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en pocas palabras

Mateo Maté: “Las ferias de arte son el tren de la bruja del parque de atracciones”

En su reciente exposición el artista madrileño se atrevió a remover los ideales clásicos de belleza

Al artista Mateo Maté (Madrid, 1964) no le cuadran los estereotipos. En su reciente exposición en Madrid, Canon, introduce pequeños cambios en esculturas icónicas de la antigüedad para cuestionar los ideales clásicos de belleza.

¿Qué o quién le hizo querer ser artista?

Mi madre y la librera de la esquina se confabularon para regalarme un libro sobre Goya. Y luego me llevaron al Museo del Prado, y desde entonces no he podido cerrar los ojos.

¿Qué artistas le han impresionado últimamente?

George Herriman. Siempre me encantaron sus tiras de cómic y estoy deseoso de ver su trabajo ordenado en la próxima exposición que va a inaugurar el Museo Reina Sofía. Y de mis compañeros españoles, Juan Luis Moraza siempre me sorprende.

¿Qué libro tiene en la mesilla de noche?

La Autobiografía de Chesterton; Varados en Río, de Javier Montes, y Estudios del malestar, de Jose Luis Pardo.

¿Y algún libro de arte que le haya inspirado?

El libro del desasosiego, de Pessoa. “En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación”. Ciencia ficción. Si eso pensaba alguien de la sociedad en la que vivía hace un siglo, no me puedo imaginar como nos describiría ahora.

¿Qué tipo de arte aborrece?

El arte panfleto con tintes políticos que lo mete todo en urnas y que sólo habla del pasado y el arte folleto de ventas para el mercado con lenguajes predigeridos varias veces heredero de Walt Disney que lo plagia todo en Google y que todo paleto con dinero quiere comprar. Las ferias de arte me parecen el tren de la bruja del parque de atracciones.

¿Qué obra de arte ajena le habría gustado firmar?

Alguna de esas obras maestras que fluyen sin artificios ni complejidades, con una sencillez que desbarata, como las de Shakespeare, Mozart o Velázquez. Como un caño de agua, son transparentes, te satisfacen, te refrescan y se van entre las manos. ¡Inalcanzables!

¿Qué clichés le han atado más a usted a la hora de crear?

Crear yo nunca creo nada. Como un tenista aprovecho la energía cinética con la que nos bombardean los símbolos y trato de reorientarlos con otros objetivos.

¿Qué canción escogería como autorretrato?

Space Oddity, de David Bowie. Sin tiempo ni dirección, flotando en el espacio. 21st Century Schizoid Man, con Robert Fripp. Premonitoria descripción de estos tiempos o de los de siempre.

Si no fuera artista, ¿qué le gustaría ser?

En la próxima reencarnación quiero ser músico y en la siguiente escritor y en la siguiente arquitecto. No entiendo el mundo sin la música, la literatura, la danza o el arte… Es como vivir muchas vidas en una.

¿Cuál es su película favorita?

Cualquiera de Kubrick o Kurosawa, seminales en muchos géneros y que vería mil veces, o cualquiera de Haneke que de insoportables y maravillosas no quiero volver a verlas.

¿Qué está socialmente sobrevalorado?

Por supuesto, los héroes del fútbol y en general todos los héroes contemporáneos de la economía, de la música, del cine, de la televisión, del arte y todo lo que les rodea, sus casas, yates y deportivos. ¡Aghhhh! Los cocineros. El elevado umbral de sorpresa ha llevado la extravagancia hasta límites inconcebibles. Parece que nos están sometiendo al tratamiento Ludovico.

¿Qué encargo no aceptaría jamás?

Diseñar un camuflaje militar para un ejército o un vestido para la reina Letizia o el escenario para El Rey León o un coche hormonado.

¿A qué artista le daría un Nobel?

A Isidoro Valcárcel Medina le daría el Nobel de la sencillez. Siempre directo, honesto, simple y eficaz.

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