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Garth Greenwell: “Mi novela forma parte de una conversación entre escritores de la tradición gay”

Con su primera novela, ‘Lo que te pertenece’, el escritor estadounidense ha pasado de ser un poeta minoritario a ser un autor reconocido internacionalmente

Jesús Ruiz Mantilla
Garth Greenwell.
Garth Greenwell.

Garth Greenwell cree que dentro de un bloque de pisos de la época comunista en Sofía puede habitar una gran novela: “Digna de Tolstói”, dice. Y si conducimos a algunos de los personajes hacia unos baños públicos de la capital búlgara para practicar el cruising, podemos hablar de la gran narración gay del siglo XXI, a juzgar por las críticas de medios como The New York Times, The Guardian, The New Yorker o The Washington Post. Eso sólo en lo que respecta al entorno anglo. Porque en las referencias de otros países donde Lo que te pertenece (Random House) ha sido editada ocurre algo similar: a nadie deja indiferente el impacto ante el descubrimiento de una sólida voz que llega ahora al lector en español.

En tiempos donde la grandilocuencia de lo falso corre a velocidad de vértigo necesitamos detenernos en la serenidad de lo auténtico. Lo que te pertenece es un canto a la quietud de los detalles y a las desconcertantes corrientes subterráneas donde se asienta el pasado engarzado a cualquier des­tino. No existen nombres salvo el de Mitko, ese objeto de deseo escurridizo y magnético que a base de sablazos materiales y emocionales trastoca la vida de un profesor norteamericano.

Lo suyo no es ni más ni menos que un intercambio mercantil clandestino. Pero de los que crean adicción. Tampoco existen mayores tramas en la novela: chico conoce a chico. Eso sí, en un baño público. Y ya que lo importante es el cómo, a partir de ahí, con la agudeza de sus voraces cinco sentidos y una asombrosa capacidad de percepción respecto a todo lo que tenga que ver con el milagro de la vida, Garth Greenwell (Louisville, Kentucky, 1978) traza una primera novela magistral a la que llega desde la poesía. “Nadie esperaba que este libro captara tanta atención, ha sido una de las mayores sorpresas que me he llevado en la vida. Escribirlo supuso una de las cosas más íntimas a las que me he enfrentado nunca y me ha resultado extraño que trascendiera a lo público”.

Lo que te pertenece ha trastocado su existencia y lanzado su carrera. De minoritario, pero respetado, poeta, preparado en Harvard y en el legendario Writer’s Workshop de la Universidad de Iowa, ha irrumpido en la prosa. El taller donde se formó representa toda una cantera a la que acuden agentes y editores provistos de jugosos anticipos. Por allí han pasado desde los años treinta leyendas como Philip Roth, Kurt Vonnegut, Raymond Carver, John Cheever o Marylinne Robinson, que hasta hace poco enseñaba en sus aulas.

Debemos mostrar el sexo como lo que es: ese impresionante, profundo, rico y emotivo acto de comunicación

Desde esa discreta y amable ciudad universitaria en plena planicie norteamericana, Greenwell ha dado el salto internacional con una obra alejada de artificios y alharacas, centrada en escarbar la esquiva verdad de las pequeñas cosas. Ahora, el autor añora esa guarida que necesita para crear: “La intimidad fundamental para hallar ese constante y diario fracaso que el arte requiere”.

Un arte que a Greenwell no le importa que acarree etiquetas. Más allá de sus referencias a Marcel Proust, Oscar Wilde, Henry James, Virginia Woolf, Thomas Mann o al James Joyce del Retrato de un artista adolescente, aspira a que su novela forme parte de un hilo que previamente establecieron Walt Whitman, Jean Genet, Lezama Lima o Manuel Puig. Una corriente que marca hoy la senda del propio Greenwell, así como de autores contemporáneos muy jóvenes a los que él reivindica, como el francés Édouard Louis, el finés Pajtim Statovci o el colombiano Giuseppe Caputo. “Entre todos ellos se establece una conversación. Me gusta esa expresión para definirlo, y yo espero entrar en dicho diálogo. Mi novela forma parte de una conversación entre escritores de la tradición gay. No creo que deba limitarse a ser identificada como una obra homosexual, pero, por supuesto, lo es. Y precisamente por eso, no a pesar de ello, también se trata de un libro para todo el mundo”.

