Austin Slack, el niño prodigio del rock que llega desde Murcia
Protagonista del festival Big Up!, acaba de cumplir 18 y las cifras de su currículo empiezan a producir vértigo
Acaba de cumplir 18 años, pero a nadie que se lo encuentre por la calle le extrañaría que todavía anduviera cursando la ESO. Y aunque es británico de nacimiento y fisonomía (rubiejo, de piel nívea, ojos claros y aspecto inequívoco de no haber roto un plato), lleva con sumo orgullo su condición de murciano adoptivo, la tierra que lo acoge desde los cuatro añitos. Hablamos de Austin Slack, un muchacho que, tan modosito como parece, se transforma en fiero renovador de las enseñanzas del rock clásico, el funk y la música negra comercial en cuanto pisa un escenario. Algo así como si Eric Clapton, Wham! y Prince (del que acostumbra a ofrecer una fiera lectura de Kiss, como si tal cosa) se hubieran confabulado en la geografía huertana.
A todos nos maravillaba por la precocidad de la misma forma que nos daba miedo que todo se truncara demasiado pronto
Slack fue una de las sorpresas, acaso la mayor, que ofreció este sábado la sexta edición del Big Up!, un certamen con epicentro murciano que exhibe a pie de calle, y en formatos muy poco enchufados, lo mejor que surge de entre las huestes más bisoñas de la música popular. Austin (de madre murciana y padre británico, este con amplia experiencia como asistente en grandes giras internacionales de rock) ni siquiera reside en la capital provincial, sino en el bello y remoto pueblito de Caravaca de la Cruz. Pero las cifras de su currículo empiezan a producir vértigo: más de un millar de conciertos a sus espaldas y muchísimos puntos acumulados en su tarjeta de vuelos.
Lleva ya dos temporadas enrolado en la gira The Symphonic of Pink Floyd y ha terminado compartiendo duelos guitarreros frente al público con Javier Vargas, Neuman, los mexicanos Maná o, más asombroso todavía, Steve Vai en el festival de jazz de San Javier. "He crecido con la guitarra entre las manos", certifica con esa confluencia de timidez y desparpajo que otorga la experiencia precoz. "Entre la gente de mi edad no es muy habitual escuchar las cosas que yo escucho, pero así es desde muy niño". Además de su devoción por Prince, nombres como los de John Mayer o Steven Wilson, el último gran genio del rock progresivo, disponen de espacio preferente en su santuario particular.
A Austin ya le conocían en el circuito, cuando apenas levantaba unos palmos, con el apelativo de El Niño Magnético. "Era una especie de Joselito de la guitarra, un niño prodigio que causaba asombro y sorpresa. A todos nos maravillaba por la precocidad de la misma forma que nos daba miedo que todo se truncara demasiado pronto", describe un observador local. Nada de eso ha sucedido por ahora, ni remotamente. En 2011, con apenas 11 años, el querubín resolvió con absoluta solvencia un par de invitaciones de Love of Lesbian para comparecer junto a ellos en escena. Dos años más tarde, una famosa cadena de hamburguesas yanquis le contrató para que tocase por sus docenas de establecimientos. Y el último gran salto artístico ha llegado en este 2018, cuando ha grabado dos epés, Act 1 y Act 2, que suman ocho temas escritos y cantados por él mismo. Ya no solo tenemos un virtuoso con cara de niño; ahora ya hablamos de un vocalista y auténtico seductor del rock más joven.
Otros descubrimientos
La singularidad de Austin Slack, con su perfil tan radicalmente distinto a lo que se estila, dejó muchas miradas ojipláticas a media tarde en la Plaza de San Juan de Dios, justo debajo del centenario instituto de bachillerato Licenciado Francisco Cascales: la escena parecía salida de alguna secuela de School of rock. Pero los encantos tempranos del pipiolo no deberían eclipsar otros descubrimientos de este Big Up! En particular el de Álex Juárez, murciano de 31 años al que no sería difícil que empezásemos a considerar como lo más parecido a un Sufjan Stevens en castellano del que tenemos noticia en la geografía ibérica.
