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El hombre que fue jueves
Columna
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Una noche con Mario Gas

'Amici miei', en el Teatre de la Gleva, es un recital íntimo de amigos antiguos en busca de amigos nuevos

Marcos Ordóñez

Aviso: material altamente emotivo, directo al corazón. Amici miei es un recital íntimo de amigos antiguos en busca de amigos nuevos. Mario Gas recita y canta (¡y cómo recita, y cómo canta!) acompañado por Bárbara Granados al piano. Un aire a Mark Twain, mostacho y melena blanca, en un bar de madrugada, junto a una dama elegíaca y espumosa, lírica y pop. En el barcelonés Teatre de la Gleva, más caveque nunca, Gas y Granados lanzaron a volar el espectáculo el año pasado, y ahora han vuelto, a petición, tras añadir y podar y reensamblar, una tarea que, imagino, continuará a medida que avancen las citas con el público.

Gas no se prodiga como actor, pero cuando lo hace le escucharías durante horas. En Amici miei, homenaje a la película de Monicelli y al espíritu de la fraternidad (Les Copains d’Abord, de Brassens, hubiera sido un buen himno de batalla, y quizás acabe siéndolo), los poemas llegan a lomos de una voz madura y sabia que pasa del catalán al castellano con absoluta normalidad, sin otra militancia que la del amor a la vida. Eso es hermandad. Eso es sentimiento. Eso es memoria. Eso es cultura.

Es un regalo volver a escuchar a Salvat Papasseit (Res no és mesquí, Nocturn per a acordió, Dóna’m la mà), y pasar del Desmayarse, atreverse, estar furioso” de Lope a la “Cançó d’allò que més m’estimavade Estellés, y ver como en la imaginaria barra de ese bar nocturno se acodan Luard, el marinero de Sagarra, con el boxeador Panamá Al Brown pintado por Blai Bonet. Y José Agustín Goytisolo trepa ventana arriba por la escalera de versos de A veces.

El primer mazazo en el pecho es L’absent, la canción al amigo muerto que popularizó Gilbert Bécaud, y que Gas borda. Y cada noche hay un amigo vivísimo que se suma a la fiesta: en la mía compareció Pep Molina, cantando “por Ovidi” (Homenatge a Teresa) y Aline de Christophe, también con toda la fiereza y la ternura en la garganta. Y Granados, irónica y certera, canta luego Yo quiero tener un millón de amigos, y Gas se suma, y luego alterna la voz iracunda de León Felipe (No me contéis más cuentos) con la zambullida onírica de Foix: És quan dormo que hi veig clar.

Otro enorme momento: el homenaje a Alejandro Ulloa con La profecía, de Rafael de León. Y la hora del bolerazo, con Usted y Contigo aprendí. Y el No soy de aquí de Facundo Cabral, que popularizó Alberto Cortez. Y otro puñetazo: Le Deserteur, de Boris Vian. Subiendo, subiendo, llega un extraordinario recitado del no menos enorme Pandémica y celeste, de Jaime Gil. Y un doble homenaje a Alfredo Alcón y Nuria Espert: el monólogo Me he acostumbrado de Doña Rosita, la soltera. Y aquel descomunal Anuncios por palabras con el que se despidió Fernán Gómez en su Recital de otoño. Y Cada mañana, de Benjamín Prado. Y mucho más. Amici miei acaba el 27 de enero, pero quieren girarlo. No hay que dejarlo escapar.

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