Lector y detective
El volumen de relatos 'Los casos del comisario Croce' es el primero de los títulos que Ricardo Piglia dejó preparados para su publicación antes de morir el año pasado
Los casos del comisario Croce es el primero (sin contar el tercer tomo de Los diarios de Emilio Renzi) que sale a la luz de los títulos preparados por Ricardo Piglia antes de morir en enero de 2017. La secuencia de la publicación de esos libros diluye su carácter luctuoso, como si el gran escritor argentino continuara vivo. Algo muy en la línea de Piglia, quien, como crítico y esmerado lector, remitía a la dinámica del texto, donde se debate la literatura, antes que a la relevancia física del escritor.
Los tres primeros cuentos del volumen fueron incluidos en Antología personal (2015), y ahí se avisaba de la preparación de una serie sobre Croce, personaje muy del agrado de Piglia “por el modo imaginativo con que afronta los problemas que se le presentan”. Tratándose de un comisario ya se deja ver que su método escapa de la lógica racional para instalarse en una intuición de pautas variables. Croce ya había aparecido en la novela Blanco nocturno (2010) tratando de resolver un crimen aislándose en un manicomio. Los 12 casos que aquí se presentan trazan un repertorio de enigmas que no siempre son casos a resolver, y los resueltos mantienen la desconfianza de si el enigma no es invención del propio investigador.
En Croce se concentran admirablemente los aspectos más notorios que han convertido al investigador o detective en paradigmática figura literaria. No es mucho lo que se sabe de él como sujeto civil, aunque aquí y allá se vuelca alguna información sobre una relación erótica o su responsabilidad política. Su característica más acusada es la disposición. Recibe un encargo, en general una petición de ayuda, y la vida del comisario se acomoda a su propio método confundiéndose con el objeto de su indagación. Son casos ejemplares al integrar su significación más allá del caso mismo. En ‘La música’ la incomunicación con un yugoslavo, acusado de matar a una prostituta, se remedia con el obsequio de un acordeón; en el chantaje de ‘La película’ se manipulan pruebas no concluyentes de una calumnia política; en ‘El astrólogo’ la condición revolucionaria se alía con la delincuencia y la palabrería esotérica; en ‘El impenetrable’ un ingeniero, harto de la vida inútil, se esconde “en sí mismo”, y el comisario debe “buscarlo en esa inmensidad”. El método de deducción de Croce maneja por igual los alegatos de los testigos y la especulación filosófica. Y no falta el homenaje a Borges, quien en ‘La conferencia’ ilustra al propio comisario sobre el género policial, asegurando que “el relato hace hablar a lo que está oculto”.
Más que despejar una incógnita, estos casos son propuestas que ratifican la singularidad de Croce, y producen la impresión de que el comisario padece los casos que investiga o, dicho a las claras, que se trata más bien de un lector, ese lector ideal mencionado en El último lector que “lee solo y lo que lee le está personalmente dirigido”. Un descifrador de la realidad, tal como se manifiesta (“No soy un cínico, la realidad es cínica, yo solo me adapto a ella”), donde el procedimiento no explicitado, a pesar del último cuento, es menos importante que ponerlo en marcha. Con la ayuda de Croce, Piglia nos lleva a dilucidar enigmas (“Piglia ensaya desde la narración”, ha escrito Villoro) implicando la experiencia y la verificación del sentido al confrontar la tensión entre el relato oficial y la verdad.
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Autor: Ricardo Piglia.
Editorial: Anagrama (2018).
Formato: tapa blanda (184 páginas).
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