Carmen Calvo: “No hay que dar tantas pistas al espectador”
Dos exposiciones nos acercan a la obra fotográfica de la artista valenciana
Los protagonistas de las fotografías de Carmen Calvo (Valencia, 1950) pertenecen al pasado. Son personajes anónimos que recuperados de la memoria retornan a nuestros días para hablarnos de temas que permanecen eternos y desafían al tiempo. "Si las fotografías detienen el tiempo, yo trato de llevarlas al presente. Es una manera de manifestarme con imaginación y escapar de la censura", destaca la autora, premio Nacional de las Artes Plásticas en 2013, a quien PHotoEspaña 2018, en su propósito de dar muestra de las diferentes voces y modos de abordar la fotografía, dedica una exposición, Quietud y vértigo, al tiempo que la galería Fernández-Braso le dedica otra muestra individual, Naturaleza abjura.
“Si hay una artista española que haya trabajado a fondo la fotografía de una manera absolutamente personal ha sido Carmen Calvo”, destaca Oliva María Rubio, comisaria de la muestra que se incluye en PHotoEspaña y que podrá verse hasta el 16 de septiembre en el Museo Cerralbo de Madrid. Ambas exhibiciones nos sumergen en un universo íntimo y fantasmagórico compuesto fundamentalmente de inquietantes y enigmáticos retratos que lanzan un mensaje sellado al visitante, que debe descubrir o imaginar. La religión, la maternidad, las relaciones entre padres e hijos, la censura, o la represión son temas sobre los cuales la autora nos plantea interrogantes. “Todo depende del cristal con que se mire”, destaca la artista. “Tampoco hay que dar tantas pistas al espectador. Hay que dejar espacio para que cada uno reinterprete la obra a su medida”.
“Yo no soy fotógrafa pero trabajo con la fotografía”, subraya la artista. “Juego con la escala, con el uso del blanco y negro y el color, también con los negativos, de manera que trabajo con la luz y la sombra que también es dibujo”. Así la fotografía se integra dentro de una obra multidisciplinar compuesta por pintura, objetos, cajas, instalaciones, dibujos y collages, que pone en evidencia su capacidad de saltar con facilidad de un soporte a otro y de intervenir cualquier material y mezclarlo. Obra que le ha supuesto el nombramiento como académica de las Bellas Artes de San Carlos de Valencia, y el reconocimiento como una de las artistas conceptuales más internacionales del panorama español
Su uso de la fotografía se remonta a los años ochenta, cuando comienza a descontextualizar imágenes que pertenecen a álbumes familiares, o bien son fotografías anónimas encontradas. “Somete la imagen a un proceso de desarraigo”, explica la comisaria. “Agranda su tamaño, a veces hasta alcanzar los dos metros, y le añade pintura, o distintos objetos, objetos encontrados o fabricados por ella misma. Cualquier elemento descontextualizador que tenga lógicamente un significado. En cada obra uno se percata de por qué ha utilizado ese elemento”. Así cada pieza se convierte en una pieza única de la que no existen copias. El galerista Manuel Fernández- Braso destaca el interés de la artista por “hacer obras en continuo diálogo con la historia. Trabaja con imágenes y con objetos como lo hacían los artistas del renacimiento y del barroco, donde los apóstoles y los monarcas son retratados acompañados de símbolos”.
Las fotografías pertenecen a una época que va desde los años cuarenta a los setenta. “Esta época es para la artista un tiempo muy representativo de la historia de nuestro país. Representa a la dictadura donde la religión y las costumbres cobran un peso muy especial. Incluye los finales de los sesenta cuando comienzan los primeros movimientos en favor de la liberación de la mujer”, señala Rubio. La religión como opresora de la mujer cobra una especial relevancia en su obra, pero también la memoria, tanto la suya propia como la de nuestro país, que intenta recuperar. “Ella es feminista, pero solo en el sentido en que reivindica a través de su obra una libertad creativa para la mujer. En su obra están las preocupaciones de toda mujer que concibe la vida de una forma libre”. “Ser mujer sigue siendo complicado”, destaca la artista al tiempo que reconoce que las cosas han ido mejorando en ese aspecto.
Comenzó a utilizar la fotografía en los años ochenta. Llegó a este medio a través del dibujo y del cine. “El cine dio a mi generación la posibilidad de ver lo que había fuera. Fue una ventana abierta”, señala Calvo. Así, en su obra se encuentran guiños a Buñuel y a Berlanga. París, ciudad en la que vivió durante nueve años, tras abandonar la facultad de Bellas Artes de Madrid por aburrimiento, fue también esa ventana. Allí estrechó lazos con los pintores Campano, Broto y Sicilia. “Es necesario salir, airearse”, comenta la artista delante de una de las paredes de la galería Fernández-Basso, cubierta por una serie de pequeñas intervenciones de postales. “Los viajes son un encuentro con la imaginación”, añade.
El humor está muy presente en su obra. “Bebe mucho de las fuentes del surrealismo en cuanto a la descontextualización de la imagen”, señala Rubio. De ahí que el título Quietud y vértigo, que da nombre a la exposición está sacado de un verso de Arthur Rimbaud, uno de los poetas reivindicado por los surrealistas. Llama la atención la disociación entre el título y la obra. “Los títulos de sus imágenes nunca son ilustrativos, son poéticos o literarios, pero nunca explican la imagen sino que la abren a nuevos significados. Esto lo hacía Magritte, quien pedía a sus amigos que titulasen sus obras. Ampliando el sentido o significado de esta, al tiempo que potenciaba la ambigüedad”. Así, Mi alma esta cansada de la vida, es el título de una imagen en la que una novia posa con su madre desmitificando esa idea feliz del día de la boda.
Los personajes de las imágenes suelen tener sus ojos o sus bocas tapadas, Un crucifijo cubre el rostro casi por completo de un hombre, en clara alusión a cómo la religión a veces nos impide ver con claridad. “Estamos acostumbrados a mirar pero no a ver”, destaca Rubio “Calvo nos invita a otorgar una segunda mirada a las cosas y profundizar en ellas”. Y lo hace a través de una obra atemporal. “Una obra que nos habla del presente, del futuro y del pasado más reciente”, señala Fernández – Braso. “Se produce la ambigüedad de que todos los tiempos se dan en su obra: la memoria recuperada a través de la fotografía se une al presente representado por la incorporación de los objetos, con la intención de modificar la visión del espectador de cara a mejorar el futuro”.
Carmen Calvo. Quietud y vértigo. Palacio de Cerralbo. Madrid . Hasta el 19 de septiembre.
Carmen Calvo. Naturaleza abjura. Galería Fernández -Braso. Madrid. hasta el 28 de julio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.