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“El islamismo radical lo tiene fácil para atentar”

El novelista y expolicía francés Olivier Norek refleja en la cruda ‘Efecto dominó’ la brutal realidad del pulso entre agentes y delincuentes

Carles Geli
El novelista y exteniente de policía Olivier Norek, la semana pasada en Barcelona, donde acudió al festival literario BCNegra.
El novelista y exteniente de policía Olivier Norek, la semana pasada en Barcelona, donde acudió al festival literario BCNegra.JOAN SÁNCHEZ

En Efecto dominó (Grijalbo), dos miembros de un banda mafiosa de Córcega franquean la primera puerta del juzgado de primera instancia de Bobigny porque hace tiempo que no hay vigilancia en la reja y el interfono está roto; sortean el segundo control porque los guardas de seguridad (vigilantes subsaharianos sin papeles) nunca piden documentación alguna; y, ya dentro, nadie les pregunta nada, bajan tranquilamente al almacén judicial, reducen a la secretaria y se llevan por donde han venido las pruebas vitales de cinco crímenes. “En esa sala se guardan sobres lacrados con dinero, joyas, drogas o armas de pruebas de delitos que son vitales… ¿Que no se puede hacer? Yo mismo practicaba eso: hacía el gesto de enseñar la placa, pero sin nada en la mano, decía ‘Policía’ con voz fuerte, cabeza alta y mirada un poco baja y entraba en esa sala; ese atraco es perfectamente posible”, cuenta Olivier Norek (Toulouse, 1975), durante 15 años teniente de policía en el conflictivo departamento judicial de Sena-Saint Denis y, desde hace tres, autor de novelas negras donde no hay un gramo de mentira, todo es real como la vida misma, nada es de cartón–piedra. “Bueno, los personajes”, admite, tras sus ojos azules, el gran autor tapado de la 12ª edición del BCNegra, que terminó el pasado sábado y que ha significado la despedida de su comisario, Paco Camarasa. La verdad supura en cada página de Efecto dominó, premio de Novela Negra Europea 2016 que otorga Le Point y tercera presencia del capitán Victor Coste, aquí en un espeluznante viaje a la realidad policial y carcelaria de Francia con el pretexto de la operación de una familia criminal para sacar a uno de los suyos de prisión. Y como las cerezas, colgando de eso, pederastas, asesinos serbios, abogados de ética reprobable…

Pregunta. Trabajó para una ONG y estuvo dos años en el ejército, pero escogió ser policía. ¿Es más útil que todo lo demás?

Respuesta. Una ciudad, por más compleja que sea la situación de seguridad, no es una situación de guerra: las dimensiones del horror en un conflicto atañen a poblaciones enteras; por otro lado, con labor humanitaria, palías dramas, pero no resuelves nada.

P. Marveil es una cárcel inventada, pero hay de todo: ratas, garrapatas, droga, un funcionario cada 100 reclusos, mangueras contra incendios cortas, vista gorda ante la violencia entre presos, informes falsificados de los responsables… Parece un chiste o una hipérbole…

R. No me he inventado nada: escribo novela negra para denunciar los fallos del sistema que he conocido; en cada novela cojo un tema y lo convierto en caballo de batalla a partir de una investigación policial que denuncia esos fallos.

No me invento nada: escribo novela negra para denunciar los fallos del sistema que he conocido

P. La cantidad de detalles que ofrece es tristemente inquietante por tan brutales como reales: debe tener una buena red de confidentes…

R. No hago los libros solo, como no resolvía los casos solo; escribo con las técnicas que aprendí como policía: me rodeo de gente que sabe mucho. En el primer libro me costó encontrar confidentes; en el segundo, Territoires [2014, sobre los vínculos entre política y delincuencia] ya fue un poco mejor y para este he tenido contactos con directores de cárceles y de vigilantes que me han hablado abiertamente; en el que preparo sobre la jungla de Calais, a las 10 de la mañana lancé una llamada en Facebook para ver si había policías que quisieran entrevistarse conmigo: dos horas después tenía casi una comisaría entera, con sus móviles particulares…

P. Ha dicho la jungla de Calais…

Mi próximo libro será sobre la jungla de Calais: hay 10.000 personas en 10 kilómetros de dunas sin edificaciones, esperando saltar ilegalmente a Inglaterra; unos mil son niños...

