La vergüenza torera de Octavio Chacón
El torero gaditano, herido por el segundo toro de Victorino, cortó la primera oreja de la feria
De la cinqueña, con creces, corrida de Victorino Martín, el segundo fue la raspa que se coló en un lote de digna presentación, aunque fue toro bien armado, que despertó recelos de salida. No fue nadie ese toro en el primer tercio, incluso pareció flojear más de la cuenta. Pero en la muleta sacó la parte de alimaña que mantiene la leyenda de este hierro. Cortó por los dos pitones de forma descarada, en búsqueda y captura del cuerpo del torero y dejando la franela para el olvido.
Chacón tiró de valor desde el primer momento, sorteó los primeros regates, pero no le dio tiempo a salvar uno de esos escarceos del toro, que lo cogió por la ingle. Fue cuando lo pasaba sobre el pitón derecho en medios pases, porque el toro se negaba a circular hasta el final de cada muletazo. Asido Chacón al pitón izquierdo del toro, los segundos que el torero permaneció encunado parecieron horas. Se dio por hecho la cornada, aunque el gaditano, tras ser atendido en el estribo, volvió a la cara del toro. Mermado, plantó cara y a punto estuvo de vivirse otro momento de angustia. Valiente, firme sobre la arena, Chacón no se rindió al de Victorino y trató de ganar la partida por la vía de un valor seco, sereno, consciente y de buen toreo. Cobró una estocada algo pasada y el premio de una oreja fue merecido. No paseó ese trofeo por el ruedo, pues marchó directamente a ponerse en las manos de los galenos.
Corrido el turno —Varea mató en quinto lugar el que debió cerrar la corrida—, Chacón salió de la enfermería para despachar su segundo. Fue el toro de menos peso de la corrida, 486 kilos, pero lució dos considerables pitones, sobre todo el izquierdo, muy descarado. El de Victorino, recibido con alguna protesta, también pareció flojear más de lo permitido. Pero, como el resto del envío, llegó a la muleta entero, aunque con escaso motor, y Chacón tiró de él con suavidad y temple. No cabía otra cosa. En faena de poso y reposo, Chacón lo montó todo sobre el pitón derecho del toro. Por el otro ni el toro lo permitió, ni Chacón lo puso a prueba. Dos pinchazos enfriaron el resultado final, pero la vergüenza torera de un torero valiente quedó sobre la arena.
MARTÍN / RAFAELILLO, CHACÓN, VAREA
Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación, justos de fuerzas, de poco motor, algo quedados aunque noblotes en general, excepto el segundo, que sacó peligro por ambos pitones.
Rafaelillo: pinchazo hondo _aviso_ y dos descabellos (saludos); dos pinchazos (saludos).
Octavio Chacón: estocada pasada (oreja); dos pinchazos (ovación),
Varea: estocada baja _aviso_ (saludos); cuatro pinchazos y estocada _aviso_ (saludos con división).
Plaza de Valencia, 10 de marzo. 1ª de Fallas. Casi tres cuartos de entrada. Chacón fue asistido en la enfermería de una herida de 5 centímetros que no perfora testículo y varetazo en la fosa iliaca derecha. Al acabar la corrida fue sometido a una exploración más profunda, con resonancia incluida.
Los dos toros de Varea tuvieron sus opciones, sobre todo el tercero de la tarde. Un cinqueño bien pasado, el de menos cara, que acudió al pasito a la muleta, pero de muy aparente nobleza. Varea dibujó muletazos con actitud y buen concepto, pero se pasó de faena y la cosa acabó más gris de lo esperado. Su segundo también le dejó mostrar su buen concepto, sobre todo en el toreo sobre la derecha. Una primera serie, muy templada y llevando muy toreado al toro, prometió más de lo que después se vio. No quiso el toro cumplir sobre el pitón izquierdo, y cuando Varea volvió al derecho el toro ya lo había gastado todo. La espada restó puntuación final, pero quedó la sensación de un torero capaz que no se agobió en los momentos clave.
Rafaelillo se peleó con el primero de la tarde. Lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas y, siempre con el público a favor, se llevó con torería el toro a los medios nada más abrirse de muleta. Lo mejor vino en una primera tanda con la izquierda, no completa, pero con naturales sueltos muy logrados. No se entendió muy bien que no siguiera por ese lado y al pasarlo por el derecho el toro buscó los tobillos del torero. Cuando el murciano volvió a tomar la izquierda, con el toro más parado, ya todo resultó forzado e imposible. En el cuarto, un hermoso ejemplar, hubo más pelea que toreo. El toro no pasaba, se revolvía, y Rafaelillo le respondió con las mismas armas. Una labor efectista, pero un combate nulo en definitiva.
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