Versos en órbita
'La policía celeste', último premio Loewe, permite a su autor, Ben Clark, indagar en la constelación familiar y en el agujero negro de la identidad
Desde que hace más de una década se presentara como “nieto de la ira”, Ben Clark ha ido forjando una voz caracterizada por el desarraigo existencial, la ironía irreverente y una afortunada mezcla de contención reflexiva y desbordamiento pasional. Al igual que ocurría en su anterior libro, Los últimos perros de Shackleton, La policía celeste (XXX Premio Loewe) se basa en hechos reales: la fundación de la sociedad astronómica del mismo nombre y el descubrimiento en 1801 del planeta enano Ceres, bautizado así en honor “a la diosa romana que enseñó a los mortales el arte de cultivar la tierra”. No obstante, lejos de cantar la gesta galáctica, ese trasfondo científico funciona como una alegoría que le permite al autor indagar en la constelación familiar y en el agujero negro de la identidad. Tres poemas dan testimonio de la perspectiva adoptada: ‘Correspondencia’, que discrimina entre la gente que quiere viajar a Marte y la que prefiere seguir con los pies en la Tierra; ‘Esperando al Halley en 2061’, donde la intemperie humana se mide según los ciclos orbitales del célebre cometa, y ‘Ceres’, que distingue entre las “personas / fecundas que harán pan” y las “personas huecas como yo, / hijos sin hijos, nombres moribundos”. Uno de los núcleos más destacados de La policía celeste se encuentra precisamente en las composiciones dedicadas al padre, en cuya descarnada ternura subyace un Big Bang afectivo. Si ‘Arte’ o ‘Mi hijo, el poeta’ alternan la crónica hospitalaria con la confidencia doméstica, ‘Café Machado’ o ‘Kiln’ recrean dos malentendidos a modo de fe de erratas: la confusión entre el apellido del café (“manchado”) y el del artífice de Campos de Castilla (“Machado”), o la semejanza fonética entre las palabras “horno” y “matar” en inglés. Asimismo, hay más madera referencial en esta vía láctea, desde los estribillos onomatopéyicos de Lady Gaga hasta los chistes metafísicos de un famoso humorista, desde los astronautas made in Gloria Fuertes hasta los happenings aéreos de Raúl Zurita en el cielo de Nueva York. Con este libro, el mejor de los suyos, queda demostrado que un pequeño paso para Ben Clark supone un gran paso para nuestra poesía.
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