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El ‘big bang’ generacional de Los Planetas cumple 20 años

'Una semana en el motor de un autobús' encumbró a los granadinos y certificó la mayoría de edad de la hornada 'indie' española de los noventa

Imagen promocional de Los Planetas en el año 1998.
Imagen promocional de Los Planetas en el año 1998.

Estaban al borde del abismo, y resolvieron el entuerto con un tercer disco que fue el de mayor calado generacional de toda su carrera. El más emblemático. Como si se hubieran propuesto ahondar en esa épica saga de álbumes gestados al filo del desastre —Exile On Main Street de los Rolling Stones, Yankee Hotel Foxtrot de Wilco, Third de Big Star...—, Los Planetas afrontaban hace justo 20 años su parto más complicado. Tensiones internas – en el seno de la banda, especialmente entre J y un disipadísimo Florent – y externas – con su sello, RCA – habían complicado unas sesiones de grabación que, tras la producción de Kurt Ralske en su estudio neoyorquino, depararían el mayor salto cualitativo de esa escena indie española que había emergido a principios de los 90.

Un álbum conceptual sin pretenderlo, auténtica montaña rusa de sentimientos encontrados, desde el desengaño a la resaca sentimental, del subidón al bajón provocado por esas drogas que se antojaban remedio para cicatrizar heridas causadas por auténticas dentelladas. Una obra repleta de suntuosos arreglos de cuerda al servicio de composiciones cuya ambición ni se auguraba y de textos que supuraban vitriolo. “Marcó un punto de inflexión porque cualquiera se sentía identificado con aquellas canciones, incluso fuera del ámbito más indie: era el disco del que todo el mundo hablaba en el 98, para bien o para mal, porque los defensores y detractores de Los Planetas éramos una especie de mods vs rockers de finales de los 90”, recuerda Rodrigo Caamaño, de Triángulo de Amor Bizarro, una de las bandas que ha tomado el testigo a lo que encarnaban entonces los granadinos. Su influjo ha sido patente desde su propia ciudad hasta al otro lado del océano: de sus paisanos Apartamentos Acapulco a los argentinos Él Mató a un Policía Motorizado, pasando por los madrileños Alborotador Gomasio, los catalanes Cala Vento y tantísimos otros.

Si Caamaño reconoce que fue uno de los discos que más le marcó “a la hora de aprender”, en un momento en el que estaba – como lo leen – “metidísimo en el trash metal”, no menos honda fue la huella que dejó en Antonio Luque (Sr. Chinarro), cuya carrera no sería la que es hoy en día si no fuera por los consejos que siempre le dio J: “Cuando uno ve que había una canción buena por hacer y la ha hecho ya otro, uno se anima a atrapar la siguiente, claro”, reconoce de una banda a la que entonces veía “en otra liga”. "Estaban en una multinacional, sonaron en muchas radios, y eso es algo que muchos grupos también consiguieron, pero no basta con eso: siempre hace falta la canción buena”. Y de canciones buenas, había unas cuantas –12– en Una semana en el motor de un autobús (1998), una suerte de epopeya post adolescente que, además, estaba espléndidamente secuenciada. Pocos periodistas conocen mejor su intrahistoria que Nando Cruz, quien publicó hace años el libro Una semana en el motor de un autobús. La historia del disco que casi acaba con Los Planetas (Lengua de Trapo, 2011), y atribuye sus logros a “la tremenda determinación de un tipo como J”. La aportación del recién incorporado Eric Jiménez a la batería también marcó su sonido.

Prácticamente redactado en base a horas y horas de entrevistas con todos sus protagonistas, aquel libro ponía en negro sobre blanco la dificultades de un trabajo del que Cruz sigue pensando que “pretendía mucho más que la mayoría de grupos de su escena". "No solo por la temática o por las texturas", comenta el crítico musical, "sino porque es cuando deciden que tienen que sonar potentes para aspirar a algo más que a tocar en salas para 300 personas”. Contradiciendo cierto amateurismo que se imponía entonces en la escena, aquel disco respondía a “planteamientos de madurez y seriedad, y en muchas direcciones”. El trabajo de Nando Cruz desveló que algunas de las letras de J no eran tan de despecho sentimental hacia una expareja como reflejo de sus tensiones con Florent, una veta tan prosaica que para algunos fans desmitificó su contenido, pero que el periodista barcelonés encajó de forma más provechosa: “Me pasó lo contrario a la desmitificación, porque eso suponía darle una nueva interpretación y una nueva vida, lo podía redisfrutar, y me pareció revelador”.

Hablando de mitos. Enfrentado al eterno dilema del test del tiempo – los veinteañeros que sintonizaban entonces con su contenido son los cuarentones de hoy – y a la engorrosa perspectiva de que este verano su contenido vuelva a lucir íntegro sobre los escenarios por la efeméride – está por ver – , renace la disyuntiva: ¿es mejor dejar la historia en mayúsculas tal y como está, o vale la pena guiñar el ojo a la nostalgia por ver si las canciones reviven con sangre nueva? El cuestionable precedente del Primavera Sound 2013 no es el más alentador. A Nando Cruz le “aburrió un montón”, mientras que Antonio Luque recuerda “un sonido bastante fiel al del disco y una interpretación muy sobria”, aunque reconoce, con su demoledor pragmatismo, que “los discos son discos y los conciertos, conciertos”. Veremos.

'Indies' infiltrados en una multinacional

La eterna paradoja: emblemas del indie cuando casi siempre militaron en un sello multinacional. En cualquier caso, los creadores de Segundo Premio, La Playa, Toxicosmos o La Copa de Europa nunca se acercaron – ni por asomo – a las grandes cifras que podía lograr un Alejandro Sanz, quien en aquel 998 llevaba más de 1.300.000 copias despachadas de su Más. Ellos, con que Una semana en el motor de un autobús rebasara las 15.000, ya habían salvado el tipo. "Una banda que vende sobre 30.000 discos no puede ni exigir ni chulear a las discográficas como hicieron ellos" , recuerda Nando Cruz. Si se lo permitieron, era porque en los 90 aún algunas majors confiaban en unas pocas bandas como garantías de marca, más allá de sus cifras: ocurría enGeffen con Sonic Youth o en Warner con los Flaming Lips, que "no vendían mucho pero daban prestigio". Aunque en España, claro, imperase mayor cortoplacismo, como prueban las fugaces singladuras de Australian Blonde, El Niño Gusano o Nosoträsh, también en RCA.

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