Tres tercios son multitud
David Salvador cortó una oreja a un novillo blando y noble como todo el festejo
Los tiempos han cambiado, el toro ha cambiado, los toreros son todos iguales y el espectáculo dura una eternidad entre bostezos mil. Lo que pasa, entre otras cosas, es que lo de los tres tercios que marca el reglamento está desfasado; ni toro, ni torero ni público están ya para aguantar tal cúmulo de entrega, heroicidad y artisteo.
La primera novillada de abono celebrada en la Maestranza lo ha dejado claro: novillos muy justos de presencia, las fuerzas cogidas con alfileres, gotas de casta y bravura y abundancia de nobleza, que no habían nacido para aguantar tres tercios. En general, se dejaron torear con los capotes; como es habitual, hicieron una preocupadísima ‘pelea’ en varas (que no se les picó, en una palabra), acudieron como almas benditas en banderillas, y en la muleta aguantaron un par de tandas, no más, -a excepción del cuarto- antes de claudicar y pedir con urgencia el traspaso a una vida más placentera.
Es decir, que tres tercios son multitud; que no hay protagonista animal ni humano para tal exigencia.
Prueba de ello es que en Sevilla hubo más lucimiento con el capote que con la muleta. Comenzó Toñete con un quite por suaves delantales en su primero; se lució, después, en un par de sentidas verónicas y una media en el tercero, y cerró su actuación con tres verónicas y media de categoría en el recibo al cuarto.
De la Cámara/Toñete, Salvador, El Adoureño
Cuatro novillos de Rocío de la Cámara y dos -primero y cuarto- de Cortijo de la Sierra, justos de presentación, mansones, blandos, sosos y muy nobles. Destacó el cuarto por su movilidad.
Toñete: estocada caída (ovación); estocada y dos descabellos (ovación).
David Salvador: estocada (oreja); _aviso_ media (vuelta).
El Adoureño: tres pinchazos y estocada (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. Novillada de abono. 6 de mayo. Casi media entrada
David Salvador recibió su primero de rodillas en los medios con una larga cambiada y verónicas apasionadas, y dibujó un corto manojo de lentas chicuelinas en un quite al cuarto. Y El Adoureño se dio a conocer, primero, con unas tafalleras en el segundo de la tarde, y se lució de verdad con unas extraordinarias verónicas, muy templadas, tanto en el recibo como en un quite en su primero.
El tercio de muleta ya fue otro cantar. Primero, porque novillos tan bonancibles exigen manos muy embrujadas, y eso, amigo, no es un manjar que esté el alance de todos.
Hubo muchos pases, como suele ocurrir en festejo taurino que se precie, pero pocos de calidad. La cantidad -léase vulgaridad- predominó sobre la calidad.
Toñete, por ejemplo, es un novillero aventajado, que trazó mejores muletazos con la derecha que con la zurda y se esmeró en largos pases de pecho. Su primero se apagó pronto, y el torero dejó una huella que se borró al finalizar su labor. Mejor novillo el cuarto, nobilísimo y obediente, al que Toñete muleteó por ambas manos, con soltura, conocimiento, escasa hondura y casi siempre despegado.
David Salvador fue un ejemplo de entrega juvenil; y no solo porque recibiera al segundo de la tarde de rodillas en los medios, sino por su manifiesta decisión en todo momento. Se le vio muy motivado y solvente con capote y muleta. Hizo dos largas faenas, variadas ambas, e igualmente despegadas las dos -eso importa poco al público actual-, lo que afeó gravemente su labor. Cortó una oreja por una estocada de efectos rápidos en su primero, y solo pudo dar la vuelta al ruedo en el quinto porque atendió más a la música, que tocó a destiempo, que al reloj.
Y El Adoureño pasó entre silencios cuando se le vio en los primeros compases como un torero con sentido del temple, muy seguro y con aroma. Sus dos novillos duraron poco y el joven tampoco dijo mucho muleta en mano. En fin…
Que tres tercios son multitud; y, a veces, tres toreros, también.
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