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SILLÓN DE OREJAS
Tribuna
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El trumpismo ilustrado

Las mesas de novedades de las grandes cadenas están repletas de muestras de la fiebre Trump

Manuel Rodríguez Rivero
Adam Driver en 'Paterson', de Jarmusch.
Adam Driver en 'Paterson', de Jarmusch.Picasa

1. Rodomonte

Quién les iba a decir a los editores estadounidenses que iban a encontrar un filón en los libros dedicados a analizar la figura y la obra de ese incontinente Rodomonte (el fanfarrón avasallador que introduce Ariosto en su Orlando furioso) que ocupa la Casa Blanca (por ahora). Y es que Trump se comporta como el más eficaz departamento de mercadotecnia para los libros que lo critican: así pasó con el ensayo de Bob Woodward Miedo (Roca, 22 de noviembre), que, tras recibir un twitazo presidencial asegurando que era una porquería, consiguió vender en su primera semana un millón de copias. Ese libro, junto con Fuego y furia, de Michael Wolff (Península), y A Higher Loyalty, de James Comey (Flatiron Books), han vendido hasta la fecha más de cinco millones de ejemplares.

Las mesas de novedades de las grandes cadenas están repletas de muestras de la fiebre Trump: el mismo día en que escribo esto que quizás alguien lea, están llegando a las librerías estadounidenses otros tres bombazos trumperos: The Fifth Risk, de Michael Lewis (Penguin), que ya estaba entre los superventas de Amazon antes de su salida; The Apprentice, de Greg Miller (HarperCollins), que explora la cloaca político-tecnológica mediante la que el Kremlin torpedeó la candidatura de Clinton y contribuyó decisivamente a aupar a Trump; y, por último, Full Disclosure, de la explosiva Stormy Daniels, para cuya portada los editores (St. Martins) han elegido una foto en la que la “actriz” porno luce más modosita que una dependienta de Zara: nada que ver con las del reportaje que le dedicó la revista Penthouse (sí: las he visto). Y aunque el mayor bombazo serán las futuras memorias del presidente —que se pondrá a ello tan pronto el impeachment o las elecciones consigan darle el portante, si es que lo logran algún día—, los editores tienen que agradecerle al rubicundo posfascista —en el sentido que da a este término Enzo Traverso en Las caras nuevas de la derecha (Siglo XXI argentina)— su enorme esfuerzo en la promoción de la lectura: desde que está en la Casa Blanca, las ventas de 1984 (Orwell), de El cuento de la criada (Atwood) y de Fahrenheit 451 (Bradbury) no han cesado de aumentar.

2. Poesía

En Paterson (2016), la espléndida película de Jim Jarmusch que ocupa uno de los primeros puestos en mi palmarés de las mejores del último trienio, un misterioso poeta japonés que ha venido a conocer la ciudad en la que William Carlos Williams escribió su largo poema Paterson, le dice a Paterson, el poeta-chófer de autobús que protagoniza el filme: “La poesía traducida es como tomar una ducha con chubasquero”. No estoy muy de acuerdo con la sentencia: si así fuera no podría haber “disfrutado” (aunque no estoy seguro de que esa sea la palabra) con la espléndida selección de la poesía de Vladimir Holan (incluido el impresionante Una noche con Hamlet) traducida por Clara Janés para Galaxia Gutenberg. En todo caso, y cuando conozco (mejor o peor) la lengua original, prefiero las ediciones bilingües, como ha hecho Alba con La visión del juicio y Poemas de amor, de Lord Byron. Mención aparte merece el esfuerzo de Abada con la poesía de Fernando Pessoa en edición bilingüe, cuyo tomo IX, consagrado a los ortónimos (poemas compuestos entre 1902 y 1913 y no asignados a ninguno de los heterónimos), acaba de publicarse, traducida, como siempre en esta edición, por ese esforzado Prometeo de las letras que es Juan Barja.

3. Salarios

Según un estudio realizado por el poderoso Syndicat national de l’édition (poco que ver con nuestra Federación de Gremios de Editores), el salario medio de la edición francesa (todos los oficios incluidos) está en 51.500 euros brutos anuales. Los sueldos permanecen allí bastante congelados, por lo que el modo más eficaz de lograr un aumento reside en la movilidad laboral: hoy en un sitio, y mañana en otro. Como aquí carecemos de estadísticas semejantes (¿para qué?, se preguntarán los que tendrían que financiarlas) no podemos saber exactamente cuál es el salario medio de nuestro sector, pero intuyo que bastante por debajo del de nuestros vecinos, a pesar de nuestra posición entre los grandes productores de libros de Europa. Los empresarios, que suelen ser astutos, no ignoran que los trabajos relacionados con la cultura tienen mucho de vocacional, por eso desde el crash de Lehman Brothers han aplicado recortes particularmente drásticos en estos sectores (incluyendo bolos y colaboraciones). Supongo que pensarán que sarna con gusto pica menos. Y así vamos que nos vamos, que diría un castizo.

4. Espías

Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con una novela de espías. Caballos lentos (2010), de Mick Herron, publicado por Salamandra en su serie Black, no es una novela de espías cansados (Le Carré) o de brillantes y pijos playboys (Fleming), sino una de espías fracasados. El MI5 ha prescindido de ellos por sus errores de bulto y los ha confinado en la Casa de la Ciénaga, un local semirruinoso cerca del Barbican, donde vegetan o ahogan su fracaso en alcohol mientras se ocupan de tareas burocráticas y aburridas. Esos “caballos lentos” sueñan con redimirse, y la ocasión para el inquieto River Cartwright se presenta cuando unos secuestradores amenazan con decapitar a un joven en Internet en tiempo real. Herron, que ya ha publicado otras dos novela de esta serie (Dead Lions, 2013, y Real Tigers, 2016), define muy bien a sus personajes y sus insospechadas relaciones. Todo en una prosa precisa y no exenta de ironía y humor, en la que los distintos puntos de vista de los personajes aportan las piezas del rompecabezas. Y adobado con esas pinceladas de comentario social tan características de los thrillers británicos.

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