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Radiografía de las pistas de baile

Florida135 y Pachá se convirtieron en los 90 en referentes mundiales de la cultura de club. Así nacieron los templos de la electrónica en España

El dj Andrés Campo en Florida135 el pasado diciembre por el 75 aniversario de la sala / Toni Villen
El dj Andrés Campo en Florida135 el pasado diciembre por el 75 aniversario de la sala / Toni VillenFlorida135
Héctor Llanos Martínez

“Competíamos con los grandes de Europa en un entorno rural; en tierra de nadie”, recuerda Juan Arnau Durán, miembro de una familia de empresarios que han llevado el espectáculo a Fraga (Huesca) durante varias generaciones. Después de hacer un viaje a Las Vegas, su abuelo logró que Xavier Cugat y Antonio Machín actuaran allí. Él, siguiendo sus pasos, atrajo en los años ochenta y noventa los sonidos electrónicos más avanzados a un pueblo de poco más de 11.000 habitantes. En su Florida135, conocida como la catedral del techno, se fundaron las bases de la cultura de club española.

Fue un pequeño folleto el que despertó su herencia genética, cuando la sala de fiestas se había convertido ya en una discoteca: “El papel anunciaba una rave en Toulouse (Francia), pero no entendíamos ni el grafismo ni muchos de los términos que usaba. Entonces no era fácil conocer cosas nuevas sin internet, así que decidimos ir allí, a ver qué hacían”.

Una imagen antigua de Florida135.
Una imagen antigua de Florida135.Florida135

Durante esa noche, Arnau Durán comenzó a vislumbrar el futuro del ocio nocturno en España. “Era una cosa espectacular, en unas naves industriales al sur de la ciudad. Ahora nos parece muy normal, pero entonces era una locura. En la pista bailaba gente de todo el mundo y algunos llevaban unas bombonas de oxígeno plateadas, preciosas”, cuenta.

Toulouse fue solo la primera parada. Junto a su mujer, Mari Cruz Lasierra, acudieron a raves ilegales por varias ciudades de una Europa que ansiaba libertad. Llegaron al Reino Unido de Margaret Thatcher y al Berlín que todavía limpiaba los escombros de un muro recién derribado. La pareja sentía que lo que estaba viviendo era algo más que una moda pasajera. “A pesar de lo estrambótico, vimos que esas fiestas eran otra cosa. Había un componente sociológico en ellas; tenían algo de revolucionario y transgresor”.

Lograron llevarse a su terreno los DJs estrella. En Francia conocieron a Laurent Garnier y en la capital alemana descubrieron a Jeff Mills pinchando en un sótano del mítico Tresor, cuya descafeinada secuela sigue reinando en la noche berlinesa.

Un cartel de la Florida en 1953.
Un cartel de la Florida en 1953.Florida135

“Hablábamos directamente con ellos, sin agentes de por medio, y les contábamos que éramos de Barcelona. Creíamos que, si decíamos que veníamos de un pueblo de Aragón, no nos iban ni a mirar a la cara. Poco a poco empezaron a tomarnos en serio”, comenta el responsable de Florida135. Era una mentira solo a medias, porque los de Fraga se aliaron con un periodista musical, Ricard Robles, y dos artistas visuales, Sergio Caballero y Enric Palau, que habían ideado un pequeño festival de electrónica en la ciudad catalana llamado Sónar.

Estaban tan seguros de su apuesta, que el cambio fue radical. “Sin anestesia —dice Arnau Durán—. Tanto que el fin de semana anterior estaba actuando Joaquín Sabina en Fraga”. Para que la gente se enterara de las novedades, los miembros de la familia se encargaron ellos mismos de enviar por correo 20.000 flyers, “metiéndolos en sobres uno a uno”.

El haberse convertido en clientes habituales de las grandes discotecas extranjeras dio sus réditos: “Los primeros tres años perdimos dinero con la nueva programación. Por suerte, gente como Jeff Mills, Carl Cox y Richie Hawtin venían a Fraga casi gratis, por amistad. Mi padre los quería como a hijos”, cuenta el empresario.

