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Un mar color de sangre

Manuel Vicent regresa con La regata a su territorio literario: el Mediterráneo. La novela es un ácido relato en el que conviven la corrupción política y la crisis migratoria

J. Ernesto Ayala-Dip
josé jordán

En La regata, Manuel Vicent regresa a su territorio literario, el Mediterráneo. Y lo hace con ese tono de exaltación de la naturaleza y los cuerpos sin perder algo de su compostura irónica. Ese idilio avasallador, ese cierto regusto a releído Virgilio, ya lo describió Vicent en Son de mar. Un compendio iridiscente de sensualidad y locura amorosa. Pero ahora las cosas han cambiado, porque algo grave ha pasado en el mundo. La crisis, la corrupción, los gravísimos acontecimientos geopolíticos, que dejan tantas víctimas.

En La regata, Vicent, con la excusa de un certamen por el Mediterráneo, nos presenta todo un elenco muy representativo de la España reciente. Hombres y mujeres, que también podríamos identificar en las páginas y programas televisivos del corazón. Gente muy conocida por su fama. Políticos, empresarios, chicas bronceadas para hacer las delicias eróticas de los varones exitosos. La novela comienza con una muerte súbita en la que están comprometidos una incipiente y bella actriz, Dora Mayo, con un empresario influyente. La narración de los hechos transcurre con relativa fluidez durante la regata, durante la cual también se verá un tórrido romance entre un escritor en ciernes y una hermosa y mística invitada.

La primera consideración que quiero hacer de esta novela es que se nota con meridiana claridad, tal vez demasiada, que Vicent no quiso perder la oportunidad de darnos su radiografía del estado actual del mundo (y dentro de él, de España). Vicent hace acopio de toda su vocación lírica para introducirnos en el presente. El problema es que la novela se resiente de un excesivo lastre de presente hasta el punto de caer en su deformación, el presentismo, que nada favorece el propósito de representación que debe alentar a todo artefacto de ficción. De esta manera, La regata se nutre de acontecimientos que cuesta mucho reconocer como representaciones literarias de los hechos que leemos y vemos en los medios de comunicación. Cada página sabe a un incómodo déjà vu. El relato en tercera persona no mejora nada esta situación. En un momento dado de la regata, unos regatistas se cruzan con una patera y un inmigrante muerto flotando en el luminoso mar. Esa inoportuna patera no debió aparecer nunca en este contexto. Un grave error estético.

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La escritura también se resiente, no porque a Manuel Vicent le falle el oído literario, sino porque decidió que su prosa en este libro funcionara casi como un manual de instrucción marinera. La nomenclatura naviera casi obliga a consultar el diccionario. Luego está la información innecesaria alrededor de los vientos, la temperatura, los peces, eso sin contar descripciones tan inexactas como “se perfilaba con una mineralogía salvaje”, o expresiones tan poco elípticas como “luego le amasó los senos”. Todo ello rematado con una minuciosa receta culinaria.

Me pregunto si Dora Mayo y su amante no daban ellos solos para una novela. A la luz de estas consideraciones, La regata queda como un fallido, aunque bien intencionado relato, de nuestros rabiosos días.

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Autor: Manuel Vicent.


Editorial: Alfaguara (2017).


Formato: versión e-book y tapa blanda (240 páginas).


Desde 9€ en El Corte Inglés

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