R. Las corrientes de inmigrantes se dirigen ahí para saltar clandestinamente, en camión o en barco, a Inglaterra… Pues bien, hay una zona de unos 10 kilómetros de dunas, sin ni una sola edificación, donde, desde hace dos años, se hacinan unas 10.000 personas esperando su oportunidad, con todo el dramatismo y el horror y el terror que conlleva esa situación. Entre ellas hay, se calcula, unos mil niños. Eso ocurre en Francia, uno de los países abanderados de los derechos humanos…

P. Insiste aquí, como en su primera novela, Code 93 (2013), en el camuflaje institucional de las cifras de la delincuencia. ¿Nos mienten mucho sobre la situación real de la criminalidad?

R. Los políticos mienten constantemente sobre las cifras de la violencia, les interesa hincharlas en algunos aspectos para que se vea su supuesto buen trabajo y rebajarlas en otros para minimizar según qué fracasos: el ministro del Interior pregunta a un prefecto que quiere ser destinado a Niza o Marsella para tomar el sol cómo van los índices y aquel, claro, le dirá: ‘Sí, sí, las cifras bajan… ¿Puedes enviarme ya a la playa?’. En seguridad o violencia, nunca hay que creer lo que no hemos visto.

P. El psiquiatra de la prisión de su libro lo tiene claro: “No sirve de nada reparar mentes en plena tormenta; aquí solo hago de camello de antidepresivos y metadona”.

'No sirve de nada reparar mentes en plena tormenta; aquí solo hago de camello de antidepresivos y metadona', me confesó  un psiquiatra de una prisión

R. Esa frase, textual, me la dijo un psiquiatra de una cárcel; y me añadió: “Yo no resuelvo problemas, yo les dopo para tranquilizarles”; el 60% de los encarcelados delinquen de nuevo. El concepto de cárcel no funciona: nos olvidamos de que solo es útil si la reinserción está al final; no puedes coger a alguien que ha derrapado en la vida y extirparlo de la sociedad, encerrarlo para que se pudra en un lugar injusto y violento y luego sacarlo y colocarle de nuevo en el mismo sitio pensando que algo milagroso habrá acabado con la situación que vivía.

P. ¿Es de todo esto de lo que está cansado su capitán Coste, o de lo que se cansó usted?

R. Yo nunca me cansé de ser policía, conseguí no quemarme, por lo que escribo cuando aún quiero esta profesión; por ello mis policías son todavía solares, luminosos, tienen cierta alegría de vivir… Justo lo contrario de la mayoría de los del resto de las novelas negras, donde están rotos y alcoholizados, cuando no drogados…

P. Un catedrático de psiquiatría catalán, Adolf Tobeña, defiende en Neurología de la maldad que los malos nacen y que son entre el 1 y el 2% de la población. ¿Su experiencia como policía qué le dice?

R. Me cuesta creer que se nazca malo; creo más que es el contexto o la necesidad lo que puede despertar algo maligno en uno; y también puede ser que, una vez ejercidas, violencia y maldad te gusten.

Con la televisión e internet se ha democratizado en exceso la información y hoy criminal y policía están al mismo nivel tecnológico

P. En Efecto dominó, un pulso entre equipos policiales hace que un secuestro quede en manos del grupo menos preparado y cometan un error infantil que provoca un desenlace fatal; un alto mando policial es definida como “despectiva con sus hombres, agresiva con los de su mismo rango y dócil con los mandos”. ¿Habitual todo esto?

R. El caso del error lo viví y es real, con la diferencia de que tuvimos suerte y el secuestro no acabó en muerte. Sí, los pulsos policiales están, y los jefes suelen querer quedarse las investigaciones más rutilantes de otros grupos para ascender; pero sucede cada vez menos: los policías de hoy tienen mayor formación académica y entienden mejor que hay que actuar en bien del interés general; además, son interiormente más ricos y ya no viven solo obsesionados alrededor de su trabajo: tienen familias y otros intereses y se relacionan con otras que no son policías… Para mí ahí radica hoy la dificultad del género negro: yo intento utilizar personas ordinarias para meterlas en situaciones extraordinarias; busco al héroe que hay bajo el hombre de a pie…

P. Suena políticamente correcto; pero, ¿funciona?

R. Lo hago, primero, porque es la verdad, está ocurriendo así; y, segundo, por el lector, que piensa: “Estos tipos no son tan diferentes de mí; yo también podría convertirme en un héroe”; mis personajes pueden existir porque provienen de casos reales. Por eso se equivocan la mitad de las veces: en mis libros no hay fantasías ni superhéroes.

