Alt-J, mestizaje musical con exceso de pretensión
Su nuevo disco, 'Relaxer', incluye música folk, orquestal, rock y el conjunto de temas guarda poca cohesión
Artista: Alt-J
Disco: Relaxer
Sello: Infectious / Pias
Calificación: 6 sobre 10
Evitar que las etiquetas y los preconceptos estrangulen la creatividad es uno de los retos que afrontan los creadores menos acomodaticios de la música pop de este siglo. No es algo nuevo —los Beatles, Bowie o Beck ya se enfrentaron a ello—, pero hoy, en esta avalancha de información digital, es un acto de afirmación que se antoja necesario. Cuando un grupo no convencional como los británicos Alt-J llega al gran público, parece obligatorio transformar cuanto antes el molde sonoro propio. Una honestidad creativa predicada por Radiohead desde finales de los noventa, y que también rechaza comprometerse con los estilos puros —rock, folk, jazz, electrónica— salvo para tomarlos como elementos con los que trabajar. Eso es lo que deben haber buscado alt-J en su tercer álbum, que parece dispuesto a superar como sea a su predecesor, el brillante This is all yours (2014).
Relaxer comienza prometedoramente. 3WW evoluciona sobre un ritmo hipnótico que conduce a un folk de esencias californianas, para ir alcanzando un clímax melódico, ligeramente contaminado por el ruido a medida que se aproxima el final de la canción. In Cold Blood se acerca más a lo que podríamos considerar el sonido característico del trío de Oxford, reforzado aquí por arreglos de rock y soul que lo sacan de su habitual evanescencia. Es otro momento álgido en un álbum que empieza a perder fuerza inmediatamente después. House Of The Rising Sun, más que una versión al uso del tema popularizado por The Animals, es una adaptación que incluye partes nuevas a cargo de Alt-J. La canción queda tan desprovista de cualquier atractivo que es imposible no preguntarse el por qué de un experimento tan estéril, seguramente al servicio de un discurso artístico que los músicos visualizan claramente, pero del cual cuesta disfrutar. Hit Me Like That Snare es una pieza de rock con la suciedad del garage, que funciona mejor como ejercicio que como canción. El disco parece recuperar el atractivo con Deadcrush, hip hop a lo Alt-J, que desarrolla una agresividad sonora poco habitual en ellos. La etérea Adeline les devuelve a sus coordenadas originales solo para que veamos cómo intentan reescribirlas, pero el arrebato final hace que aquello que empezó bien termine regular.
Relaxer se ahoga en su propia ambición. El problema no reside tanto en el hecho de que cada canción venga de un campo diferente; el problema es que apenas hay cohesión entre ellas, y lo que debería emocionar en ocasiones solo resulta grandilocuente. Last Year, una lírica composición folk interpretada por Marika Hackman, dura seis minutos que valen por quince gracias al empeño de sus creadores en alargarla. El álbum concluye con Pleader, magno tema orquestal coronado por una apoteosis de coros, que no hace más que ratificar la pretenciosidad de una obra carente de fluidez. Relaxer es una sucesión de temas desiguales intentando integrar una obra compacta. Se echa de menos coherencia en este mare magnum emocional, alma, ese algo que debería atraer al oyente en lugar de dejarlo exhausto porque sí.
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