‘Todo es una mierda’, la serie adolescente que enamora
La serie de Netflix está ambientada en un instituto en los años noventa. Y es adorable
La adolescencia es una época dura, un momento de cambios, de empezar a ver el mundo de otra forma, de tomar conciencia de uno mismo y de los demás. Se pasa bien y se pasa mal. Eso lo saben bien los protagonistas de Todo es una mierda.
La serie adolescente cuya primera temporada ha estrenado recientemente Netflix ha pasado demasiado desapercibida para lo adorable (y buena) que es. El hecho de que su historia esté ambientada en los años noventa puede que haya echado atrás a algunos. Pero aquí la nostalgia, aunque también esté presente y se cuele en conversaciones, guiños, ambientación y, sobre todo, en la banda sonora —incluida declaración de amor con Wonderwall, de Oasis—, no es lo principal.
Todo es una mierda (Everything Sucks! en su título original) en realidad es la historia de un grupo de inadaptados que, en sus años de instituto, invierten parte de su tiempo libre en hacer programas de televisión y obras de teatro y que en un momento dado terminan uniendo fuerzas para preparar una película. En ese telón de fondo se mueven los dos protagonistas, Luke y Kate. Él está enamorado de ella. Pero ella tiene más interés en revistas con mujeres desnudas que en los chicos. La serie muestra con sencillez y ternura, los altibajos emocionales y las dudas existenciales de estos jóvenes y su grupo de amigos. Mientras, el padre de ella y la madre de él viven también su particular redescubrimiento del mundo y ven un rayo de luz en su triste existencia.
Todo es una mierda es una serie pequeña, con solo 10 capítulos de 25 minutos, una historia sin grandes ambiciones ni pretenciosa, con un estilo noventero y que narra perfectamente el paso a la madurez de sus protagonistas y ese complicado proceso de búsqueda de la propia identidad y de la felicidad. Los personajes —todos llenos de dudas, temores e indecisiones, hasta los que parecen más seguros de sí mismos— van ganando profundidad según avanza la historia, con especial atención a sus dos protagonistas, pero también el resto del grupo. Hasta los personajes más odiosos al comienzo van tornándose simpáticos para los espectadores según van mostrando sus aristas.
Todo aquel que en algún momento se haya sentido un perdedor, un loser, un bicho raro, es decir, la gran mayoría de la humanidad, se sentirá identificado con estos chavales. Todo es una mierda está más cerca de Freaks & Geeks que de Stranger Things y logra crearse una identidad propia más allá de la nostalgia de la era del VHS y los trolls del tesoro para calar en el corazón.
Por resumir, Todo es una mierda es de lo mejor que ha estrenado Netflix en los últimos tiempos. Así de sencillo (y de complicado).
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