Su proyecto paralelo es el que logró convencer a los jóvenes españoles de que se pusieran a bailar en medio de un campo agrícola. La Monegros Party, en el desierto que luego acogió durante 20 años el exitoso festival, ayudó a atraer a la gente a la Florida. Editaban una revista en la que incluían un diccionario de electrónica que explicaba qué era el acid, el house y el drum & bass. “Queríamos acabar con el tópico del español que siempre va un paso por detrás”.

La ruta valenciana del bakalao apenas pasó por allí. “Sabíamos que lo de Chimo Bayo, aunque en ese momento llenaba las salas, sí que pasaría de moda”. Solo se sentían intimidados por la sala Scorpia que abrió a principios de los noventa cerca de Igualada (Barcelona), “aunque eran más maquineros”, y por Pachá: “Con los que tenemos una historia paralela”.

De Sitges a Ibiza

El primer Pachá del mundo se abrió en Sitges en 1967, aunque ahora cuenta con 25 locales en 12 países distintos. Al igual que Florida135, pasó de ser un salón de baile a una gran discoteca. “Fue un éxito desde el principio, un local así en un pueblo costero al que venían las suecas”, asegura Willy Serra, amigo y escudero desde hace más de 40 años del impulsor del imperio del ocio nocturno, el ahora octogenario Ricardo Urgell. De él dice que es un hombre inquieto, que “le gustaba crear discotecas, pero luego no quería llevarlas”. No pasó mucho tiempo hasta que Urgell se fue a Ibiza a montar otro Pachá, “con clientes jipis adinerados de Europa y California”. Fue el momento previo a su salto a la electrónica, que apuntaló la edad de oro de las discotecas españolas.

Ku y Amnesia también marcaban la tendencia en Ibiza, sobre todo cuando eran al aire libre”, comenta Juan Arnau Durán desde Fraga. “Locomía, que ahora nos parece tan hortera, era de lo más transgresor entonces, también estuvieron en Florida135”.

Willy Serra, que tiene un blog lleno de anécdotas de la época, le da la razón. “Ku se puso un paso por delante de Pachá en el verano de 1987, cuando empezó a programar house de Chicago. El Nitsa de Barcelona también fue muy importante para crear una industria solvente. Luego, lo del bakalao no tenía nada que ver con todo esto. Sonaba a serrucho”, asegura.

¿Fue el botellón el que mató a la cultura de club? “Al principio lo odiaba", asegura Juan Arnau Durán. "Veía a los chicos en el parking de la Florida y me daba rabia. Mi padre, que era un visionario, decía que si el botellón no existiera tendríamos que inventarlo. Tenía razón. Luego comprendí que no se trataba solo de beber barato; los jóvenes tenían así su espacio para relacionarse, hacer amigos antes de ir a bailar. Con el tiempo, decíamos que en Florida135 teníamos cuatro salas y que, en verano, la quinta era el parking”.

Serra tiene una idea muy distinta. “El botellón nunca entró en mi cabeza. Si en mi época hubiéramos hecho eso, las chicas no nos hubieran dado bola por pringados, pero supongo que si lo hacen todos deja de ser de pringados… Pero la cultura de club en Ibiza murió sola, de éxito. La música se comercializó. Si hace cinco años me hubieras dicho que el reggaeton triunfaría como lo está haciendo ahora, te hubiese dicho que estabas loco”.

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Sobre la firma

Héctor Llanos Martínez
Redactor especializado en nuevas narrativas audiovisuales (streaming, pódcast, redes sociales) y en el género documental, con varios años como autor del blog 'Doc&Roll'. Formado en Agencia Efe y elmundo.es, antes de llegar a Verne y la sección de Madrid de El País, escribió desde Berlín para BBC, Deutsche Welle, Cineuropa, Esquire o Yorokobu.

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