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Fama a bailar 2018
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las naves del hip-hop

Este 'Fama' va de danza urbana pura y dura con un ramalazo o perfume de danza contemporánea tangencial, y así busca muy verticalmente su target. ¿Convencerá esto a los espectadores jóvenes?

En vídeo, tráiler de 'Fama'.

Vuelve Fama, a bailar. Una aventura llena de incógnitas en toda regla, hoy, cuando fórmulas de éxito muy probadas como Gran hermano u OT, aún reinventándose, han visto tambalearse sus cimientos de audiencia y aceptación. El concurso de baile, lo que fue en Cuatro un éxito en su día, es cosa de otro tiempo y de otra correlación de fuerzas con la competencia.

En Italia el programa Amici, que conduce en el Canal 5 la muy mediática presentadora estrella de Mediaset Maria de Filippi y en Rusia El gran Ballet (Canal Cultura) dedicado en exclusiva a la danza académica, son los dos paradigmas de este género de concurso para bailarines, formato cambiante que se viene desplegando por las televisiones de medio mundo desde los tiempos del primigenio Fame (Fama), ahora ya verdadera arqueología moderna: un filme de 1980 (Alan Parker); una serie de televisión en 1982 (Sherry Coben); un musical en Broadway en 1988 (Steve Margoshes) y una hemorragia de secuelas de todo tipo, cuyo punto más interesante es el momento en que pasa de la ficción al reality show. Poco a poco en Amici el ballet académico se ha ido relegando y solamente aparece de vez en cuando como un cameo testimonial (en la noche de estreno Igor Yebra habló y prometió mallas, otro enigma), y no podía existir un programa dedicado al ballet en otro sitio que en Rusia, donde compite como la más mimada de las Artes Escénicas. Ninguno de los dos programas citados tiene buena fama en cuanto a transparencia, alentando polémicas en la prensa y en las redes sociales, como si esos líos, esos dimes y diretes fueran parte consustancial del producto.

Visto el plantel de profesores (Iker Karrera, Ruth Prim, Raymond Naval, Carla Cervantes y Sandra Egido) y las biografías de los concursantes, este Fama a bailar va de danza urbana pura y dura con un ramalazo o perfume de danza contemporánea tangencial, y así busca muy verticalmente su target precisamente en ese género. ¿Convencerá esto a los espectadores jóvenes? Ya se sabe que hay “programadores de riesgo”, al menos así los llamo, que pretenden convencer al auditorio de que saltar de azotea en azotea y de muro en baranda es también danza. Vamos a tener la fiesta en paz y a no seguir en esa carrera loca de confundir churras con merinas.

En Fama manda lo comercial, como debe ser, como exige ya el hecho de emitirse en una cadena de pago. Y sorprende que estos chicos y chicas, angelitos que no llegan en la mayoría de los casos a los 25 años (hay alguna excepción ya en la treintena), en sus biografías oficiales se definen con “profesores”, “maestros” y “coreógrafos”. A ver. Pongamos orden en el uso de las palabras (y de las profesiones). Enseñar es labor experta y de la experiencia, es la bisagra sagrada de todo aprendizaje. Esperemos que no se recurra a la carnaza fácil de los gritos, el insulto y la humillación del pupilo, algo que algunas veces tristemente se vio en las ediciones de hace una década. Pregunta obligada, ¿qué ha sido de los ganadores de entonces?

No podemos tampoco perder de vista que esto es un programa de televisión, un espectáculo que necesita de su dosis de sudor y lágrimas (lo de la sangre vamos a dejarlo por ahora aparcado) para fidelizar un espectador, tarea ímproba, si se me permite, corriendo los tiempos que corren y con la oferta actual de la parrilla. Hoy, por otra parte, los tiempos son muy otros en el gusto y en el estilo. Lo que sí puede afirmarse de estos aspirantes es que tienen todos, visto el primer programa, un evidente tinte global. Viajes, escuelas, Erasmus, nombres exóticos para definir la danza que hacen (Trap, Experimental, Fusión, Hip-hop, Dancehall, Funky, Vogue). Lo tiene difícil Igor Yebra, el director artístico tiene que cambiar de nomenclatura diametralmente, ya que él viene del mundo de las mallas y la barra, precisamente.

Una buena escenografía (la selección de las naves, un acierto), unos estilismos sin riesgo y en los estándares: todo tan artificial como la vida misma, y ahora 13 semanas por delante de lucha. Mirándose mucho el ombligo el profesor Karrera concluyó: “Hacía mucho que no veía esto en televisión”. Con justicia, en la primera gala fue seleccionado Pablo como el segundo mejor bailarín de la jornada.

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