Un ‘valle-inclán’ en gallego excepcional
El primer montaje de 'Divinas palabras' en gallego sitúa el esperpento en un programa de telerrealidad
Imaginen la casa del programa de televisión Gran Hermano con los siguientes concursantes: el matrimonio formado por Pedro Gailo y Marigaila, su hija Simoniña y la cuñada Marica (hermana de Pedro), además de tres borrachuzos y un mago que aparece de vez en cuando como invitado. Cuando llevan varias semanas conviviendo, despreocupados ya de las cámaras que registran cada uno de sus pasos, entra un nuevo participante: Laureano, el sobrino discapacitado de Pedro y Marica, que ha quedado huérfano al morir su madre. Lejos de ser una carga, Laureano será objeto de disputa, pues la fallecida lo paseaba por las televisiones para recolectar dinero (mucho) llamando a la compasión de los espectadores (recuérdese el caso de la niña Nadia). Los habitantes de la casa se despedazarán por su custodia.
Esta historia, que podría suceder en cualquier programa de telerrealidad, salió en realidad de la mente del escritor Ramón María del Valle-Inclán hace un siglo: fue él quien imaginó a estos nueve personajes sacándose los ojos, aunque no en televisión sino en una aldea gallega. Son los protagonistas de uno de sus esperpentos más conocidos, Divinas palabras, publicada en 1919. Ahí tienen la explicación de por qué este texto se considera un clásico: lo pongas donde lo pongas, encaja.
DIVINAS PALABRAS REVOLUTION
Texto: Ramón María del Valle-Inclán. Versión: Manuel Cortés y Xron. Dirección: Xron. Reparto: Manuel Cortés, Antón Coucheiro, Patricia de Lorenzo, Borja Fernández, Mónica García, Tone Martínez, Victoria Pérez, Ánxela Ríos, Tomé Viéitez. Escenografía: Suso Montero. Vestuario: Mar Fraga. Iluminación: Fidel Vázquez. Teatro Español de Madrid. Hasta el 27 de mayo.
Esta noche, Divinas palabras volverá a verse en el escenario donde se presentó por primera vez en 1933, el Teatro Español de Madrid, en un montaje del Centro Dramático Gallego (CDG) estrenado en abril en Santiago, que debe considerarse excepcional por dos razones: porque es el primero en gallego, lengua vetada por los descendientes de Valle-Inclán hasta que el año pasado caducaron los derechos de autor (a los 80 años de su muerte), y porque se acerca al texto de una manera revolucionaria: sin sacralizarlo, sin miedo a retocarlo, convirtiéndolo en un realitypara traer su esencia al siglo XXI. Así es como debe actualizarse un clásico.
No en vano el montaje se llama Divinas palabras Revolution. “Cuando abordamos la obra pensábamos que íbamos a mantener poco del texto original, pero fuimos poniendo los diálogos a prueba... ¡y nos dimos cuenta de que funcionaban! Hemos eliminado algunas escenas, hemos movido de sitio otras y hemos rebajado la carga literaria... hasta llegar a una especie de Frankenstein”, explica el director del espectáculo, Xron (nombre artístico de Xesús Ron), fundador de una de las compañías más renovadoras de la escena gallega, Chévere.
Que el CDG haya encargado la primera puesta en escena en gallego de Divinas palabras a un creador que huye de la ortodoxia, después de los quebraderos de cabeza que le dio el veto de la familia, es un acto de valentía. También el año pasado apostó por otra artista de vanguardia, Marta Pazos, para el que fue el primer valle-inclán en gallego, Martes de carnaval. En ambos casos, los resultados prueban que esa actitud da buenos frutos.
Divinas palabras Revolution se verá en Madrid hasta el 27 de mayo y después volverá de gira a Galicia. Si nunca se han atrevido con Valle, este puede ser el momento.
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