Ritornelo
Las cabezas pensantes eligen un tema que manosean en sesiones de mañana y tarde, y vuelven a pelotear el sábado. La reiteración del fin de semana puede conducir a la lobotomía
La perfidia de La Sexta es tan refinada que al tutorial informativo de Ferreras de lunes a viernes, sigue la doble ración de matraca el sábado en laSexta Noche con Iñaki López y sus tertulianos. Una entrevista ad hoc remata la faena. La campechanía multiuso de Revilla gusta mucho.
La agenda noticiosa de la cadena es retorcidilla. Las cabezas pensantes eligen un tema que manosean en sesiones de mañana y tarde, y vuelven a pelotear el sábado. La reiteración del fin de semana puede conducir a la lobotomía, porque no hay audiencia biempensante que aguante este ritornelo sin sufrir una perforación de criterio. La broca del taladro depende de la actualidad, real o convenida.
El encuentro con José Sacristán fue balsámico, pero sobraba alguna pregunta. El personaje es de culto. No hacía falta preguntarle sobre el máster de Cifuentes. El problema es que para escuchar a Sacristán había que escuchar antes a los opinantes en plantilla. La periodista Loreto Ochando quiere serlo. Por eso llamó pajillero al juez discrepante de La Manada.
Hace falta talento para regurgitar durante una hora y veinte minutos el imaginario corte de mangas de la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro. Parte los telespectadores se retiró entonces a descansar. Para matar el aburrimiento, me impuse una prueba.
Desactivé el sonido y observé la gesticulación de los tertulianos titulares y teloneros. Se trataba de adivinar qué decían. Hice trampa porque lo sabía antes de que abrieran la boca desde que se anunció el tema a debatir: más de lo mismo de los días anteriores. Escribí mi traducción de las muecas, sonrisas, ceño y anginas. Al rato, rebobiné. Había acertado casi todas.
No tiene mérito. Como escribo sobre televisión, veo mucha. La trepanación había surtido efecto hace tiempo: pienso como quieren que piense. Creo que al juez discrepante debieran castrarle, y a la secretaria de Estado, conducirla esposada y con capirote ante la comisión correspondiente.
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