Con 11 años resolvió con absoluta solvencia un par de invitaciones de Love of Lesbian para comparecer junto a ellos en escena
Alejandro es el hermano mayor (le saca cinco años) de otro tipo bien interesante que afloró en el Big Up! de 2017, Víctor Miguel Hernández, abonado a la folktrónica y que desarrolla su trayectoria musical bajo el alias de Rey Lobo. Como tal ha ejercido este año, sin ir más lejos, de telonero de Xoel López en la Razzmatazz barcelonesa y La Riviera de Madrid. Y ambos, Víctor y Álex, son a su vez hijos de un personaje tan peculiar que quizá nos sirviera para un documental a lo Searching for sugar man con remite español. Como Rodríguez, el personaje reivindicado por aquel largometraje que acabó en Óscar, casi nadie tenía la más remota idea de las peripecias de Gabriel Hernández, un cantautor en la órbita de Pablo Guerrero pero con un privilegiado rango vocal de tres octavas.
Hernández podría haber hecho carrera en la canción, casi seguro, pero terminó orillando la guitarra para desarrollar profesionalmente su otra gran pasión, el psicoanálisis, desde el pequeño municipio murciano de Librilla. Desde hace más de treinta años, solo los familiares más próximos han gozado del privilegio de escuchar su voz, exclusivamente en fechas muy señaladas. Pero sus dos vástagos han conseguido rescatar y restaurar algunas grabaciones caseras fascinantes que pueden escucharse desde hace algunas semanas en Spotify. Su título, para no desviar la atención sobre lo relevante, se corresponde con la fecha de las cintas desempolvadas: Mayo del 82. Y su encanto, para cualquiera que se asome a ellas, es muy evidente. El psicoanalista de Librilla se jubila el próximo año y le ha prometido a los vástagos, ante su insistencia, que lo celebrará ofreciendo su primer y único concierto en casi cuatro décadas. Veremos.
Un menú variado
Además de las conmociones de Álex Juárez y Austin Slack, este sexto Big Up! murciano dejó algunas otras pinceladas bien curiosas. Ahí está el caso de Tribu29, unos rumberos salerosos, con mucho cajón y sección de metales, que esta misma semana entrarán a grabar disco en el estudio mallorquín de Juanito Makandé. O los madrileños Tangerine Flavour, buen rock en inglés con grandes armonías vocales y aroma campestre. El indie etéreo y absorto de Increíbles Ful también llamó la atención, como el dúo femenino de violines, mandolina, percusión y electrónica que se hace llamar Komorebi, no muy lejos de Enya o Loreena McKennit. Añadamos el rock con voz femenina de BOUS y el desparpajo gamberro y descamisado de WAW y habremos completado un menú sorprendente. Sobre todo, por esa capacidad murciana aparentemente ilimitada para seguir ejerciendo de cantera de la música popular en la península. Y son solo el 3 por ciento de la población española.
En cualquiera de los casos, Álex Juárez y Rey Lobo hacen bueno aquello del palo y la astilla, del tronco y la rama. Por lo que se refiere al primogénito, afincado en Barcelona desde hace tres años (donde alterna la música y su trabajo en una cafetería del Parc Güell: un clásico), porque su timidez y capacidad de observación se traducen en unas canciones muy sensibles y singularísimas por estructura, armonía y temática: desde la crónica de una mudanza al valor simbólico de los cactus o evocaciones del cuarto curso de Primaria.
"Gracias por escucharme y no haberos ido, pese a mi aspecto de líder de secta religiosa", bromeó ante el centenar de aficionados y curiosos que le descubrieron al pie de los restos de la Muralla de Verónicas. Se refería a su curioso atuendo, de blanco integral inspirado en el traje de faena de los pintores, a lo que debemos sumar su media melena lacia. El vestuario, como curiosidad, es cosa de su novia, Belén, que desarrolla una original línea propia de moda bajo el nombre de Mundaka Estudio. "Vestirme como un pintor nos pareció una manera de simbolizar que soy un trabajador de canciones, que este es mi oficio. Y el blanco quiere poner color a unas historias que, siendo muy personales, procuran que mucha gente pueda sentirse reflejada en ellas", resume.
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