Crisis taurina internacional
Los desiguales toros de El Pilar estuvieron por encima de los toreros de seis nacionalidades
El Pilar / J. Bautista, L. Bolívar, J. del Álamo, J. Galdós, L. David y J. E. Colombo
Toros de El Pilar, mal presentados, a excepción del cuarto; mansos en el caballo primero, tercero y sexto; encastados, sosos y corto recorrido.
Juan Bautista: dos pinchazos, media baja y un descabello (silencio).
Luis Bolívar: bajonazo -aviso- (silencio).
Juan del Álamo: dos pinchazos -aviso- y media caída (silencio).
Joaquín Galdós: pinchazo -aviso- tres pinchazos, media -2º aviso- y dos descabellos (silencio).
Luis David: estocada (petición y vuelta con protestas).
Jesús E. Colombo: -aviso- estocada (petición y vuelta).
Plaza de Las Ventas. Vigésimo cuarto festejo de la Feria de San Isidro. Corrida de las 6 naciones. 31 de mayo. Entrada (15.191 espectadores, según la empresa).
Érase una vez un empresario taurino que tuvo la idea de celebrar una cumbre taurina internacional, y contrató a seis toreros de nacionalidades distintas (Francia, Colombia, España, Perú, México y Venezuela) para que cada cual explicara el misterio de su toreo. Al reclamo de la llamada ‘corrida de las seis naciones’ acudieron más de 15.000 personas, que es una barbaridad.
La sesión duró algo más de dos horas y el público salió desalentado porque los discursos de los distintos intervinientes no levantaron los ánimos. Todas eran piezas ya conocidas, con los argumentos de siempre, sin fundamento, carentes de ideas novedosas, sin pasajes ilusionantes. Toda la sesión transcurrió de modo muy lineal, sin gracia, sin propuestas atractivas. Los toreros dieron la impresión de que tenían poco que contar.
En fin, que la cumbre fue un tostón; ninguno de los participantes calentó el gélido ambiente y los seis se mostraron por debajo de las expectativas iniciales. Hubo pocas ovaciones, y solo dos vueltas al ruedo, que es un balance muy pobre, pues los toreros, a excepción del representante francés, son jóvenes aspirantes a la gloria y con ardientes deseos, se supone, de abrirse camino en España; pues ni el español dejó alto el pabellón.
Cómo sería el asunto que los toros, que eran todos oriundos de Salamanca, mal presentados y muy desiguales de juego, brillaron por encima de la doble terna de toreros de luces; es decir, que la mala dicción y el pobre misterio de los actuantes permitieron que lucieran toros con poca clase, algunos con genio y ásperos de comportamiento, pero exigentes con sus lidiadores, que, por lo general, no superaron la prueba.
Véase el caso de Juan Bautista, nacido más allá de los Pirineos. Es ya un hombre hecho y derecho, frío en su concepción taurina y poco ejercitado en su conexión con los tendidos. Le tocó un toro chico que, curiosamente, no fue protestado por nadie. Manseó en el caballo y se paró pronto en el tercio final. No hace falta insistir en que Bautista se mostró aburrido y nada lúcido. Dio muletazos olvidables, y compuso la figura, no más.
El colombiano Bolívar sufrió una voltereta espeluznante cuando trazaba ayudados por bajo en el inicio de la faena de muleta. Se le coló el toro por el pitón derecho, lo volteó con violencia y, ya en el suelo, le tiró hachazos sin puntería a la cabeza y el cuello. Salió felizmente con bien del apuro y los médicos han diagnosticado que sufre un puntazo con hematoma en la pierna derecha y contusión torácica; nada para lo que podía haber sido. Bolívar no estuvo bien. Correoso y con genio era el animal, y el torero hilvanó una labor intermitente, sin la suficiente decisión ni la confianza requerida.
El tercero en tomar la palabra fue el español Juan del Álamo, que necesitaba reverdecer laureles de la feria pasada para no perder los puestos de cabeza; pero, no. Brindó a la concurrencia, inició por bajo, con torería, la faena de muleta, pero se le vio despegado, a la defensiva y fuera cacho. Y de tal modo no es posible ilusionar a nadie. Al final, quedó la impresión cierta de que el toro estuvo por encima del torero.
Peruano es de nacimiento Joaquín Galdós, y no pudo dejar alto el pabellón de su país de origen. Le tocó un animal soso, pero no menos que él, que no pudo encontrar el modo y la manera de solventar el compromiso con cierta holgura. Además, mató mal y llegó a escuchar dos avisos, que dice muy poco a su favor.
Más animoso se le vio al mexicano Luis David, que se las vio con un noble toro que desarrolló movilidad y al que acompañó con holgura, pero sin fondo. Su labor fue de más a menos, pero unas bernardinas finales y una estocada obraron el milagro de que parte de los tendidos pidieran la oreja para él. Como no se la concedieron, se dio una vuelta al ruedo sin pedirle permiso a nadie.
Colombo recibió un puñetazo -con la pala del pitón- de su toro en el mentón y quedó conmocionado por unos momentos. Recuperado, lo intentó con más afán que lucimiento. Mucha decisión y poco toreo. Unas manoletinas y una estocada le permitieron dar la vuelta.
Lo dicho: crisis taurina mundial y desolación entre el público asistente. Lo normal en una cumbre…
Babelia
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