_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jim, Andy, Chiquito y el humor que no se explica

Nunca me reí con Chiquito. Pero, como mi falta de fe en la vida tras la muerte, es algo que jamás podría explicar

Tráiler de 'Jim y Andy'.
Eneko Ruiz Jiménez

El humor no se entiende. Ni falta que hace. La explicación sobre la risa empeora su experiencia. Y, no nos confundamos, ninguna carcajada es mejor o peor que la tuya. Sí que existe, por supuesto, la comedia cerebral, la surrealista y la gamberra, pero la mejor, en cualquier caso, siempre será la que sale del estómago, la que no puedes contener. Venga con Chiquito, Jim Carrey o Andy Kaufman.

Lo confieso. Yo, por ejemplo, nunca me reí con Chiquito. Pero, como mi falta de fe en la vida tras la muerte, es algo que jamás podría explicar. Escapa de toda lógica. No discutiré, aun así, que el humorista fue único, influyente e inspirador y, sobre todo, que hacía reír de manera incontrolable. Lo gracioso no tiene explicación.

Tampoco lo tenía el humor deconstruido de Andy Kaufman. En el primer Saturday Night Live, este iconoclasta simplemente salió al escenario, encendió la música de Superratón y se lanzó a hacer playback de versos sueltos. Durante el resto de su performance se mantenía impávido. Aunque parezca increíble, era de lo más divertido del mítico episodio. También incómodo y desconcertante. No había nada igual.

Cuando Jim Carrey se metió en su cabeza en la brillante Man on the Moon, el actor, que también había fabricado su propio estilo de comedia, lo vio claro: tenía que convertirse en Kaufman incluso en su vida personal. El documental de Netflix Jim y Andy regresa ahora detrás de las cámaras para indagar en la mente de estos dos maestros del humor cuya voz nunca pudo ser copiada. Porque tras aquella experiencia nada volvió a ser igual. Esa mutación había dejado en la estrella de las muecas y los 10 millones un poso de melancolía que nunca se desprendería más de ese bondadoso Mr. Hyde que siempre buscaba agradar.

Al decir Carrey adiós a Kaufman, volvieron sus problemas. Hoy los recuerda y es imposible no sentirse cercano. Incluso si nosotros, simples mortales, nunca entenderemos del todo la velocidad a la que corre su mente, esa genial psicosis que lo acompaña en el humor, y también en la enfermedad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_