Olivier Norek, la novela negra y las vergüenzas de Francia (y de toda Europa)
El autor se sumerge en la situación de la Jungla de Calais para lanzar un grito sobre la inmigración con una trama policial de nuevo impecable
Olivier Norek ya no es el expolicía que escribe novela negra. Hace tiempo que se convirtió en un novelista que fue policía. Entre dos Mundos, su cuarto libro recién publicado ahora en español (en Francia está a punto de salir su quinta novela) lo confirma. En él, Norek deja atrás —para disgusto de muchos de sus seguidores— el mundo del neuf-trois, el 93, el conflictivo departamento de Seine-Saint-Denis, a las afueras de París, donde situó sus primeras tres trepidantes novelas en torno al capitán de policía Victor Coste y su equipo. Y se adentra en otros territorios más remotos para un parisino —pero no menos conflictivos— como es la región de Calais, el punto de la costa oeste francesa más próximo a Reino Unido. Entre dos Mundos es un relato espeluznante de la Jungla de Calais, el campamento de inmigrantes que llegó a contar con más de 10.000 personas que huían de todos los conflictos del mundo con la única intención de cruzar hasta tierras británicas, y que fue desmantelado por las autoridades francesas a finales de 2016.
Aun así, sigue siendo actual. Dolorosamente actual en momentos en que Calais vuelve a ser noticia por los intentos de las autoridades británicas y francesas de frenar las pateras con las que, desesperados, los migrantes siguen intentando cumplir su sueño. Un fenómeno que también tiene un fuerte eco en España, recuerda durante un encuentro en París. “No solo es todavía actual, sino que va a ser lo cotidiano”, advierte Norek. “Para la generación que viene, la inmigración va a ser su pan de cada día, porque además de las poblaciones que huyen de las guerras habrá inmigrantes climáticos y, si no sabemos cómo gestionar las 500.000 personas que pasan cada año por Europa, ¿cómo vamos a afrontar en diez o 20 años los diez, 30 millones de personas que vendrán del sur al norte? Es un libro que era actual hace dos años, que sigue siendo actual y que lo seguirá siendo en 10 años y en 50. Que hayamos destruido la Jungla de Calais no quiere decir que la situación se haya solucionado”, reflexiona este hijo de profesores, segunda generación francesa después de instalarse su abuelo polaco en Francia hace 80 años y de “sensibilidad más bien a la izquierdas”, dice con un guiño.
Con el cambio de territorio, llega un relevo de personajes que también muestra su madurez como escritor. Lo de despedirse del capitán Coste —aunque deja una ventana entreabierta, para no tener que hacer, si alguna vez llega el momento, una milagrosa resurrección a lo Sherlock Holmes— fue una decisión arriesgada pero muy consciente. “Cuando se empieza a escribir, uno necesita algo de seguridad. Mi seguridad era un decorado que conocía y un policía que conocía, porque era yo”, explica. Pero “no quería encasillarme, necesitaba demostrar que puedo abordar todos los temas que me interesan y que soy capaz de salir del 93”. Una decisión que, probablemente, dolerá a esos lectores que se sienten huérfanos cuando su detective favorito desaparece. Ahí está Pepe Carvalho, tan añorado que hasta acaban de resucitarlo. O Bernie Gunther (suspiros).
Si no sabemos cómo gestionar las 500.000 personas que pasan cada año por Europa, ¿cómo vamos a afrontar en diez o 20 años los diez, 30 millones de personas que vendrán del sur al norte?
Arriesgarse sin embargo puede ser bueno. En el caso de Norek, lo es. En Entre dos Mundos descubrimos un nuevo personaje, el teniente Bastien Miller. Un policía, sí, pero diferente a Coste, más familiar, en un entorno muy diferente, con códigos muy alejados del trabajo policial en las grandes ciudades, pero no por ello menos complicados o arriesgados. Y a Adam, el expolicía sirio que tuvo que huir del régimen de Assad y busca desesperado a su familia en la Jungla de Calais. O a Ousmane, el migrante sudanés que ha desistido tras varios intentos frustrados de llegar a territorio británico y sobrevive como puede en el infernal campamento, un lugar de reglas propias —y, a menudo, crueles— donde la policía no osa poner pie.
Tras Miller volvemos a sentir rezagos del policía que fue Norek, pero tras Adam y Ousmane hay una historia mucho más compleja. Los dos personajes llevan nombres reales de dos migrantes que conoció cuando vivió, tres semanas, en la misma Jungla, “con los inmigrantes. Porque cuando escribes sobre algo, tienes que conocerlo”, subraya mientras reconoce que hasta hoy le pesan las historias que escuchó en esa época.
Nuevos territorios
No habrá sin embargo otra novela sobre Calais. Con Entre dos Mundos, Norek siente que lo ha “contado todo” y que una segunda parte sería caer en la trampa comercial. O traicionarse a sí mismo y a esas personas que le confiaron sus historias, dice sombrío. Su gesto se vuelve a iluminar cuando habla de sus proyectos. Norek considera que escribir es como su “agencia de viajes” y tiene la firme intención de seguir descubriendo nuevos territorios.
De hecho, su nuevo libro, que saldrá esta primavera en Francia, se desarrolla en el campo, en Aveyron, en el suroeste del país y tiene, por primera vez, a una mujer (policía, por supuesto) como protagonista, que es “más Miss Marple que Victor Coste”. Pronto se irá a vivir a un faro para preparar su próximo libro y también coquetea con la idea de trasladarse, en el futuro, durante un tiempo a Saint-Pierre-et-Miquelon, un archipiélago francés al sur de la canadiense Terra Nova. “Me gustaría escribir una historia en ese lugar donde hace mucho frío, que es un poco nuestra Alaska”. Muchos proyectos que demuestran que puede haber Norek para rato. Para regocijo de muchos
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