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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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La peor discográfica de la Historia

Jean-Marie Le Pen fue el responsable de SERP, una disquera que publicó 120 referencias

La familia Le Pen, en los años sesenta.
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Diego A. Manrique
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Después del tsunami que ha arrasado el negocio discográfico, uno esperaba que la resaca llevaría hasta la playa lo que Sherlock Holmes denominaba como “las pistolas humeantes”, los documentos y los testimonios que destaparan el modus operandi de una industria culturalmente esencial (pero basada en la explotación implacable, la estafa continuada a los artistas).

Y no. Están saliendo biografías de los hombres malos que hicieron posible tanta música gloriosa. Libros hechos con ayuda de los descendientes, que tienden hacia lo exculpatorio. Incluso encuentras excusas para Herman Lubinsky, fundador de Savoy Records, que –y es solo un ejemplo- congeló la carrera del exquisito Little Jimmy Scott con un contrato infernal, que le impidió grabar y le condenó a trabajar en hoteles y hospitales durante 20 o 30 años.

Hasta que me he topado con la discográfica más pestilente de todas. Tenía un nombre anodino, SERP Disques, derivado de Sociedad de Estudios y de Relaciones Públicas. Fundada en 1963, nacía con vocación comercial: su cabeza visible, Jean-Marie Le Pen, había perdido su acta de diputado en las legislativas de 1962. Abogado de formación, había sido militar en Indochina y Argelia; terminadas las guerras coloniales, no había demanda para sus servicios. Lo cuenta en Fils de la nation, su reciente tomo de memorias.

Le Pen era malvado pero no tonto: descubrió un hueco en el mercado fonográfico. En Francia siempre se vendieron bien los discos hablados, literarios o políticos. Y Serp dio el golpe con la grabación clandestina del juicio al teniente coronel Bastien-Thiry, organizador de atentados contra De Gaulle, condenado y ejecutado en 1963.

Usaba técnicas de camuflaje: entre los discos dedicados al mariscal Pétain o a colaboracionistas fusilados como Pierre Laval y Robert Brasillach, colaba títulos protagonizados por Churchill, Léon Blum o François Mitterrand, aparte de un volumen celebrando ¡el nacimiento del estado de Israel!

Le Pen, teóricamente un patriota hasta el tuétano, pretendía rehabilitar al régimen que conquistó Francia en 1940: lanzó LPs dedicados al Tercer Reich, Adolf Hitler, las distintas ramas del Ejército alemán y el partido nazi. Fue condenado por “apología de los crímenes de guerra” pero sus discos alimentaron espiritualmente a la bestia negra que hibernaba en toda Europa.

¿Daba el tipo como hombre del disco? Yo diría que sí. Aprendió de sus pinchazos: un álbum sobre la Guerra Civil Española fracasó al juntar las canciones republicanas con las franquistas; su público no admitía matices. Le Pen hacía de todo, desde diseñar portadas a entregar pedidos en mano. Su oportunismo revela también un alma de disquero atento a publicar lo que pueda venderse: desde himnos anarquistas, a cargo de Les Quatre Barbus, a una selección de Canciones de los forajidos del Far West donde participaban rojos ilustres tipo Pete Seeger. Su especialidad, sin embargo, era la música militar.

El catálogo de Serp combina horrores y anomalías. Contó con cantautores como el Docteur Merlin; hasta probó con el rap del grupo Basic Celtos. Pero la ascendente carrera política de Le Pen le llevó a desinteresarse por la empresa, que en 2000 se declaró en quiebra. Los activos de Serp fueron adquiridos por uno de sus fichajes, la coral católica Montjoie-Saint Dennis, que únicamente ha reeditado sus propias grabaciones.

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