Portada de 'Lo que te pertenece'.
Portada de 'Lo que te pertenece'.

Ahí incluye no sólo la sensualidad y las siempre imprevisibles rutas del deseo. También las tormentosas relaciones entre padres e hijos, entre lo extraño y lo previsible, para aterrizar en grandes cuestiones. Greenwell plantea varias, pero son dos las que se imponen con una febril contundencia: ¿hasta qué punto podemos hacer justicia a cualquier ser humano convirtiéndolo en obra de arte?; ¿cuál es el lugar que ocupamos cuando nos encontramos en esa tierra de nadie que marca nuestro deseo y nuestra sensación de rechazo, en incluso culpa, al experimentarlo? “Son preguntas que todo artista debe plantearse. En la novela, el narrador sospecha ser víctima de esas dudas, alucinaciones, en cierto modo fantasías, y sobre si su idealización de algunas personas le aparta del verdadero significado de la realidad. Muchas veces, la ficción que desarrollamos basada en seres de carne y hueso se convierte para mí en toda una verdad. Cada persona posee el valor inabarcable de su existencia y es en el arte donde realmente plasmamos ese don. No creo que debamos limitarnos a algo cerrado en sentido moral, pero sí pienso que la moral de la creación con mayúsculas nos conduce a reconocer su valor”.

Greenwell empezó a concebir esta novela desde su primera sensación de extrañeza. Es un auténtico torrente de vocación nómada que siempre regresa a los dormitorios quebrados por el divorcio de sus padres y a aquella ducha de la infancia. Quizás por eso también la ha ido elaborando en diferentes periodos y lugares. Desde Bulgaria, donde vivió y centra la historia, hasta Iowa City, su hogar actual, o Madrid y Granada, donde suele recalar a menudo.

La obra carece de nombres —salvo el de Mitko—, pero no de espacios reconocibles. El narrador desplaza su cuerpo con una flexibilidad sistemática: puede tener los pies y la piel ardiendo en Sofía, pero la cabeza sajada por la memoria en Kentucky. Depende. Maneja la ubicuidad literaria con una pericia tierna y cruda a la vez. Sin importarle desnudar el cuerpo, pero sobre todo las entrañas: “En la buena escritura sobre el sexo no se distingue la desnudez corporal de la emocional. Me fascina el sexo como ese crisol de la humanidad donde nuestras contradicciones se someten a una tremenda presión. Justo en ese espacio en que queremos mostrar nuestro deseo y ocultarlo a la vez, donde se cruza la generosidad y el egoísmo, nuestro animal y nuestro yo más profundo y espiritual”.

Además, Greenwell cree que atravesamos una época muy sana al respecto: “Por un lado estamos inundados de imágenes e Internet nos da acceso ilimitado a los actos más íntimos. Por otro, observo que si bien nuestra cultura anda saturada de cuerpos, echo de menos su encarnación”. Según él, el porno en la Red, por ejemplo, a menudo extingue cualquier rastro de personalidad respecto a los cuerpos que muestra. “Son objetos sin conciencia”.

Ahí es donde entra la misión del escritor. “La literatura es la mejor tecnología para trasladar esas experiencias a otros. Así que la creación respecto al sexo tiene un importante papel que hacer de manera aleccionadora. Necesitamos mostrarlo como lo que es: ese impresionante, profundo, rico y emotivo acto de comunicación humana”.

Lo que te pertenece. Garth Greenwell. Traducción de Javier Calvo Perales. Literatura Random House, 2018. 224 páginas. 18,90 euros.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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