Luces y sombras en el museo
Álvaro Perdices retrata de noche las salas del Prado en un videoensayo espectral sobre el nacimiento de la pintura
Esta exposición en el Museo de Bellas Artes de Bilbao consta de dos partes diferenciadas y complementarias. En la planta superior se presenta Jardín infinito. A propósito del Bosco, de Álvaro Perdices y el cineasta Andrés Sanz, una videoinstalación presentada en Madrid coincidiendo con la gran exhibición de El Bosco en el Museo del Prado en 2016. El jardín de las delicias se descompone en detalles agrandados en los que la sombra del espectador interactúa con los personajes y motivos oníricos de esta singular obra. Su espectacularidad contrasta con la sobria presentación justo en el nivel inferior. Allí, Álvaro Perdices (Madrid, 1971) presenta por primera vez Negro y luz (2017), un ensayo en vídeo y fotografía realizado en el Museo del Prado de noche y sin apenas iluminación.
En escasez de luz, la pintura emerge de la negrura erigiéndose en protagonista. Si en una noche cerrada no hay oscuridad absoluta, tampoco hay negritud completa en un museo durante la noche. Se propone entonces una experiencia de la visión, el revelado de la pintura al ojo a un palmo de la tela. Este es un estudio de la duración, la parsimonia y la lentitud de un tiempo a la vez fílmico y pictórico. Las pinturas de los grandes maestros (Velázquez, Ribera) participan del ritmo circadiano; se muestran de un modo púdico y esforzadas de día, o retraídas en nocturnidad. Reposan más que duermen, y aunque resulte absurdo otorgarles cualidades humanas, el arte de la representación trasciende a una condición de lo real demasiado humana.
Esta obra fílmica (y pictórica) de largo aliento reta al espectador en sus dos horas y media, más o menos el tiempo que puede durar una visita pausada al Prado. La tensión dramática de la banda sonora de cuerda, música contemporánea con instrumentos de época, como la viola da gamba, es el contrapunto a la pintura.
Hay algo primigenio en este enfrentamiento entre luz y oscuridad; la revelación del arte de la representación en la caverna y “las pinturas negras” de Goya. Tal vez una llama ontológica iluminadora: el negro del fondo y la figura emergiendo a la mirada. Una serie de técnicas cinematográficas enfocan y escrutan las obras: primerísimos planos, detalles, fundidos, encadenados, acercamientos y alejamientos a los cuadros de extremada lentitud y reposo. El centelleo de la trementina, el craquelado y la materialidad nos acercan a lo sublime en pintura. Una escapada furtiva en el museo oscuro para el goce de la mirada prohibida y secreta.
‘Jardín infinito. A propósito del Bosco’, de Álvaro Perdices y Andrés Sanz. ‘Negro y luz’, de Álvaro Perdices. Museo de Bellas Artes de Bilbao. Hasta el 17 de septiembre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.