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FOTOGRAFÍA

John Divola: un vándalo con cámara

Un libro recupera la obra del fotógrafo norteamericano cuyo poder de transgresión se mantiene vigente cuatro décadas más tarde

John Divola /Cortesía del artista y de MACK

John Divola (Los Ángeles, 1949) era aún un estudiante de arte cuando en 1974, y sin un estudio propio donde trabajar, recorrió Los Ángeles en busca de casas abandonadas. Equipado con pintura en aerosol, cartones y cuerdas, realizó intervenciones gráficas y esculturales antes de documentar el espacio con su cámara. Esto dio paso a un conjunto de imágenes de formato cuadrado y en blanco y negro cuyo poder transgresor se mantiene vivo hoy en día, y donde los límites de la fotografía quedan difuminados entre aquellos de la pintura, la instalación y la performance. La serie sentó las bases para desarrollar una obra con la que, a lo largo de más de cuatro décadas, el autor indagó tanto en las fronteras entre la ficción y la realidad como en las limitaciones del arte para describir la vida. La editorial británica MACK recupera esta serie completa en un libro con el mismo título, Vandalism.

Creció en West San Fernando Valley, California, en una zona donde escaseaban los museos y las galerías. Así, su idea del arte se forjó a través de las revistas y los libros. Pronto llegaría a la conclusión de “que la fotografía era la escena principal del arte contemporáneo, y que toda pintura, escultura o performance está hecha, desde un punto de vista práctico, para ser fotografiada”, tal y como declaraba el autor al crítico de arte Jan Tumlir. Sus años en la innovadora Universidad de California (UCLA) serían fundamentales para ensanchar sus horizontes, así como su afición por la filosofía. Eran tiempos en los que los términos de las artes visuales y la fotografía estaban siendo redefinidos y la performance ganaba protagonismo en la escena artística. La tendencia entre sus compañeros de estudio estaba en perseguir la 'objetividad' de la imagen, pero por entonces ansiaba fotografiar aquello que conectará con él de forma inmediata. Comenzaría así a fotografiar su entorno más inmediato en blanco y negro: su barrio, las puertas de los garajes, los setos o sus vecinas regando el césped se convirtieron en sus motivos. Su intención siempre fue formal, nunca sociológica.

John Divola/Cortesía del artista y MACK

Fue durante el revelado de una imagen de un tanque plateado de propano cuando el autor comenzó a pensar acerca de la relación entre el color plateado del objeto y la plata de la emulsión. De ahí surgió la idea de pintar los objetos con color plata antes de fotografiarlos. En aquel momento abundaban las casas abandonadas en Los Ángeles, que se convirtieron en el estudio donde llevaba a cabo sus experimentaciones, cubriendo las descascarilladas paredes y los escombros extendidos por el suelo con círculos, rayas, puntos, flechas o garabatos realizados con pintura negra y plateada, que más tarde fotografiaba. Algunas de las imágenes resultantes vibran como ilusiones ópticas en un misterioso escenario de transgresión y ritual, donde el autor figura, tal y como a él mismo le gusta referirse, como un ‘espectro’. Estas intervenciones funcionan tanto como una alteración del paisaje como un residuo visual de una actividad física. De esta manera, el autor transgredía o ‘vandalizaba’ dos espacios sagrados: el espacio fotográfico y el espacio privado, en una época en la que el discurso acerca de la ‘veracidad’ de la fotografía documental estaba siendo cuestionado.

“Mi práctica realmente brotó de un intento de acomodar un discurso visual procedente de la fotografía a un discurso paralelo más amplio, procedente del campo de las artes, del que estaba comenzando a percatarme”, señala el artista. Sin embargo, reconoce que en aquel momento Walker Evans influyó más en él que cualquier otro artista conceptual de la época. “De él me vino la idea de la apropiación de las sensibilidades estéticas del sujeto. Evans fotografiaba señales pintadas a mano, o encontraba un montón de grava enfrente de una señal de metal ondulado y se apropiaba de ella como una instalación estética. Yo estaba respondiendo a este tipo de acercamiento, al tiempo que quería involucrarme entre la cámara y el sujeto”.

John Divola/Cortesía del artista y MACK

La serie sirvió al autor para establecer un lenguaje fotográfico muy distintivo que desafía cualquier categoría. Cuatro años más tarde, parte de la serie fue incluida en la exposición Mirrors and Windows, organizada por John Szarkowski en el MoMA, lo que atrajo la atención internacional a su obra. Retomaría el tema de las casas abandonadas en su serie Zuma (1977), esta vez incorporando el color y tomando como escenario una vivienda en la playa de Malibú, cuyo interior deteriorado y vandalizado contrasta con el paisaje natural que la rodea. De esta forma, la relación física entre las intervenciones del hombre y su entorno natural enfatizan la distancia entre la imagen y la realidad.

Recientemente el artista ha retomado el tema visitando George Air Force Base, una base aérea abandonada en Victorville, California, en los años noventa. Su temática y sus estrategias artísticas han variado a lo largo de su trayectoria, pero siempre persiguiendo un interés conceptual donde la fotografía funciona como un medio trascendental, que implica tanto la performance como la manipulación de la percepción. “Una vez vista, la obra de John Divola no es fácil de olvidar. En particular las imágenes realizadas en edificios abandonados. No hay nada como ella en la historia del medio”, escribe el crítico David Campany.

Vandalism, John Divola. Publicado por MACK. 120 páginas. 35 euros.

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