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MÚSICA

Textos para hacer justicia a Lou Reed

Tres nuevos libros arrojan luz sobre la figura del creador del rock neoyorquino, siempre rodeada de un aura de morbo y malditismo

Lou Reed posa para la portada de su disco 'Lou Reed Live' (1975).
Lou Reed posa para la portada de su disco 'Lou Reed Live' (1975).michael ochs archives (GETTY)

Lou Reed (Nueva York, 1942-2013) nunca fue objeto de un gran trabajo biográfico y ensayístico. Ese privilegio —o maldición, nunca está muy claro— quedó reservado para The Velvet Underground, el grupo que en 1966 le hizo entrar en el olimpo del rock por la puerta trasera. Una historia breve y atípica como lo fueron la banda y su propuesta, pero que con Warhol y el underground neoyorquino en el reparto era inevitable que se transformara en mito. Lou Reed, en cambio, da menos réditos a ese nivel. Su trayectoria de cinco décadas no es musicalmente heterogénea; además, el morbo y el malditismo le persiguieron incluso después de que renunciara a ambos. En 1994, Transformer. The Complete Lou Reed Story, de Victor Bockris (Las transformaciones de Lou Reed en castellano), se erigió como la mejor biografía sobre este complejo creador para el rock. Tras su fallecimiento en 2013, el oportunismo alumbró dos nuevos libros que poco contribuían al entendimiento de quien cargó con la áspera imagen —drogas, bisexualidad— que parte de su obra proyecta en el imaginario colectivo. Su muerte evidenció la necesidad de un texto a su altura. Reeditada y actualizada en 2014, la obra de Bockris seguía contando con un importante lastre, una visión sesgada de ciertos hechos que sabe a ajuste de cuentas.

Lewis Allan Reed podía ser un tipo maravilloso, hasta que el personaje de Lou Reed le poseía. Era el Hyde de este Doctor Jekyll del rock and roll. Y aunque es difícil creer que a menudo Lewis no disfrutara siendo Lou, es ese axioma el que vertebra la imagen pública del escritor que conectó la poesía y el realismo sucio con el rock and roll, del tipo curtido por las calles neoyorquinas que podía arruinarte el día con una sola frase. Este es uno de los puntos que explora el periodista y profesor de literatura Anthony DeCurtis en Lou Reed. A Life, libro que utiliza los álbumes como hilo conductor para huir de la simple acumulación de hechos y crear un relato. El autor intenta alumbrar ciertos capítulos, deformados por la acumulación de clichés: la relación de Reed con su familia, o su romance con la transexual Rachel Humphries, habitualmente presentada como una especie de monstruo de feria. Y profundiza en la relación con Laurie Anderson, su tercera esposa, la que le ayudó a sofocar algunos de sus fuegos interiores. DeCurtis recurre a fuentes importantes, hasta ahora ausentes en libros similares, quizá por prudencia. El locuaz Danny Fields, amigo de Reed desde los sesenta hasta el final; el fotógrafo Mick Rock —autor de las imágenes de las portadas de Transformer y Coney Island Baby—, con el cual compartía un hedonismo voraz, lo mismo que el periodista Ed McCormack, otro cómplice en las correrías nocturnas.

Uno de los episodios que obvia DeCurtis es el breve periodo en el que ­Reed antepuso la poesía a la música. La literatura fue su primera gran pasión y se volcó de nuevo en ella tras abandonar a los Velvet en 1970; su retiro musical no duraría mucho, pero durante aquellos meses publicó poemas y prosa en revistas como Fusion y Harvard’s Advocate. Varios de esos poemas —algunos inéditos hasta hoy— son recogidos en Do Angels Need Haircuts?, que publicará el sello Anthology. Este pequeño poemario inaugura una serie de libros cuya fuente serán los archivos personales de Reed, adquiridos por la New York Public Library en 2017. Anderson, que está ultimando la edición de una serie de textos sobre taichí escritos por Reed, oficia en él como epiloguista. El prólogo lo firma Anne Waldman, poetisa que animó a Reed a dar su primer recital. Este tuvo lugar en marzo de 1971, en el marco del Poetry Project que aún hoy se celebra en la St. Mark’s Church in the Bowery. Allí mismo debutaría tan sólo unas semanas después Patti Smith. Esa noche, Reed presentó letras como Sister Ray para recitarlas después junto a versos como We Are the People o Spirited Leaves of Autumn, dedicada al escritor Delmore Schwartz, su mentor literario. Schwartz, que detestaba el rock and roll, amenazó a su alumno con perseguirle desde la tumba si prostituía su talento. Al contar esta anécdota, Reed la remató diciendo: “Puede que la gente se canse de mis canciones, pero nunca dejaré de escribir poemas”.

Anthony DeCurtis profundiza en la relación del artista con Laurie Anderson, su tercera esposa, que le ayudó a sofocar algunos fuegos interiores

Así fue. Nunca dejó de escribir, pero gracias al éxito que en 1972 le proporcionó Transformer la música se hizo prioritaria. Al hablar abiertamente de homosexualidad en el pop, Transformer hizo historia, colocando en las radiofórmulas una canción como ‘Walk on the Wild Side’, con varias transexuales como protagonistas. Cuarenta y seis años después, Ezra Furman, abanderado de la fluidez entre géneros en la música alternativa, firma un ensayo sobre el álbum para la colección 33 1/3. “Con Transformer”, declaró Furman a la revista Mojo, “Reed intentaba borrar su inteligencia para convertirse en estrella pop porque es lo que le conectará con la gente. Había aprendido que conformarse con ser un genio no funciona”.

En Fallen Knights and Fallen Ladies, un ensayo fechado en 1971, que versaba sobre los difuntos del rock, Reed escribió: “El cantante posee un alma, pero tiene la sensación de que, cuando baja del escenario, nadie le ama. O peor aún, tiene la sensación de que no resplandece más que en el escenario, y que fuera de él se marchita, un caparazón tan común como una gardenia. Pero ¿no somos todos tan comunes como copos de nieve?”. Sin saberlo, nos estaba dando algunas claves para entenderle el día que ya no estuviera aquí.

Lou Reed. A Life. Anthony DeCurtis, Little, Brown & Company (2017).

Do Angels Need Haircuts?. Anthology. 24 de abril.

Transformer. Ezra Furman. 33 1/3. 18 de abril.

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