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Columna
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‘American Vandal’ y la generación Z

La parodia del 'true crime' de Netflix comienza cuando hallan penes dibujados en 27 coches

Tráiler de 'American Vandal'.
Eneko Ruiz Jiménez

Mi generación éramos de Compañeros o Al salir de Clase. Los que tenían gustos más refinados por el culebrón adolescente incluso disfrutaban de Melrose Place o Sensación de vivir, aunque ya sonaran añejas para un niño que todavía veía lejano ese instituto dramático y absurdo. Cuando llegó Física o Química, y nuestra edad coincidió, ya nada tuvo aquel encanto. Las generaciones corrían sin mirar atrás.

Ver un drama de instituto actual quizás suene a ejercicio antropológico, pero para un millennial debería ser necesario intentar entender la generación Z y sus gustos y así no repetir las críticas infundadas que las anteriores vierten cada día sobre ellos. American Vandal, en Netflix, es una buena opción. A medio camino entre parodia y drama teen, este falso documental esconde una mirada a una generación rodeada por levedad y tecnología. Todo empieza del modo más tonto: cuando expulsan a un estudiante por haber pintado penes en 27 coches.

Entonces se abre una investigación con ecos de la magnífica Making a Murderer hasta en lo visual que acaba en un conflicto entre clásicos personajes de instituto. Poco a poco el humor se diluye para dejar paso a una trama donde, si bien todos tienen sus fantasmas, no asoman asesinatos, pintorescos villanos, drogas y embarazos prematuros, habituales en las dramáticas series de nuestra adolescencia o en la reciente Por 13 razones. Aquí la cuestión es dirimir si las pollas que dibuja el bovalicón protagonista tienen pelos o no. Los giros tampoco indignan como en los documentales reales, aunque son igual de inesperados y trepidantes.

En realidad las verdaderas protagonistas de American Vandal son las redes sociales, en fondo y forma. Es el lenguaje de los tiempos y la manera de contar una historia definitoria de la juventud. Porque si Drácula se escribiera hoy, no sería epistolar, sino en estados y publicaciones. Para estos chicos, las fiestas se graban en historias de Instagram y sus mensajes los publican en Facebook para que el mundo lo vea. El misterio adquiere en ellas otra capa: la realidad está velada por lo narrado en digital.

De entrada, American Vandal puede parecer tonta, vacía e incomprensible. Pero, como símbolo de los tiempos, merece la oportunidad de conocerla y tratar de comprender a la generación retratada. Porque sus problemas no son tan distintos.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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