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el libro de la semana

Rebosante de aristocracia

Vita Sackville-West describe con hiriente mordacidad el poso de feudalidad de la clase alta británica de la primera mitad del siglo XX a la que ella misma perteneció

La escritora Vita Sackville-West, fotografiada en 1925. 
La escritora Vita Sackville-West, fotografiada en 1925. Hulton Deutsch (getty images)

"Estará rebosante de aristocracia”, expresó Vita Sackville-West a su queridísima e íntima amiga Virginia Woolf para anunciar su decisión de escribir Los eduardianos. No deja de ser extraordinario el contraste de la escritura de ambas: Vita creando una magnífica, elegante y despiadada novela tradicional con narrador omnisciente y perfectamente ajustada al esquema “exposición-nudo-desenlace” y Virginia en vanguardia, luchando con la escritura en busca de un nuevo lenguaje capaz de mostrar una voz interior que expresara por sí misma la vida de la conciencia en acción desde el movimiento propio de la mente de sus personajes, uno de los más soberbios hallazgos de la narrativa del siglo XX.

Esta novela, sin duda la obra mayor de una mujer perteneciente al Grupo de Bloomsbury, casada con el gran editor Harold Nicolson, biógrafa, viajera y diseñadora de jardines, está, efectivamente, rebosante de la más rancia aristocracia del reinado de Eduardo VII. Pertenecía por familia a esa clase, la conocía muy bien y su extraordinaria inteligencia y vitalidad le permitieron colocarse con toda lucidez a la distancia adecuada para describir con la más hiriente mordacidad el poso de feudalidad de su clase, pero también, por supuesto, se permitió incursionar en el impagable mundo del servicio en las mansiones; a la clase media, la bohemia e incluso a algún outsider, Anquetil, capaz de agitar las aguas de la inconmovible formalidad de la mansión Chevron.

La potencia de la expresión de Vita Sack­ville nace de la escritura tradicional y su natural transcurso de los acontecimientos, y es lo más alejado de cualquier forma de experimentación. Su fuerte es la creación de personajes, de ambientes, la posesión de una mirada agudísima y selectiva y ningún miedo a llamar a las cosas por su nombre. Ella va a lo significativo sin detenerse en lo accesorio, pero asombra su capacidad de llenar de vida sus escenarios. En la descripción no necesita abrumar con un detallismo innecesario porque su atención y selección de los detalles con los que construye ambientes y personajes están siempre fundadas en la elección de lo significativo, muestra siempre lo sustancial y ahí afirma su poder de convicción, su credibilidad, su compasión entendida como natural comprensión de lo humano, pero siempre cabalgando sobre la realidad, de la que se vale como de una cuchilla.

La construcción del relato es tan sencilla como eficiente. Consta de seis partes; la primera y la última tienen como referente a Leonard Anquetil, un viajero aventurero que es invitado a un fin de semana en Chevron a causa de su última hazaña. La invitación responde a una mezcla de curiosidad y esnobismo. Anquetil es un tipo simpático y vitalista y su presencia en la mansión revuelve un poco las cabezas del heredero de la dinastía, Sebastian, un joven caballero convencional, y de su hermana, Viola, más hermética y distante.

Las dos partes siguientes tienen como referente a Sylvia, Lady Roehampton. Es muy amiga de la madre de los chicos, Lucy. La maraña de fingimiento, hipocresía, relaciones extramatrimoniales y dolor que se cubre con las buenas formas; y digo dolor porque la mirada de Sackville deja ver que tan dolor es el que procede del sufrimiento y de la injusticia como el de una cabeza hueca. El falso decoro es tal que cuando Sylvia, la más célebre belleza, se encama con el joven Sebastian, el affaire es considerado el no-va-más de la temporada londinense. Lucy también lo ve con buenos ojos, como una forma de aprendizaje de su hijo.

Las dos partes siguientes tienen como referente a Teresa, un conocimiento casual de Sebastian; casada con el doctor Spedding, un médico de clase media como ella. Para Sebastian, ella es un ser distinto a todos cuantos conoce, casi una extraterrestre, y la convierte en objeto de su curiosidad. Capta perfectamente la diferencia de clase, pero es una ocasión de echar una ojeada a un mundo desconocido; ella, por su parte, es una de esas lectoras de lo que ahora llamamos “revistas del corazón”, siempre deslumbrada por las celebridades. Invitada con su marido a una fiesta en Chevron tendrá ocasión de colmar su deseo de contemplar al gran mundo en todo su esplendor y de mostrar su dignidad personal de manera enternecedora.

Su inteligencia y vitalidad le permitieron colocarse con toda lucidez a la distancia adecuada para describir con la más hiriente mordacidad el poso de feudalidad de su clase

En la novela hay momentos fundamentales de conflicto dramático contados con una eficiencia y una sutileza notables; así, la conversación entre Lord y Lady Roehampton por la relación de esta con Sebastian, que termina con ella obligada a retirarse al campo (página 150 y siguientes); la de Margaret (hija de Sylvia) y Viola (144 y siguientes), un soberbio cara a cara de dos jovencitas deseosas de explicaciones; la de Sylvia y Sebastian, que han de despedirse; la conversación entre Sebastian y Viola (214 y siguientes), fundamental en su aprendizaje; y, en fin, la de Sebastian y Teresa que termina en despedida, una escena tan extraordinaria como genial es la idea de introducir a Teresa en la novela.

En fin, una novela de gente perdida en un bosque de tradiciones, cautiva de un mundo de convenciones, pero con la conciencia de superioridad que dan el poder y la riqueza para prescindir de las durezas de la vida. Es a la vez una crítica demoledora de la aristocracia hecha desde el conocimiento, no de oídas como es tan frecuente, y —sorpresa— una “novela de aprendizaje”. Imprescindible para todo amante de la buena literatura tradicional. Ideal para playa y montaña.

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Autor: Vita Sackville-West (traducción de María Luisa Balseiro).


Editorial: Tusquets (2018).


Formato: tapa blanda y versión Kindle (320 páginas).


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