‘OT 2018’: lo echamos a suertes
A todo el mundo le gusta ver gente feliz. Y por encima de la música, 'Operación Triunfo' es un programa sobre la alegría
¿Cuántos chistes pueden llegar a hacerse sobre Marta y Marilia? En teoría, infinitos. En la práctica, ninguno. Roberto Leal desaprovechó todas y cada una de las oportunidades de hacer referencia a Ella baila sola, incluso cuando explicó que “Marta y Marilia son las más jóvenes de la edición”. Pero he ahí la clave del asunto: cuando estas Marta y Marilia nacieron, las otras Marta y Marilia ya no se hablaban. Operación Triunfo no está dirigido a la gente que se acuerda de Ella baila sola y, sin embargo, atrae tanto a treintañeros como a adolescentes. ¿Por qué?
Porque a todo el mundo le gusta ver gente feliz. Y por encima de la música, OT es un programa sobre la alegría. La gala 0 arranca con un vídeo de los castings en el que nadie canta, pero se suceden imágenes de gente muy joven, muy guapa y muy contenta. Los castings de OT son el único espacio de la televisión donde de repente puede sonar A New Error, de Moderat, y Sin pijama, de Becky G y Natti Natasha. Los castings de OT son el lugar del planeta donde más se entusiasma la gente cuando suena Sin pijama, solo por detrás de la casa de Becky G y una discoteca homosexual. En los castings de OT la aparición de Amaia es recibida como la segunda venida de Jesucristo (en el mundo real también, la verdad), porque en este contexto Amaia es Paul McCartney.
Los concursantes de Operación Triunfo van pasando uno a uno por una cabina de tortura que podría hacerles un escáner o informarles de si han entrado o no en OT (sirve para lo segundo). Pero todavía no vamos a escucharles cantar (¡si solo son las once de la noche!), porque antes nos reencontraremos con la generación OT más preparada de la historia. Ahí están. Los 16 responsables de que la edición del año pasado fuese una de las experiencias audiovisuales más emocionantes de nuestras vidas desde el final de la tercera temporada de Perdidos.
Mimi pisa el escenario como la leyenda en la que se ha convertido gracias a Ya no quiero na, con cara de “me echasteis la primera y ahora soy la nueva Soraya Arnelas”. Tanto que cuando comparte plano con Ana Guerra provoca un terremoto en la cámara. Demasiado empoderamiento femenino para un solo plano. El rap de Cepeda sigue sonando tan inexplicable como hace un año y Aitana sigue cantando con esa cara de alivio con la que canta cualquier cosa que no sea Lo malo.
Y por fin, impulsados por un despliegue lumínico en el plató que probablemente cause apagones en Terrassa, aparecen los 18 nuevos soñadores de OT. Algún día serán trending topics, meterán la pata en un story y crearán polémica bebiendo de una botella con tapón amarillo, pero esta noche son solo una panda de millennials que creen que saben dónde se han metido, pero no. Roberto Leal tiene una noticia buena y otra mala: la buena es que este año no está Mónica Naranjo, la mala es que este año no está Mónica Naranjo. En su lugar aparece Ana Torroja haciendo cosplay de la cantante de Roxette (tercera y última referencia de este artículo ininteligible para los millennials).
Marilia canta Piel canela, y esa es la noticia. Damion, que como Marilia es de Canarias (trivia: el 70% de los concursantes de OT son canarios o se comportan como si lo fuesen), canta What Do You Mean, de Justin Bieber. La letra de esta canción ligera dice “¿qué quieres decir cuando asientes con la cabeza pero quieres decir que no?” y permítanme una pausa para aclarar que lo que quiere decir es que no, Damion. Quiere decir que no. Y por fin llegamos al verdadero motivo de la existencia de este párrafo: Famous. Un hombre llamado Famous ha entrado en OT. Nacido en Amsterdam, de padres senegaleses y afincado en Bormujos (Sevilla), escucharle cantar Faith es como encontrarte un billete de 20 en un bolsillo: no tienes ni idea de cómo ha llegado hasta ahí pero mira, cómo te alegras.
