menos posible sobre su desarrollo: arranca cuando tres soldados alemanes piden ser relevados de fusilar judíos y son enviados a una patrulla en busca de fugitivos que pudiesen ocultarse en los bosques.
Mingarelli es un escritor relativamente conocido en Francia, del que hasta ahora no se había traducido ninguna obra al castellano (al menos no figuran en el ISBN), pese a que su novela Quatre soldats logró el Premio Medicis en 2004 y fue finalista del Booker Prize por su edición inglesa. Desde luego en Una comida en invierno muestra una solidez narrativa notable y una gran capacidad para atrapar al lector con una historia solo aparentemente sencilla. Ocurren muy pocas cosas en su relato, pero la narración se amplía con una gran capacidad metafórica, sin que por ello los protagonistas se conviertan en arquetipos o en ectoplasmas al servicio del relato. Esta breve novela obliga al lector a reflexionar sobre las víctimas y los verdugos, sobre cómo los asesinos no son solo aquellos que aprietan un gatillo, sino todos los que participan de un sistema criminal.
Mingarelli sigue el principio que marca Tim O’Brien en su clásico sobre Vietnam Las cosas que llevaban los hombres que lucharon: “Una historia de guerra nunca puede ser moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis”. De Una comida en invierno solo se puede concluir que los soldados no quieren morir y que tienen frío y hambre. Y que en las guerras no existe la piedad.
Una comida en invierno. Hubert Mingarelli. Traducción de Laura Salas. Siruela, 2019. 120 páginas. 14,90 euros.
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