Mejor la memoria que la nostalgia
'Ochéntame' muestra cada jueves el recuerdo de una España más pobre pero más libre
El actor Imanol Arias fue quien propuso el título. Y Daniel Gavela, productor ejecutivo, se lo cazó al vuelo. Después, Ochéntame logró abrirse paso en TVE aunque algunos de sus directivos vieran problemático el neologismo; pero Gavela lo defendió y el programa no tardaría en atrincherarse en la parrilla de La 1 con una idea clara: no se trataba de hacer un ejercicio de nostalgia, sino de memoria. Más de un millón de españoles lo siguen cada jueves a medianoche desde hace cinco temporadas.
Aquel Ochéntame inicial se convirtió en Ochéntame otra vez, para enlazar con la serie a la cual sucede en la pantalla, la longeva Cuéntame cómo pasó, que se fabrica en la misma factoría: la productora Ganga, impulsada por Miguel Ángel Bernadeau.
La serie de documentales contextualiza la ficción de su hermana mayor; proporciona a los espectadores veteranos el placer de reconocer su juventud de apenas anteayer, y vacuna a los jóvenes contra el adanismo de hoy y la ignorancia de mañana. El retrato que se obtiene muestra un país que vivía más pobre pero también más libre. Un tiempo en que los nuevos derechos se abrían paso a base de ponerse en práctica.
La redacción y las oficinas de Ochéntame se hallan en el polígono de Pinto (Madrid) donde se rueda la serie de los Alcántara. Entrar en esas calles reales pero ficticias permite detenerse ante un escaparate que muestra los precios en pesetas o sorprenderse al ver aparcado un diminuto Seat 127 (en su momento parecían más grandes).
En la presente temporada han pasado por estos documentales los flamencos que actualizaron el género (Moderno… pero cañí); las revueltas estudiantiles con el famoso Cojo Manteca al frente (Rebelión en las aulas), los tópicos vistos por extranjeros que conocen bien España (Typical spanish), las historias de quienes se fueron para sí volver (Emigrantes de ida y vuelta) y, este jueves pasado, el golpe de Estado de 1981 (23-F, yo lo viví), con testimonios de quienes de un minuto a otro se convirtieron en golpistas sin querer.
Ochéntame se elabora con un formato que parece difícil para quien construye el relato y transparente para quien se asoma a la historia: no hay presentador, y por tanto nadie se interpone entre el público y los hechos o los testimonios. Ni siquiera se oye una narración en audio. Los archivos, los especialistas y los testigos hablan solos, a veces con la ayuda de algún rótulo; apoyados en la documentación del voluminoso archivo de RTVE. Tan densa, que cada entrega de 50 minutos parte de una recopilación inicial de más de seis horas.
En esta temporada están pendientes de emisión cuatro capítulos ya terminados; tres que se hallan en fase de montaje, y seis más cuyo material está recopilado pero aún debe pasar por el complejo proceso de edición. El próximo (La república de las letras) retratará el largo camino de los escritores españoles, y por él desfilarán unos jovencísimos Almudena Grandes, Rosa Montero, Manuel Vicent, Antonio Muñoz Molina… y también sus versiones actuales. Y el siguiente revisará la vida de El Vaquilla, aquel delincuente popular que robaba coches, se pinchaba heroína y liaba motines en una cárcel barcelonesa llamada Modelo que se construyó para 675 presos y albergaba en realidad a 2.223. Más tarde se verá el tránsito desde una sociedad que perseguía a los homosexuales a otra (en realidad la misma) que acepta casarlos (Mamá, soy gay).
En todos estos proyectos trabaja una plantilla de dos directores (Irene Arzuaga y Jordi Barrachina), tres redactores, cuatro documentalistas, tres auxiliares de redacción, tres montadores y un equipo técnico de más de diez personas. Este grupo joven y experto, formado con el talento que despreció la crisis, rebusca cada día en la memoria española, ordena los recuerdos y explica a los espectadores la inmensa obra colectiva que ha significado llegar hasta aquí.
La verdadera desconexión catalana
La desconexión de Cataluña sí se produce en TVE. Los jueves a las 24.00 horas termina Cuéntame y comienza para aquella comunidad un debate político, lo que relega a Ochéntamea una hora intempestiva. El documental sufre así un vacío geográfico donde quizás más falta hace recordar la España que fue capaz de promover unida los Juegos de Barcelona o la Expo de Sevilla.
La media de más del 10% de cuota de pantalla de cada capítulo en toda España está lastrada por el reducido 3,3% que logra en Cataluña el citado debate, y que se contabiliza para La 1 en esa misma franja. Curiosamente, la audiencia catalana sube al 5,1% cuando llega Ochéntame, a la 1.30 del viernes.
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