“Soy un chico muy normal”
Raphael vuelve esta noche a desearnos feliz Nochebuena en TVE
Helo aquí. Más chulo que Pichi el del chotis con sus vaqueros pitillo, su jersey cisne y su cazadora de motero. Raphael en persona. Con la ph marca del artista que se puso de niñato para que su nombre sonara igual en todos los idiomas. Aquí está, otro año, don Rafael Martos para darnos la serenata en la noche más buena del año antes de emprender la fase americana de Loco por cantar, enésima gira en sus 57 años de carrera. Sigue siendo aquél, dice, “menos joven, pero más sabio”. A ver quién le lleva la contraria.
Esta noche es Nochebuena.
Y mañana, Navidad.
Saca la bota, María.
Que me voy a emborrachar.
Aquí estamos otro año.
Y que nos sigamos viendo, hija, porque la alternativa es peor.
De la niñez a los asuntos. Rafael Martos (Jaén, 1943), Raphael para el globo, lleva desde niño epatando al público con un estilo único. Desde modernos a marqueses se saben de memoria sus canciones de pasiones desatadas. Esta noche vuelve a desearnos feliz Nochebuena en TVE.
Y que lo diga. El “ph” de Raphael, ¿es ácido, neutro o alcalino?
Salao, como andaluz que soy.
Un andaluz que solo sesea, y de qué manera, cantando.
Eso es curiosísimo. El director de Jeckyll y Hyde estaba aterrorizado por si se me iban las eses. Pero solo seseo cuando canto como Raphael, y digo cosas terribles como “juntos abrasados crusan la siudad”. Explícame eso.
En la ducha, ¿también sesea?
Es que yo no canto en la ducha. Para qué, si nadie me oye. Es como cuando me piden que cante a pelo. Pues no, me da mucha vergüenza. Yo necesito público, audiencia, y cuanta más, mejor.
“Cuando canto como Raphael”, dice. ¿Cómo es ser Raphael todo el día?
Pues Raphael es un chico muy normal, antidivo total, divertido, con chiste sin ser chistoso, que decía María Félix, buen conversador y buen escuchador. Mi mujer, Natalia, y yo somos iguales en eso. Nuestros amigos casi siempre eran mayores, por eso casi no nos quedan, y eso es una tragedia. Mingote, Antonio, García Márquez, esa generación maravillosa
Bueno, ahora el viejo, perdón, el referente, es usted mismo.
Sí, yo le ando por ahí, pero nosotros no somos como eran ellos. Ahora igual me dan capones mis coetáneos, pero yo, que no soy nostálgico, tampoco soy ciego. A mí no se me ocurre hablarte del pasado, y mi pasado no está mal del todo, modestia aparte.
Una pasada de pasado, ahora que la RAE acepta el término.
Pues sí, pero yo no me he quedado ahí, y otros sí. Yo hablo de lo que hago y, sobre todo, de lo que voy a hacer. Siempre miro al futuro. Lo que pasa es que me voy a morir rápido, con estas prisas.
¿Ansiedad a estas alturas?
Antes sí, pero domino mis nervios desde hace siglos, desde que fui trasplantado. Ahora no es que sea calmado, es que soy huevón. Salgo huevón a escena, y me digo “a ná que hagas, ya verás”.
Le aprobaron el carné de artista a los 16 años sin oírle cantar, solo por cómo entró a escena.
Sí, me dijeron que me fuera sin dejarme abrir la boca. Cómo entraría, hija. Pero nada es impostado. Jamás me he mirado a un espejo para cantar. Mi espejo es mi conciencia y responsabilidad.
La lotería, el discurso del Rey y Raphael son algo así como la Laiquísima Trinidad Navideña.
Y desde antes. El Corte Inglés pone El tamborilero en noviembre y lo quita en Reyes. Yo abro y cierro la Navidad en España.
No falló a su cita con TVE ni el año de su trasplante de hígado.
No, me puse muy malito en diciembre, pero hice el programa. Rocío Jurado me decía: “Rapael —porque era la única que me llamaba así, y yo se lo consentía todo— qué mala carita tienes”, y ahí empezó el drama. Me trasplanté en abril, y ese año volví a hacerlo, y fue uno de los mejores.
Va a cumplir 15 años trasplantado. ¿Se siente un adolescente?
Sí, y me voy a echar novia. No, no es eso, pero el hígado cura todos mis males. No tengo una arruga, hija, y no he pasado por chapa. ¿Quién diría que tengo 74 años?
De vez en cuando le entierran en las redes. Adelántese y dígame cómo le gustaría ser recordado.
Ya salió la preguntita. Pues mira, es que no estoy seguro de que la gente vaya a recordarme. Tampoco he inventado la penicilina.
Pues hasta el año que viene.
Y al otro y al otro y al otro.
Babelia
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