La actuación de Famous no solo consigue que casi nos olvidemos de que se llama Famous, sino que muestra que todos los bailarines de OT, que tienen una media de 14 años, llevan los sobacos depilados. Será una cosa millennial. De ese grupo se queda en duda Damion, pero eso no significa nada porque hace un año el aquelarre del jurado estaba sentando a Amaia.
Natalia supone una oportunidad para que Roberto Leal demuestre una vez más que es el corazón del programa. Leal tiene un talento asombroso para soltar frases que, en boca de cualquier otra persona (por ejemplo, Mónica Naranjo) sonarían vejatorias. Tras hacer referencia al estilismo de Natalia (un mono de piel de serpiente roja, porque Natalia ha venido a jugar), Leal aclara que “ojo, esta noche el estilismo se lo han elegido ellos”. Al final de la gala, el presentador utilizará de nuevo su magia para decirle a Lluis “bueno, ya has dicho suficiente” sin que suene a puñalada trapera. [Línea insertada para que el lector se imagine, por comparar, a Mónica Naranjo diciendo “bueno, ya has dicho suficiente”].
Natalia canta Crazy con algo que casi nunca se ve en una gala 0 de OT (con la excepción de Thalía girando la coleta a punto de despegar): actitud. María comete el error de dejar que su propio padre le robe el protagonismo al mencionar que el señor es el autor de La puerta de Alcalá y todos los espectadores pasan los segundos siguientes pensando en que tienen que llamar a sus padres porque hace mucho que no. Y cuando esos mismos telespectadores se están empezando a plantear qué hacen todavía despiertos, aparece la razón de ser de este programa: Alba Reche.
Alba Reche no es una estrella, pero se comporta como tal. Su primera intervención es “estoy muy nerviosa, pero me he tomado una valeriana y otras dos pastillas que me han dejado por ahí”. Por si esto no le convirtiese ya en una musa de la automedicación, continúa: “no, novio ya no tengo”. Así es. Entre la entrevista de presentación y la gala 0 le ha dado tiempo a romper su relación, porque la vida de los millennials va así de rápido y porque ya sabemos cómo acabó la última vez que una concursante con flequillo entró a OT con novio. Alba Reche, que utiliza su apellido para no pasar ni un solo día siendo Alba la de OT, invoca al espíritu de Chenoa vestida de rojo para cantar Dangerous Woman como si fuera lo último que va a hacer en la vida. Es pronto para decidir si tiene futuro en la música, pero el año que viene probablemente esté co-presentando el chat.
Roberto Leal explica en tres ocasiones (tres) que a María le encanta irse de cañas con sus amigos, dejando claro que María es bastante menos original en sus aficiones que su padre escribiendo letras de canciones, y el jurado la sienta. A ella y a Carlos Right, que se las veía como el nombre estrella de la edición hasta que conoció a Famous. Carlos canta una canción llamada Cómo mirarte que se olvida según las escuchas.
Noelia tiene los ojos más grandes del prime time de este país y su actitud es aún más inmensa. Se comunica mediante frases como “soy muy mía” o “vida solo hay una” (es probable que, para la publicación de este artículo, ya haya dicho en la academia “yo soy como soy”, “no te rayes” y “yo es que digo las cosas a la cara”) y cuando se sube al escenario a cantar River todos los espectadores sienten que están amortizando sus impuestos destinados a la televisión pública. ¿Notas bajas? Son suyas. ¿Notas altas? Ya está ahí y ha llegado con un atajo. ¿Pronunciación en inglés? De listening, cariño. Noelia es el tipo de concursante que habría ganado cualquier edición de OT, de Gran Hermano y de Confianza ciega. Noelia es un icono.