Si empezamos a luchar contra el mal desde el mal, saltándonos las leyes, volveremos a la jungla, será la selva total

P. Sus criminales están tecnológicamente muy avanzados y parecen conocer muy bien cómo está equipada la policía. ¿Es así en la vida real?

R. Con la televisión y con internet se ha democratizado con exceso la información y hoy criminal y policía están al mismo nivel tecnológico; es algo emocionante como novelista, pero un desastre para la policía. Recuerdo que en un caso se dieron unos móviles a una familia que sufría un secuestro para poder geolocalizar la llamada de los delincuentes y fueron ellos lo que acabaron geolocalizando esos móviles y sabiendo que se los habíamos entregado nosotros.

P. ¿Cómo decantar ese duelo?

R. A los policías solo nos queda la motivación, la pasión, el olfato y la inteligencia; el resto, desgraciadamente, las armas son las mismas para unos que para otros; y algo peor: ellos no siguen ningún código ético, ni deben cumplir las leyes… Nosotros nos debemos a una manera más limitada de luchar; ellos, no.

P. Hace unos días, John Connolly, el padre del detective Charlie Parker, admitía que quizá el mal solo se puede combatir desde el mal…

Potenciales series sobre atentados islamistas están siendo rechazadas por las principales cadenas de televisión francesa;  aún no tocaré el tema en mis novelas: temo equivocarme

R. El no tener límites solo se lo puede permitir un escritor; si empezamos a luchar contra el mal desde el mal, con sus mismos presupuestos, saltándonos las leyes, volveremos a la jungla, será la selva total.

P. Leídos sus libros, el islamismo radical lo tiene fácil para atentar en Francia y no sé si en toda Europa.

R. Cuando miro las calles y las sociedades europeas, en general, no me parecen demasiado distintas a la francesa, o sea, que… Sí, el islamismo radical lo tiene fácil para atentar… Pero ese tema aún no voy a integrarlo en mis novelas, no tengo suficiente información, tengo miedo a equivocarme de enfoque y tampoco creo que la gente esté preparada para escuchar sobre ello: islam e islamismo se confunden en su mente… No soy el único que lo ve así: me consta que potenciales series sobre el tema están siendo rechazadas en las principales cadenas de televisión francesas… Aquí lo dramático es que se habla de grandes operaciones de terrorismo cuando los islamistas están atentando haciendo bombas con elementos comprados en tiendas, coches alquilados y armas que puedes encontrar ya en cualquier parte; hoy no hay nada más sencillo que crear el caos.

P. Hay cierta dulzura en la manera, además casi documental, como escribe sobre cosas tan duras; violentan los hechos, no las frases...

R. Dicen que tengo una sensibilidad femenina; en cualquier caso, la utilizo para explicar cosas terribles, incluso recurro a la poesía para describir el horror; si cuentas cosas terribles con crudeza tenemos negativo sobre negativo, creas ansiedad; en cambio, todas las historias de amor que hay en mis libros son catastróficas. Con lo bello presento lo feo y al revés…

P. ¿Algún referente literario en lo negrocriminal?

En 15 años ya he visto todo el catálogo posible del horror; no, no volveré a ser 'poli'

R. No he leído mucho, siempre me han gustado más las novelas de grandes historias, con mucha psicología de personajes, tipo J. D. Salinger, John Irving, Ken Follet… ¿Negro? Fred Vargas y Franck Thilliez.

P. Franceses, como usted. En su país están publicándose más de 1.800 títulos del género al año y hay quien defiende que están tomando el relevo a los autores nórdicos…

R. Durante ese mandato nórdico en Francia nos hemos estado reconstruyendo, leyéndoles tanto a ellos como a los anglosajones, incorporando más acción y a la vez más pausa e investigación… A ello le hemos añadido el toque de la literatura genuina clásica francesa y sí, nos hemos reactivado.

P. Es policía en excedencia. ¿Se reintegrará al cuerpo?

R. En 15 años ya he visto todo el catálogo posible del horror; no, no volveré a ser poli.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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