Cartas con sello literario
La constante aparición de nuevos epistolarios demuestra el creciente interés por el género que se vive en la cultura española. Pero no siempre fue así
La reciente publicación de dos importantes epistolarios —Cartas a Mercedes, del novelista murciano Miguel Espinosa, y las cartas cruzadas entre Gerardo Diego y Juan Larrea entre 1916 y 1980—, así como la traducción de la correspondencia íntegra, sin cortes, de Virginia Woolf con Lytton Strachey, demuestra el creciente interés por el género que se vive en la cultura española. Pero no siempre fue así. Esta semana Babelia bucea en el género epistolar con varios artículos que analizan sus diferentes formas.
En un primer artículo, Anna Caballé reflexiona sobre el desarrollo del género en el seno de la cultura española. “Hasta fechas recientes las cartas, así como otra documentación autobiográfica —archivos, diarios, notas personales, borradores, manuscritos—, fueron papeles que tenían una dimensión estrictamente erudita, cuando la tenían, sin que se comprendiera su enorme alcance testimonial, biográfico y tantas veces literario. (…) Es mejor no pensar en la pérdida documental sobre la que se ha edificado la cultura española. La destrucción, la dejadez, la rapiña, la censura propia y ajena… Concepción Arenal quemando sus cartas enviadas a la condesa de Mina dos meses antes de morir; Manuel Murguía destruyendo la correspondencia de su esposa, la gran Rosalía de Castro, después de su muerte, porque las cartas le comprometían; la viuda de José Tarín Iglesias presumiendo de haber quemado las cartas más personales de su amigo el escritor Joaquín Montaner. Todo ello nos impide a menudo escribir como deberíamos las vidas de personajes fascinantes que cruzaron nuestra historia sin que apenas tengan entidad, más allá de los hechos escuetos de su vida”, escribe Caballé.
En un segundo artículo, Alberto Manguel se ocupa de la correspondencia en la era electrónica. “Desde que dejamos de escribir nuestras misivas a la pluma o a máquina, y las confiamos ya no al fiel cartero sino al anónimo ciberespacio, nuestros epistolarios existen en el paradójico universo de lo eternamente memorioso y de lo instantáneamente fugaz. ¿Cómo lograr entonces preservar para investigadores futuros las semillas de las obras que nos importan, y que tal vez se hallen en los e-mails privados de Javier Cercas y en los tuits públicos de Margaret Atwood?”, apunta Manguel.
Y en un último texto, la periodista Tereixa Constenla analiza el valor de la correspondencia para la investigación histórica. “La carta es un documento privado que permite contrastar el discurso del poder con el de los seres de carne y hueso que no tuvieron poder”, subraya el artículo.
En páginas siguientes el lector de Babelia encontrará las habituales reseñas de los libros de la semana, seguidas de un texto de Guillermo Altares sobre varios ensayos que profundizan en la relación de los humanos con los animales y de otro artículo de Vicente Molina Foix sobre los escritores del Decadentismo a finales del siglo XIX.
El apartado de arte se abre con un reportaje sobre una exposición en Marsella que analiza el formato de la telenovela y su influencia en el arte contemporáneo. Entre las críticas de los discos de la semana destaca un álbum que rescata las miniaturas del compositor húngaro György Kurtág. El crítico teatral Marcos Ordóñez escribe sobre el Cyrano de Lluís Homar. Y en las páginas de opinión ocupa la tribuna libre Marta Sanz, junto a las firmas habituales de Antonio Muñoz Molina y Manuel Rodríguez Rivero.
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