Sabela, gallega, se define como “muy riquiña”, que es como el resto de la península describe al 100% de las personas gallegas, y canta Bachata rosa delante de unas pantallas con imágenes de... rosas. Alfonso, inmigrante venezolano, explica que ha tenido que trabajar de mil cosas para salir adelante. A su lado, Miki no debe de tener ni la más remota idea de lo que está hablando porque Miki es un chico que vive tan en contacto con el mundo real que le parece una idea fetén pronunciar esta frase en la televisión nacional de forma no irónica: “mis padres siempre me han apoyado, nunca me han dicho que no a comprarme un piano o una batería”. Un piano. O una batería. Miki canta Prefiero (en una actuación que, curiosamente, Alaska definiría como “una mecanada”) y se mete, merecidamente, al público en el bolsillo. Cuesta creer que le quepa espacio en ese bolsillo.
Y entonces llegó Lluis
Por alguna razón, Roberto Leal decide destacar el pelazo de Lluis como si este programa no pareciese tener lugar en un futuro distópico donde la gente con mal pelo ha sido exterminada. Todos los concursantes de OT 2018 tienen un pelo precioso, la única diferencia de Lluis es que tiene más pelo que ningún otro. Lluis, que se planteó dos opciones en su vida (“ganar medallas de oro o cantar delante de miles de personas”, sin término medio posible), no quiere forjarse una carrera gracias a su “guapez”, sino a cantar canciones como Carita de buena, que suenan a algo que Manel Navarro tendría dudas en lanzar. Su desparpajo sobre el escenario, su carisma y la certeza de que va a ofender a varios colectivos distintos durante su paso por la academia no son suficientes y el jurado le sienta.
En algún momento de los minutos anteriores ha cantado Joan Garrido, que en el vídeo de presentación sale con su novia, la define como “un encanto de chica” y le da un beso. Heterosexualidad explícita en OT. Donde vamos a parar. Dave canta Sea con una sensibilidad que no se escuchaba en ese escenario desde que Tony Santos cantó Sería fácil y Roberto Leal renuncia a hacer una referencia a Maquillaje de Mecano cuando explica que a África le encanta el maquillaje. También actúa Marta, que cuenta que su madre se presentó a OT2, pero no logró clasificarse. En una realidad alternativa, la madre de Marta sufrió aquel accidente de la escalera que se derrumbó. En esa realidad alternativa la madre de Marta ganó Eurovisión con Dime.
Y con un montaje que ridiculiza a aspirantes por su voz, su aspecto físico o su nerviosismo (indigno de un programa que defiende la diversidad y el derecho a ser diferente y más propio de la edición de Factor X en Cuatro) llegamos al final de la gala. El jurado salva a Damion y el público se pregunta quién es Damion porque siente que le vio actuar hace siete horas. También salvan a María, porque en realidad ha cantado con (más) buen gusto (que resultados) y porque quizá teman que su padre, que además de compositor de una de las diez mejores canciones de la historia es inspector de hacienda, les abra una auditoría. Y los profesores se decantan por Sabela, porque es demasiado pronto para que eche su currículum en la orquesta Paris de Noia. Mientras España vota, vemos un vídeo de los concursantes levantándose que no tendría ningún sentido a menos que fuese una excusa para que sonase “amores de barra y un lápiz de labios mal puesto en el baño; colirio en los ojos, pegote de rímel la copa en la mano”. No sucede.
El público salva a Carlos Right y ahí se acaban los sueños de Rodrigo y de Lluis, que parece genuinamente aturdido por su eliminación. Puede que estemos siendo testigos de la historia de orígenes de un supervillano pero, de momento, nos vamos olvidando de él para quedarnos con Noemí Galera. La que muchos consideran su presidenta del gobierno ha cenado fuerte y no tiene reparos en denunciar que “la una de la madrugada no son horas” de acabar y pedir “a ver si podemos empezar más pronto”. También abraza la naturaleza transmedia del nuevo OT al hacerse eco de Twitter y de lo que más abunda en esa red social: la gente ofendida. Por lo visto algunos se han tomado mal que se riese de su “bizquez” (palabra que, como “guapez”, no existe pero si Noemí la pronuncia ya está tardando la RAE). Pero el mejor momento de Noemí es cuando, al final del programa, recibe a sus concursantes exclamando una frase que todo ser humano ha deseado decir en algún momento de su vida: “¡Hola, Famous!”.
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